No tengo ningún tipo de afecto por este pulgoso animal, pero me gusta sacarlo a pasear por las noches; me gusta porque puedo verla a ella en esa plaza, bajo la luz tenue de las bombillas, empavonándose, meneando la cola mientras la rodean un montón de estúpidos en celo que dicen ser sus amigos. Vamos... ¿Acaso no se da cuenta de cómo la miran? Yo sé que sí y disfruta mucho haciendo el papel de niña tímida.

Los jueves y viernes ella viene acá con esos pantaloncillos cortos, su virginal ombligo al desnudo, sus labios rosados y esa cabellera negra y hermosa que me vuelve loco cuando revolotea con el viento.

Mmm... ¿Habrá llegado? Quizás hoy use esos pantalones, tengo tantas ganas de verle... Extraño contemplar su rostro angelical. Solo un paso más y... ¡Ah, es ella...! Sí, allí está... Es muy temprano, ¿No? ¿También tendría ganas de verme? Hm, hm, hm, vamos... Espera... ¿Y esa mirada...? Me ha visto, ¿Cierto? Nuestras miradas se cruzaron y ella sonrió... Tengo que acercarme, tengo que saber cómo se escucha su voz, su risa, cuál es el olor de su bonito cabello. Mmm... Yo... Iré al infierno por esto, ¿No?

—Hola, ¿Aún no llegan tus amigos?
—Ah... Hola...
—¿Mmm? ¿Qué sucede? ¿Te he incomodado? Lo siento, como siempre que vengo te encuentro acá... Pensé en saludar.
—¿Eh...? No, qué va. Es que tu perro es muy bonito y grande; siempre que le veo me hace reír pero visto de cerca... Da un poco de miedo.
—Ah, ya veo... ¿Te gustan los perros? Él se llama “Sabuesos”, es un "San Bernardo" de cinco años; puede llegar a crecer mucho e intimidar pero es bastante inofensivo. Oh, por cierto, mi nombre es Harrison ¿Tú cómo te llamas? ¿Qué edad tienes?
—¿En serio? Qué bonito es su pelaje marrón... ¿Puedo acariciarlo? Yo soy Estefany, tengo diez años.