Las doctrinas falsas suelen buscar la imposición, las verdaderas prefieren justificarse.
— Julián Marías
E S P A Ñ O L
LA MUJER DEL VESTIDO AMARILLO
En el bar ‘Las Almas Lamentables’, un borracho balbuceaba en una esquina sobre el espanto que atormentaba su cabeza. El hombre era de mediana edad, con ojos color aceituna y la nariz respingada, con una palidez en su rostro muy inusual en hombres con su estado de salud.
Ya sus dientes estaban amarillos por el pigmento de la bebida, hablaba en voz alta sobre cosas sobrenaturales que según había visto. Los demás borrachos del bar lo miraban como un enfermo hediondo y demente; ya entregado a las fauces de la locura.
Una noche se encaramó en la barra tambaleándose como un trompo. Trató de colocarse erguido con una jarra de cerveza en la mano con la que salpicaba a los presentes. El encargado estaba furioso y les ordenó a los empleados que lo bajaran de allí, pero antes de hacerlo, el borracho dijo unas palabras que dejó a todos en suspenso.
—¡Ay, conocidos míos! ¡Hoy es la noche de los espíritus! Es cuando ellos salen de sus sombríos escondrijos y reclaman las dimensiones de nuestro mundo. Se les ve paseando como personas vivas por las calles, pues la luz de la luna los disfraza con pieles plateadas y destellantes. En sus ojos puede verse la muerte, o la tierna ilusión de una vida latente. Se despejan por todas las direcciones posibles para buscar algo distinto al reposo eterno. Están cansados del cielo y el infierno y solo conocen la magnitud de las tinieblas. Van y vienen, algunas son almas atormentadas que solo tienen asuntos pendientes, luego bajan a las profundidades de su hogar donde ahora pertenecen.
El hombre se tambaleaba cada vez más, alzaba su jarra con cerveza con alegría y angustia. Uno de los empleados los sujetó por el brazo y lo jaló hacia abajo de la barra. El viejo ebrio no pudo resistirse a tal fuerza y cayó de sopetón. Quedó en el suelo prensado con los ojos cerrados como si estuviera durmiendo, el empleado que lo había jalado se puso nervioso porque pensó que lo había matado.
—Cálmate, muchacho, —dijo el encargado—, parece que solo está dormido. Está demasiado ebrio. Ayúdame a colocarlo en esa silla.
Lo levantaron como pudieron ya que se trataba de un regordete muy ancho, después de sentarlo, el hombre ebrio inclinó la cabeza un poco y vomitó.
—¡Maldita sea! —Exclamó el encargado— ¡Voy a limpiar el piso con su cuerpo de ballena!
El borracho delirante abrió los ojos aun tambaleándose por el alcohol. Miró a su alrededor y escuchó carcajadas en ecos, figuras difuminadas que se movían de un lado a otro; como fantasmas, y el brillo de una luz que parecía de otro mundo. Se fijó en el fondo, enfocándose tanto como pudo, y notó a una mujer vestida de amarillo, con el cabello rojo como el fuego y la piel tan pálida como la luna.
Los ojos del borracho se volvieron enormes como platos, reconoció a la mujer como si ya la hubiera visto anteriormente. De un susto, se echó para atrás y cayó de nuevo al suelo. El encargado ya no aguantó más, y junto con su empleado, tomaron al ebrio y lo echaron a la calle.
El pobre sujeto apenas estaba en sus cabales, se enfrentó al silencio y la soledad de la calle fría. Los efectos etílicos no le permitían discernir con claridad. Trató de colocarse erguido con esfuerzo, y cuando por fin pudo lograrlo, la mujer del cabello rojo apareció junto a él de repente.
Era muy hermosa; su piel parecía de porcelana. Tenía un par de ojos dorados y deslumbrantes; como dos gemas ambarinas. Sus labios eran rosados y finos, como dos líneas sensuales. Su piel emanaba destellos, dejando en claro que era un ser sobrenatural. Su vestido amarillo era elegante y fino; parecido al de una dama de alta alcurnia. Caminaba con gracia entre los espacios oscuros de aquella calle de mala muerte. Su presencia era como la de un faro que brilla en medio de las tinieblas. Su sonrisa era silenciosa y su gesto encantador podía hechizar a cualquiera.
