Quien diría que esa chica con el miedo casi patológico al cambio lo haría ver tan natural. Quien diría que podría mejorar lo inmejorable. Quien diría que podrías hacerme más feliz aún.
“Deberías callarte, o al menos deja de mirarme así” Decías con esa sonrisa en los ojos. ¿Cómo no te iba a mirar, cómo? Podría hacerlo un día entero sin problemas, y al mismo tiempo no dejar de pensar el cómo está permitido en el mundo la existencia de un ser así. Tan fuera de este mundo, pero que ahí está. Palpable, ¡Buah, imagina las quejas si también te tocara!
Ya no eres la misma de hace un año, ni un mes, e incluso una semana. Posees un brillo que se refleja en todo lo que haces, y cada día que pasa cambia de color, aroma y sabor. Cada vez esos cafés extremadamente dulces que preparas se vuelven más pasables (Para la buena suerte del páncreas), ya no solo los puede beber tú. Cada vez esas fotografías del atardecer son más hermosas. Cada vez vistes más extravagante, o emo, o punk, o hippie, pero nunca igual dos días seguidos.
Ya vas dejando las series infantiles y empiezas con las de adolescentes... Algo es algo. En fin, cambias constantemente y da placer observar el proceso. Ver la mariposa salir del capullo y dar sus primeros aleteos. Así como cuando parece que caerá pero siempre termina alzando vuelo.
Así es ella, una indescifrable cajita de gustos. Una causa de Oh là làs.
Da gusto verla, de cambio en cambio, para bien o muy buen, porque si empeora lo hace feliz, tal vez no sea peor, sino un “Muy, muy bien”.