EL SILENCIO DE LAS MUJERES....

Quiero contaros una experiencia muy personal que viví hace unos días en mi ciudad porque pienso que es importante visibilizar situaciones como éstas y hacerlo público. Este texto que os muestro a continuación lo escribí el mismo día después de haber vivido lo ocurrido:

Es martes, en principio otro martes más, un día cualquiera en el que me levanto, desayuno en casa y salgo rápido para no llegar tarde al trabajo.
Hoy tengo una reunión y tengo que ir un poco más lejos por ese motivo decido coger el metro. Como hay bastantes asientos vacíos decido sentarme y ponerme a leer tranquilamente.

Cuando el metro se detiene en la siguiente parada entra un hombre. Yo levanto la vista y casualmente nos cruzamos las miradas, entonces se acerca y se sienta a mi lado.
Al cabo de pocos segundos se apoya en su propio asiento con una mano, con la mano izquierda que es la que queda más cerca de mí. Es una posición un poco forzada, tiene el brazo muy rígido y a mi me extraña que se coloque así, no parece nada cómodo y de hecho, me hace desconfiar un poco pero pienso que no tengo que pensar “cosas raras". Aun así decido mirarle, primero en la cara y luego su mano, haciendo de este modo, un pequeño acto de valentía, al pensar que así lo estoy advirtiendo de que he visto cómo ha colocado su mano, ya que está casi tocándome y que no me quedaré callada como haga alguna cosa más.

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Todo esto, es lo que yo pienso en dos segundos pero evidentemente, y sin que esto sirva de nada, el hombre desconocido mueve la mano hasta tocarme ligeramente la pierna. De hecho, solamente está tocando un poco mi chaqueta que al ser larga me cubre las piernas.
Me digo a mi misma que tal vez ha resbalado y no es consciente de que se ha acercado tanto y está apoyándose sobre mi pierna, pero no la saca y su mano sigue allí, inmóvil…

Pienso que tal vez me estoy emparanoyando y estoy viendo "fantasmas" donde no los hay. Incluso pienso que si me voy de repente, esta persona quizás se pueda sentir violentada porque realmente no me está tocando expresamente y es un acto inofensivo por su parte.

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De repente, me doy cuenta de todo lo que estoy reflexionando, me levanto casi de un salto y me voy inmediatamente hasta el siguiente vagón, donde me quedo de pie INDIGNADA conmigo misma y pensando en por qué he tardado tanto en levantarme y marcharme de allí.

Para mi sorpresa, el hombre desconocido se levanta, me mira y viene hasta el vagón del metro donde me encuentro. Se sienta en el asiento que está más cerca de mí y se queda quieto mirándome, sin apartar la mirada ni un solo segundo.

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El corazón me empieza a latir deprisa, me está siguiendo y quiero que deje de observarme. No sé porque lo hace, ni lo que quiere y si, tengo miedo, pero no soy capaz de decirle nada. De hecho ya no me atrevo ni a mirarlo. Me está intimidando, me hace sentir pequeña, vulnerable y asustada.

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Por suerte el metro se detiene y decido bajar del vagón en el último momento asegurándome así de que él no tiene tiempo de bajar detrás de mí.

Una vez en el andén me invade un sentimiento de rabia e impotencia enormes, ¿por qué no le he dicho nada? ¿Por qué no me he atrevido? Le debería haber chillado! Le debería haber asustado yo a él! ¿Por qué he tenido que bajar yo del metro por su culpa, cuando aún no había llegado a mi parada?

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A parte de como me ha hecho sentir durante aquellos momentos, ahora me siento débil por no haber podido reaccionar como me hubiera gustado. Me enfado conmigo misma por no haberle plantado cara, por no haberle dado miedo yo a él, por no haberme podido defender.

A veces pienso que nos han enseñado a ser tan correctas, educadas y respetuosas, a no llevar la contraria ni levantar la voz, que hace que no podamos reaccionar cuando nos encontramos en ciertas situaciones injustas, incómodas o simplemente que no queremos vivir.

No debemos tolerar ningún contacto, ninguna mirada, ni ninguna palabra que no queramos. Ni tampoco tenemos porque aguantar este tipo de situaciones ni sensaciones.

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