Antes de sentarnos a escribir sobre la palabra de esta semana, esperábamos tener razones de rigor para abordar el tema que trataremos a continuación, pero solo diremos que no podemos pasar por alto su importancia y el significado que tiene para nosotros.
Vivimos oscilando entre la expectativa y la realidad. Esta última, en muchos casos, es más devastadora y cruel que la primera, por lo que permanecemos en el umbral del qué pasaría luego si tan solo sucediera esto o aquello, en vez de aceptar las cosas como son.
En el mejor de los escenarios, hacemos todo lo posible para que nuestros deseos se cumplan: estudiamos para tener el empleo que queremos, enamoramos a esa persona que nos robó el corazón, ahorramos para comprar una casa propia, etc. En el peor, esperamos que ocurra algo mágico, casi divino, como si por obra y gracia de los dioses pudiéramos obtener lo anhelado, viviendo así de falsas esperanzas.
Esperanza proviene del verbo esperar, del latín sperare que significa “esperar, tener esperanza”, y esta a su vez, proviene de spes, que significa “espera, esperanza, confianza”. De esta familia de palabras derivan espera, esperanzar y esperanzado. Compuestas con el prefijo des, que indica “negación, privación” o simplemente la “acción inversa a la expresada por la palabra madre”, derivan desesperar, desesperación, desesperante, desesperanza y desesperanzar.
Entre las acepciones que nos ofrece el “Diccionario de la lengua española” de la RAE, encontramos las siguientes: “Estado del ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos”; “En la doctrina cristiana, virtud teologal por la que se espera que Dios dé los bienes prometidos”; y en matemáticas, “Valor medio de una variable aleatoria o de una distribución de probabilidad”.
Como podemos apreciar, no solamente hay esperanzas en el ámbito religioso, sino también en el científico y, por supuesto, en nuestro día a día. Si esto no fuese así, nadie se levantaría de la cama y la vida perdería gran parte de su sentido.
La esperanza nos mueve a trabajar, estudiar, luchar, seguir caminando. Sin ella no podríamos enfrentar a todos los males del mundo, como se nos da a entender en el famoso mito de Pandora, la primera mujer creada por los dioses griegos.
Hay quienes consideran contraproducente tener esperanzas, porque esperar algo que no logre llevarse a cabo, conlleva siempre a la decepción y la pena. Sin embargo, gracias a la esperanza, esas personas que lo han perdido todo siguen de pie. Al fin y al cabo, “la esperanza es lo último que se pierde”.
Referencias:
• Real Academia Española. (1992). Diccionario de la lengua española (21a ed.).
• CLAVE. (2000). Diccionario de uso del español actual (4ta ed.).
• BIBLOGRAF, S. A. (1972). Diccionario Ilustrado SPES, Latino-Español / Español-Latino (9na ed.).
• Corominas, J. (3ra.). (1987). Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana. Gredos, S. A.
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