Mi papá es un hombre lleno de muchísima alegría, va y viene con un estilo tan peculiar que a todo el mundo hace reír, es un mago de las letras ya que escribe en millones de cuadernos sus más hermosas y hasta tormentosas historias y luego se sienta horas a leerlas y releerlas como quien busca explicación entre sus pensamientos.
Mi papá se levanta todos los días muy temprano, se lava su cara, se dirige a la cocina y monta el café, ese olor me despierta poco a poco, invitándome a empezar el día. Es un ritual que se repite siempre, coloca el agua en la olla vieja que se encuentra sobre la hornilla, deja que hierva y le agrega el café, cucharada por cuchara el oro marrón va soltando el aroma de esa bebida para dioses. Cuela con mucho amor el líquido y se sirve en una taza con decoración de sapos o de gatos, a veces en una taza blanca con detalles color melón que compro mi mamá un día y le coloca la azúcar necesaria para endulzar su vida (cuando le tocan días duros le coloca mucha azúcar, en cambio cuando son días más fáciles la azúcar del café es la necesaria para tomarla sin arrugar la cara). Y en ese momento toma su primer sorbo y sus mejillas se colorean del rosado más bonito que alguien pudiese tener, él llama a ese color “inicio de un buen día”.
Luego de ese ritual tan exhaustivo, prende la televisión que hay en la sala e inicia su maratón de programas favoritos, el primero que ve es el “Noticiero de la mañana”, porque mi papá debe estar informado del acontecer nacional e internacional, para luego emitir sus propias conclusiones. Cuando termina de empaparse de noticias cambia de canal para envolverse con su programa favorito “Los códigos de Hermes el iluminado”, mi papá cree fielmente en lo que le dice ese señor, que día a día lanza cartas de tarot, para adivinar tu suerte, te describe uno a uno los problemas de los cuales padeces y te dice hasta de que color debes salir a la calle para atraer la fortuna a tu vida. Mi papá no puede salir de la casa sin escucharlo y en ocasiones he llegado tarde a la universidad porque a la hora que me toca salir de la casa Hermes no ha dicho ni mi signo, ni el de mi papá -“Y sin esos consejos no se puede salir de la casa Tete”- me repite mi papá cuando lo apuro.
Hace ya unos meses, Hermes comentó que para el sigo de Piscis (signo con el cual nació mi padre), el arcángel que lo protege y lo cuida es “El arcángel Metatrón”, les confieso que jamás en mi vida había escuchado que existía un arcángel con ese nombre. Mi papá se emocionó con aquella noticia, para él existía un ser que estaba muy cerca de Dios que lo cuidaba, y me hizo investigarle por internet todo lo relacionado con el arcángel. Pudimos descubrir juntos que Metatrón es el arcángel de los niños, protegía a cada criatura que llegaba a este mundo, todo tenía sentido, mi papá siempre ha tenido alma infantil y era lógico que su protector cuidara ese espíritu libre.
Papá siguió investigando cada vez más todo lo relacionado con Metatrón, leía libros de religión, la biblia, preguntaba a cada persona que conocía si sabían algo sobre ese arcángel y nada respondía sus misteriosas y mágicas preguntas. Por esa razón decidido, dispuso ir a la catedral de Maracay en Venezuela, para ver si en ese lugar sagrado se encontraban las respuestas que buscaba.
-Ya vengo- dijo papá, con su tono de voz cantarín que siempre utiliza cuando va a salir.
-¿A dónde vas papi?- le pregunto mientras veo la televisión de la sala.
-A donde las putas- me responde riéndose.
Es necesario aclarar, que mi papá siempre me responde igual cada vez que le pregunto hacia dónde se dirige.
-Papi, en serio ¿para dónde vas?.
-Voy con el señor Virgilio al curso de poesía- me responde abriendo la puerta de la casa.
-Esta bien papi, cuídate mucho, te amo.
-Yo también te amo mi Tete- comenta mi padre cerrando la puerta.
Esa tarde fue completamente atípica, pasaban las horas y mi papi que siempre llega puntual para almorzar, no aparecía en ningún lugar. Nadie sabía donde encontrarlo, llamamos a todos sus amigos para ver si estaban con él y ninguno nos dio respuesta alguna, ya era muy tarde y no sabíamos nada, pasaban las horas, el desconcierto y la preocupación eran cada vez peores. Mis hermanos salieron a buscarlo por la ciudad, pero nadie sabía de su paradero. Era atemorizante que no estuviese en ningún lugar, llamamos a hospitales y clínicas, a la comisaría, a cada persona que lo conocía y ninguna información obteníamos. Papá había desaparecido por arte de magia y ni un rastro o pista nos había dejado.