El hombre ebrio, seducido por aquel encanto, siguió a la mujer a donde le pedía. Un camino angosto se abrió ante ellos y luces de la nada lo cubrieron todo. A la mañana siguiente, mucho antes de que se asomara el alba, el grito de una mujer alertó a todos. El borracho fue hallado tirado en una esquina con los ojos abiertos y sin vida.
Un forense lo examinó determinando al final que el hombre había muerto por un paro cardíaco. Las autoridades hicieron una investigación más exhaustiva, buscando antecedentes sobre él después del alboroto que causó en el bar Las Almas Lamentables, según testigos. Al parecer era el principal sospechoso del asesinato de una mujer; que fue sorprendida mientras descansaba en su cama con su fino vestido amarillo.
FIN
E N G L I S H
False doctrines tend to seek imposition, the true ones prefer to justify themselves.
— Julian Marias
THE WOMAN IN THE YELLOW DRESS
In the 'Las Almas Lamentables' bar, a drunk was babbling in a corner about the fear that tormented his head. The man was middle-aged, with olive-colored eyes and a turned-up nose, with pallor on his face very unusual in men with his state of health.
His teeth were already yellow from the pigment of the drink, he spoke out loud about supernatural things that he had seen. The other drunks in the bar looked at him like a stinking and insane patient; already delivered to the jaws of madness.
One night he perched on the bar wobbling like a top. He tried to stand upright with a mug of beer in hand with which he splashed those present. The manager was furious and ordered the employees to get him out of there, but before doing so, the drunk said a few words that left everyone in suspense.
"Oh, my acquaintances! Today is the night of the spirits! It is when they come out of their shadowy hiding places and reclaim the dimensions of our world. They are seen walking like living people through the streets, the moonlight disguising them in glittering silver skins. Death can be seen in his eyes, or the tender illusion of a latent life. They are cleared in all possible directions to seek something other than eternal rest. They are tired of heaven and hell and only know the magnitude of the darkness. They come and go, some are tormented souls with only unfinished business, then descend into the depths of their home where they now belong."
The man was swaying more and more, raising his beer mug with joy and anguish. One of the employees grabbed their arm and pulled it down the bar. The drunken old man could not resist such force and he fell suddenly. He was left pressed to the ground with his eyes closed as if he were sleeping, the employee who had pulled him got nervous because he thought he had killed him.
"Calm down, boy," said the manager, "it seems he's just asleep. He is too drunk. Help me place him in that chair."
They lifted him as best they could since he was a very wide-plump man, after sitting him down, the drunk man bowed his head a little and vomited.
"Dammit!" Exclaimed the manager "I'm going to clean the floor with his whale body!"
The delirious drunk opened his eyes still reeling from the alcohol. He looked around and heard echoing laughter, blurry figures moving to and fro; like ghosts, and the brightness of a light that seemed from another world. He fixed on the background, focusing as much as he could, and noticed a woman dressed in yellow, with hair red as fire and skin as pale as the moon.
The drunk's eyes went wide as saucers, he recognized the woman as if he had seen her before. Startled, he jerked back and fell back to the ground. The manager couldn't take it anymore, and with his employee, they took the drunk and threw him out into the street.
The poor guy was barely in his right mind, he faced the silence and loneliness of the cold street. His alcoholic effects did not allow him to discern clearly. He tried to stand upright with an effort, and when he finally managed, the red-haired woman suddenly appeared next to him.
She was so beautiful; her skin looked like porcelain. She had a pair of dazzling golden eyes; like two amber gems. Her lips were pink and thin, like two sensual lines. Sparkles emanated from her skin, making it clear that she was a supernatural being. Her yellow dress was elegant and fine; resembling that of a high-class lady. She walked gracefully through the dark spaces of that seedy street. Her presence was like a beacon shining in the darkness. Her smile was silent and her charming gesture could cast a spell on anyone.
The drunk man, seduced by that charm, followed the woman where he asked. A narrow path opened before them and lights from nowhere covered everything. The following day, long before dawn appeared, a woman's scream alerted everyone. The drunk was found lying in a corner with his eyes open and lifeless.
A coroner examined him, ultimately determining that the man had died of cardiac arrest. Authorities did a more thorough investigation, seeking background information on him after the ruckus he caused at the Las Almas Lamentables bar, according to witnesses. He was the main suspect in the murder of a woman; her that she was surprised as she lay on her bed in her fine yellow dress.
THE END
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