Al investigar sobre la palabra de esta semana, recordamos los años del colegio donde pasábamos horas frente a los cuadernos de ejercicios que llevaban por título “Método Palmer”. Durante aquella época, desconocíamos la importancia de mejorar nuestra escritura a mano alzada. Creíamos que era una pérdida de tiempo y estábamos felices con los garabatos que entregábamos en clase, similares a una receta médica.
Caligrafía proviene del griego kalligraphia, que significa “escritura bella”, sustantivo compuesto por kállos, “belleza” y graphia, “escritura”. Curiosamente, el primer elemento kállos, junto con su predecesor kalós, “hermoso”, conforman las siguientes palabras:
Caleidoscopio, compuesta con eidos, “imagen” y skopeo, “miro”. Calíope, musa de la elocuencia y la poesía épica, cuyo nombre significa “bella voz”. Calipedia, derivada de kallípais, -idos, "que tiene hijos hermosos". Calistenia, compuesta con sthénos, "fuerza". Calixto o Calisto, derivada de kallistos, “muy hermoso”, superlativo de kalós. Etc.
Cuando hablamos de esta palabra, hacemos referencia a un arte en peligro de extinción, que es practicado solo por algunas personas, especialmente las mujeres, hasta que consiguen el estilo de escritura deseado, sin llegar a desarrollarse por completo.
Sin embargo, este arte era de gran importancia en el pasado.
Durante la Edad Media, por ejemplo, los monjes trabajaban en salas especiales de los monasterios, llamadas scriptoria, “un lugar para escribir”, con la finalidad de copiar valiosos manuscritos. Dichos trabajos son considerados las muestras más famosas de bella caligrafía, como el “Libro de Kells”, procedente del monasterio de Kells, en Irlanda, que contenía, entre otras cosas, Los Evangelios.
En el siglo XIII, con el auge de las universidades, los estilos se hicieron más variados. A veces eran tan complejos que resultaban imposibles de falsificar. Este grado de perfección dio lugar a la “buena” y “mala” caligrafía. No obstante, el incremento del comercio y la necesidad de una escritura rápida y legible, causó la paulatina simplificación de los estilos y la consiguiente desaparición de bellos escritos. Si añadimos la llegada de la imprenta a mediados del siglo XV, es más fácil entender cómo la caligrafía quedó relegada a un segundo plano y fue perdiendo importancia.
Sin embargo, en países como China o Japón, la escritura ideográfica (otra forma de caligrafía), compuesta de símbolos que representan mensajes simples u objetos, permitiendo así la expresión artística de manera muy amplia, adquirió mayor relevancia con el pasar de los años, hasta el punto de convertirse en una rama de las bellas artes comparable con la pintura.
En la actualidad, la idea más generalizada que existe sobre la caligrafía es la siguiente: “Conjunto de rasgos que caracterizan la escritura de una persona, un documento, etc.”. Mientras que en el diccionario también podemos encontrar: “Arte de escribir con letra bella y correctamente formada, según diferentes estilos”.
Al ser considerada, principalmente, un tipo de escritura a mano alzada que corresponde a determinados cánones estéticos, no debe confundirse con lo que los alemanes llaman Zierschrift y los ingleses Lettering —anglicismo de gran popularidad—, es decir, la escritura realizada con instrumentos como la regla, el compás y la escuadra; aunque este último ha evolucionado hasta prescindir de dichas herramientas.
A pesar de su extinción inminente, hay autores que recomiendan escribir a mano para lograr una mayor conexión con lo que deseamos expresar y, al mismo tiempo, hacerlo de un modo más reflexivo. Incluso existen quienes aseguran que escribir de esta forma puede mejorar la capacidad cognitiva de una persona y ayudarlo a prevenir enfermedades; pero desconocemos la veracidad de esta información.
Aun así pensamos que nada enamora más que un escrito bien puntuado, sin errores de ortografía, acorde a las reglas gramaticales y con una bella caligrafía. Lamentablemente, nunca terminamos de llenar ninguno de los cuadernos que mencionamos al principio de esta publicación, y desde hace varios años, cuando se trata de escribir, optamos por el ordenador antes que una libreta.
Referencias:
• Real Academia Española. (1992). Diccionario de la lengua española (21a ed.).
• Corominas, J. (3ra.). (1987). Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana. Gredos, S. A.
• Monlau, P. (2da.). (1881) . Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana (ENSAYO). ARIBAU Y CÍA.
• AA. VV. (1965). Monitor. Enciclopedia salvat para todos. Salvat, S. A. de Ediciones.
• Wells et. al (1964). Gran Enciclopedia del Mundo. DURVAN, S. A. de Ediciones.
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