Yo había visto estos casos por la televisión, las personas a veces desaparecen para siempre, sin ningún motivo y vagan solas por las calles de otra ciudad o país y nadie los consigue nunca, solo quedan recuerdos para siempre. Tenía mucho miedo de no ver más a mi papi, ni oler su aroma a viejito perfumado, ni ver sus ojos verdes y su pelo largo amarrado con una colita, ni escuchar sus chistes malos que repite en cada reunión familiar, ni escuchar su voz cada vez que me contaba una historia, ni ver sus manitos, ni darle sus dieciséis besos cuando me iba a dormir, ni… En ese momento el sonido de la puerta interrumpió de manera cortante mis pensamientos. Era papá, con su bastoncito y sus cuadernos bajo el brazo. No había un sentimiento más tranquilizante que verlo bien, sereno y tranquilo.
-Papá, ¿dónde estabas?, ¿qué te pasó?, ¿por qué llegas tan tarde?, ¿te sientes bien?, ¿te hicieron daño?- pregunté de manera desesperada.
-Cálmate hija linda, estoy de maravilla, aunque no vas a creer los que me paso- Dijo mi papá con un tono entre asustado, nervioso y pícaro.
-¿Qué hiciste ahora Jesús Amado?- le dijo mi mamá con tono serio. Ella sabía que algo no muy normal le había sucedido a mi papá o alguna travesura había hecho.
Papá nos contó, que estaba caminando tranquilamente por Maracay, rumbo a su curso de poesía, cuando vio que la Catedral estaba abierta, era la hora y el momento indicado para responder las miles de preguntas sobre el arcángel Metatrón. Entro decidido, entusiasmado y un poco asustado al recinto y dijo en voz alta “Metatrón hoy quiero conocerte”. Recorrió de punta a punta la Catedral y no encontraba en ningún sitio a los arcángeles. Hasta que de tanto hurgar por la iglesia consiguió una puerta entre abierta que le invito acercarse, papá comentó que dentro del cuarto había olor a rosas, sillas decoradas con flores y varios arcángeles.
Parece ser que papá se distrajo en ese cuarto y no se dio cuenta que todos en la iglesia se habían retirado, todas las luces se apagaron y el sonido de la puerta principal cerrándose lo interrumpió de su éxtasis religiosos. Al salir de aquel mágico cuarto se vio solo, a oscuras y encerrado en la Catedral. No había una puerta abierta, ni escapatoria, sus gritos retumbaban y rebotaban dentro del recinto sin que nadie pudiese oírlos. Cada santo lo miraba como juzgándolo por ser tan distraído y haberse quedado encerrados con ellos.
Las iglesias generan paz y tranquilidad, pero para mi papá verse encerrado en aquel lugar le generaba temor y desconcierto, aunque tenía que mantener la calma, desesperarse no lo sacaría rápidamente, aunque se repetía en su mente si esta casualidad era para conseguir las respuestas a sus preguntas. Pasaron las horas, cada vez el calor era más sofocante, el encierro no lo hace bien a nadie, nadie le hablaba (y creo que era lo mejor), se veía sólo y acompañado.
-Metatrón, ya chamo, sácame de aquí por favor, estoy segurito de que existes, pero ya no aguanto este encierro.
De repente escuchó que la puerta de aquel majestuoso pero aterrorizante lugar se abría de par en par, salió corriendo, despavorido y con mucha esperanza a lo que era su única salida, cuando unos ojos verdes y una piel arrugada le interrumpieron la carrera.
-Señor, ¿qué hace usted aquí?- preguntó sorprendida la señora mayor encargada de abrir la Catedral.
-Me quedé encerrado aquí- respondió papá con voz asustadiza.
La señora soltó una carcajada enorme y le dio unos golpecitos en la espalda a mi papá, lo invitó a salir de la iglesia y lo bendijo diciéndole -¿Qué habrá tenido que aprender usted aquí encerrado por más de cinco horas?-.
Hasta el día de hoy nadie se ha podido explicar como a Jesús Esparza (mi padre) le suceden estas cosas, su vida se ha caracterizado por tener las aventuras más insólitas y ésta era una de ellas, lo que si podemos estar seguros es que su espíritu libre, su hermosa imaginación, sus ganas de vivir, sus ocurrencias y su filosofía de vida, permiten que esté abierto a los más asombrosos incidentes, porque como dice siempre “Mientras espero, la vida es un juego”.
-Papá en el único lugar en el MUNDO, donde jamás te hubiese buscado, sería en la Catedral de Maracay- le dije riéndome a carcajadas.