Lo miro de lejos, ya sin pasión y comprendo el error de cálculo, la verdad no pude nunca ser bueno en las matemáticas, es una pena que desde el inicio estuvo mal.
Además de todo le aposte gran parte de lo que tenía, incluso lo que no; menos mal que una minúscula fibra de precaución, me hizo al menos no gritarlo a los 4 vientos y salir a mostrar al mundo un invento, tantas veces anunciado, panacea tantas veces fracasada, uno siempre de terco creyendo que encontró el punto, el detalle que enderezaba el más complicado y fracasado proceso de la humanidad (y por ello mismo el que cuya redención más se anhela).
Tengo al menos la honrosa situación de saberme errado casi, casi en secreto, aunque esto ni lo hace menos doloroso, ni menos enrevesado, a conciencia de ser repitente en la materia.
Pero como no soy el único, el primero, ni el último probablemente en equivocarse, haré lo que mis antecesores, tomaré mi extraviada decisión llamada amor, lo doblaré en todos sus surcos, entiéndase ilusiones, suspiros y sueños; acto seguido buscaré una frase de autoayuda, una bien robusta y dura, para luego apoyado sobre ese burdo bastón sacar pecho y dar el paso, el mas impostergable, el que me saque de estas cursis líneas Y…