Imagen Original de @rahesi
Todos nos esforzamos en la construcción de nuestros botes, bajo la dirección y experiencia de nuestros padres, cuyos padres y a su vez sus padres tenían la cultura de fabricar sus propias embarcaciones.
Finalmente todo estuvo listo. Partimos al amanecer del 5 de Diciembre de 1999 y estaríamos 15 días en el recorrido que habíamos planificado, partiendo desde el estado Falcón en el occidente hasta el litoral central de Venezuela (Caracas / La Guaira) y retornar por la misma ruta. Llevábamos suficiente bastimento de agua y comida seca. Además nuestro recorrido, al ser paralelo a la costa nos permitiría desembarcar y hacer las compras necesarias.
Nuestro entusiásmo juvenil nos impulsaba más que el viento. Nuestros primeros días de navegación fueron excelentes, con un clima tranquilo y soleado. Sin embargo, al tercer día comenzaron las lluvias. No era una lluvia tormentosa, pero sí constante, persistente. Día tras día la lluvia nos acompañaba. En ese mes se celebraría un referendum para aprobar una nueva constitución en Venezuela y escuchamos por radio que varios estados costeros habían decretado estado de alerta por la intensidad de las lluvias.
Recibimos la orden por radio de abandonar el mar y salir a la costa. Fue frustrante para nosotros pues debimos anclar nuestros botes en un embarcadero y esperar que pasara el temporal. Nos encontrábamos en las costas aragüeñas, a unos 100 kilómetros de nuestra línea de llegada, donde no pudimo llegar.
Nunca podré borrar de mi mente lo que sucedió después. Justamente en el sitio a donde nos dirigíamos ocurrió la tragedia natural más grande de nuestra nación. Conocida como la tragedia de Vargas, el día en que la montaña bajó al mar, arrastrando a su paso inmensas piedras, árboles gigantescos, casas, carros y seres vivos. Pudimos ver ante nuestros ojos los cuerpos de personas y animales que eran arrastrados por las corrientes marinas kilómetros y kilómetros por las costas.
Finalmente regresamos a casa, y ya no éramos los risueños jóvenes que habían salido. Teníamos en nuestra mirada una expresión distinta. Habíamos dejado algo de nuestra juventud atrás. Aquellos cuerpos recorriendo nuestra ruta nos marcaron para siempre.
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