El pecado de un amor inefable

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―Es aquí.—sentenció. ―Aquí enterraremos nuestro pasado.—ella lloraba sin consuelo, ambos se quitaron las mochilas de viaje de los hombros y sin mencionar palabra las dejaron en el suelo, él sostenía fuertemente la pala y comenzó a cavar, mientras ella las dejaba bajo un árbol. Ella le miraba desde ese árbol, se hallaba allí apoyada, abrazándose.

Pasados unos minutos de haber cavado muy poco en realidad, le tendió la pala a la chica, la cual se acercó temblorosa, no paraba de sollozar, moquear, respiraba con dificultad, le dolía la cabeza debido a que no había parado de llorar por una semana entera, mientras que su contrario evitaba hacerlo, no porque no le doliese, sino porque ya se había cansado de hacerlo, así que decidió citarla en lo alto de un monte, allí el aire en sí era más fino, él había escogido el lugar, uno con una vista preciosa, que se arruinaba súbitamente con lo que hacían.

―Creo que con esto estará bien.—le dijo, sus ojos llorosos le hicieron dudar de lo que hacía, pero sabía que esa era la decisión correcta para ambos.

Él tomó su mochila y la de ella y ambos se sentaron en la tierra sin reparar en la suciedad.

―Yo, Alan Field, decido enterrarte, Evangelyn Harmon.—abrió la mochila y la vació con cuidado, dejando caer: regalos, cartas, dibujos, CD’S, libros, posters, todo lo relacionado con ella, por primera vez, desde que se encontraron sus lagrimas comenzaron a caer.

―Yo, Evangelyn Harmon, decido enterrarte, Alan Field.—e imitando su gesto, dejó caer con cuidado todo lo que él le había dado: las canciones que él le había escrito y que ella decidió guardar en un disco duro, sólo para poder dejarlo allí, los libros que él mismo escribió para ella y transcribió a mano, los cómics que le regaló… ahora ambos debían ser diferentes.

Ella había teñido su cabello de rubio y él de verde obscuro, ella se había comprado unos lentes de contacto azules y él de color verde claro.

Se habían vestido de negro, como si en verdad enterrasen a alguien en particular.

―Ésta será nuestra promesa, así que…―mencionó, rompiendo el silencio el joven.—Alza la mano derecha, Eva.―la joven hizo lo que le dijo, alzó su mano derecha, mirándolo a los ojos de distinto color que la semana anterior.—Debes prometer que vas a enterrarme como yo debo hacerlo contigo, porque no podemos estar juntos, vas a seguir viviendo para volver aquí el año próximo y decirme que ya lo has superado, no traerás tu teléfono, pero vendrás a la misma hora que hoy.

La rubia asintió, intentando dejar de sollozar.―Lo prometo.

—Perdón por haberte hecho pasar por todo esto… si tan sólo hubiera sabido que eras mi hermana…―ninguno de los dos podía evitar llorar, hacía una semana que su progenitor había muerto y había dejado más de once hijos, entre ellos, Alan y Evangelyn, quiénes mantenían un noviazgo de casi dos años.

—Yo tampoco lo sabía, no te culpes…―dijo sobando su espalda.—Dijiste que no ibas a llorar.

El sorbido de los mocos del joven resonó en sus oídos, ella se levantó y empezó a cubrir el agujero, ya se había calmado, no se sentía peor que hacía unos días, ya había estado devastada y su duelo apenas comenzaba.

El crepúsculo la hacía ver pura e inocente, le tendió una mano al joven y decidieron irse antes que cayera la noche, sintiendo que sus vidas habían dado giros inesperados e incómodos para ambos adolescentes, volvieron a casa.


Y el año pasó lentamente, la rubia siempre visitaba aquella “tumba”, la había adornado para saber dónde estaba y la visitaba más frecuentemente de lo que querría admitir, lo esperaba sentada sobre una manta de cuadros, él llegó puntual y se sentó en silencio.

―Hola… ¿Cómo te ha ido en éste año sin verme?—inquirió la joven, no tenía expresión en rostro, pero él sabía que solamente, no quería llorar por lo mismo.

―Peor de lo que imaginé.—murmuró.

―A mí igual… ¿Seremos sinceros o fingiremos ser exitosos?

Él la miró y sonrió, supo a qué se refería, aún les faltaba más tiempo, o tal vez habían recuerdos que ni siquiera la terapia puede cambiar.

—Yo igual te sigo queriendo Eva, supongo que…―suspiró—Supongo que hay amores que sólo se hicieron para destruir corazones, eso es todo.

―Deberíamos irnos, tengo cosas qué hacer.—ella se levantó, dejarían la manta allí, de todos modos, nadie se la llevaría.

Tomaron la misma ruta de regreso y el mismo autobús, no había nada de qué hablar, aún así, ella dijo:

―Creo que ya no deberíamos volver allí, sólo vas a seguir llorando por lo mismo.—tomó su brazo y se apoyó en su hombro, eso lo hizo sonreír.

―Ya lo sé, creo que todo esto era casi inevitable.—él miró por la ventana, mientras ella mantenía su vista en sus zapatos.

―¿Tú también quisieras que todo volviera a ser como antes?

—Siendo sincero, en éste punto… ya no lo sé.

―Entiendo…—el autobús hizo su parada y ella sólo se despidió moviendo su mano.

Una lágrima se resbaló por su mejilla, estaba solo, así había sido todo desde muy pequeño, y aquél vacío se incrementaba al estar sin la persona que le dio color a su vida.

Ése era el final para aquél romance que había terminado de manera abrupta, y, ése día, fue el último que Alan decidió vivir.

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Aquí les dejo los últimos en caso de que quieran leerlo.


Death of Eternity Small Kindle Book Cover (3).png
Un amor efímero

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La vida no tiene sentido.

Andres escrito (1).png
Una noche sin luna.

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La portada la cree en la pagina https://www.canva.com/

Le doy las gracias por leer mi escrito.
Entre todos hay que apoyarse, así que déjame tu ultimo post y con gusto lo veré.

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Que tenga un buen, lindo, maravilloso y emocionante día.

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