La Sombra del Éxodo

Se observa cómo en una nación las clases sociales se asientan y progresan, mientras en otra sirven focos, disturbios y movimientos hostiles, que dan lugar al éxodo en masa de etnias unidas por el común deseo de buscar una tierra prometida; no huyen, sino se alejan de las luchas bélicas que tanto afligen a la humanidad.

El éxodo no tiene cuerpo, ni alma, ni tiempo, en cualquier momento o lugar se puede dar y cuando llega no tiene corazón, sentimientos, ni emociones que puedan contenerlo, arrastra todo y a todos, es allí donde surgen escenas de dolor, y de tristeza por la separación de los seres queridos, heridas que se graban en el corazón para siempre.

Con esta visión, sentada en una sala de espera de la estación de trenes, con ojos cerrados, vestida de gris y azul, cargando un morral con sus pertenencias, una joven esperaba sin prisa la llegada del tren.

Los párpados cubrían las pupilas, buscando en la semi-oscuridad aliviar el dolor que hiere a su ser el hecho de abandonar la tierra donde nació.

El silbido del tren la despierta. Se acerca el fatídico momento de partir hacia el éxodo. Con el morral puesto y el alma herida se encamina hacia el destino que la espera. Aborda como impulsada por un ser más, y ya en su asiento, dirigió la mirada hacia el lejano horizonte, quería decir tantas cosas, más se quedó sin decir nada, la emoción le impedía hablar, sin embargo, con un hilo de voz sin mirar a quien, apenas pudo decir: “No sé a dónde iré, ni sé si la tierra prometida encontraré, solo sé que dejo mi terruño sin alegría, no estoy huyendo de nada y de nadie, quien se aleja es mi cuerpo”. Es destino del migrante andar sin alma en el mundo en busca de los sueños, llevando en el corazón herido el recuerdo de una tierra natal.

Fuente

Siguiendo el recorrido, la mirada de la jóven a través de la ventana se dirigió hacia las praderas, vió con asombro cómo se enterraban sus pétalos, brotó la melancolía en todo su ser; el canto de las aves parecía tener un brillo que intentaba impregnarla sin éxito alguno; nubes tras la abertura de su estado soñoliento, parecian a poco de derramar lágrimas que a ella pertenecían, mientras el viento sin perder la calma soplaba triste y silencioso.

El tren una vez llegando a su destino lentamente se paró, la jóven vestida de gris y azul bajó, hizo una breve pausa, nadie la esperaba, sintió un gran vacío en su entorno, buscó asiento para reordenar sus planes y lo primero que vió fue la visión de su linda casita al final del sendero y pensó, pensó tanto que se olvidó de estar sola. La despertó el silbido del tren anunciando la salida y dejando en el aire como surgido de las fuerzas de la naturaleza, un emotivo y cálido mensaje a la valiente jovencita: No temas hija de esta tierra, anda en busca de tus ideales, en tu éxodo, en el bien y en el mal no estarás sola, siempre estaremos cerca de ti.

Con los ojos empañados, la viajera apenas pudo contener el llanto, hasta que con todo el coraje se encamina hacia el calvario en busca de la tierra soñada para vivir el don más bello que haya recibido el ser humano: la vida.

Una madrugada, mis pensamientos se concentraron en las tantas migraciones de mi país natal (Venezuela), en las experiencias contadas de aquellos que vivieron este hecho que marcó sus vidas.
Así, nació éste escrito.

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