Así vivo mi vida, cansada, triste y algo dolida. Soy Laura Castillo, la chica que deja que las oportunidades se le escapen de las manos. Siempre siento que la vida me rompe en mil pedazos, quizás sea mi imaginación que pone las cosas más grandes pero igual me desmoronó, algo está roto dentro de mí, algo se quebró y ya no está en su sitio, ni si quiera recuerdo en donde es que iba o que es lo que busco. Puedo pensar que es parte de mi ciclo hormonal o un brote repentino de serotonina que me hace sentir de esta forma pero no, tengo mucho tiempo sintiéndome así. Quizás fueron algunas de tus palabras las que acabaron con él poco ánimo que tenia de seguir adelante.
Imprudentemente deseo morir, sin pensar en más razones que pondrían un fin a mi humilde y poco amada existencia. Quizás aún siga exagerando y el día que muera al pie de mi féretro una gran cantidad de conocidos lloren desconsolados pidiendo mi regreso a esta tierra.
Algo muy sórdido hay en mi cabeza que cada día que pasa las ganas de dejar de existir se hacen más fuertes, ¿culpa del destino o de la casualidad? un camión paso cerca mío y cumplió ese deseo se tanto anhelaba. El impacto hizo surgir un dolor que pasaría en pocos segundos para luego ver desde la acera como de mi cuerpo muerto gorgoteaba la sangre.
Incrédula fui al pensar que después de la muerte todo acabaría, para mi inhumana desdicha apenas mi calvario comenzaba. Estuve horas tirada en aquella carretera, la mirada de transeúntes era de horror. No había dignidad en aquella escena, nadie tuvo compasión de mí aun estado muerta y desgarrada, pensé que quizás después de dejar de existir alguien se apiadaría pero no fue así. Vi como algunos tomaban sus celulares para fotografiarme, vi como otros con cara de asco miraban y miraban pero no se iban, vi a otros correr sin mirar, pero nadie me cubría, nadie salió al rescate de mí, aun en ese momento.
Mi desdicha fue más grande, cuando los bomberos llegaron hora y media después y con cara de cansancio dijeron —No pudimos llegar a tiempo —claramente no llegarían a tiempo, sus ambulancias no estaban actas para asistir cualquier emergencia, ellos sabían de la situación y no hacían nada para las mejoras del servicio, pero que me importaba a mí eso, yo no tenía oportunidad aun teniendo ellos las mejores unidades.
Pasaron algunos minutos cuando sacaron la flamante cobijaba que tanto anhelaba, la pusieron sobre mí y tomaron apuntes de cómo me encontraron. ¡Al fin recogieron mi cuerpo! sentí más emoción en ese momento que en toda mi existencia.
Pude llegar a la morgue después de un largo tráfico y me di cuenta que mi madre estaba allí, no sé cómo se enteró pero allí estaba. Me sorprendió lo rápido se estuvo ahí para mí, ya cuando no hacía falta y no era necesario. No sentí nada al verla llorar, ni si quiera entendí por qué lo hacía, quizás fue la culpa de ser una madre ausente la que la hizo sentir culpable. Pude notar su desespero cuando se acercó a la camilla donde me habían puesto. Aun estando yo manchada de sangre ella se abalanzo sobre mí y él medico forense la sostuvo y le dijo;
—Señora no mueva él cadáver, déjeme hacer primero la autopsia y luego la podrá tocar.
Ella ida en llantos dice a gritos —¡Pero es mi hija déjenme llorarla!
—Señora eso lo sabemos, pero déjeme hacer mi trabajo, cálmese que tengo que hablar con usted.
—Dígame que es lo que quiere— dice ella muy afligida.
—Usted sabe cómo es todo y hay algunos cuerpos que tengo que atender primero, si usted quiere velar a su hija pronto podríamos llegar a un acuerdo monetario para que eso se cumpla.
Quede boca abierta, si hubiese podido pronunciar palabras lo hubiese llamado ¡bastardo, hijo del mismo infierno!, a mí no me importaba que le hiciera eso a mi madre, solo pensé en las demás familias a quien esté había timado, ya que se notaba que lo tenía por costumbre él muy desgraciado. Como era de esperase mi madre ni si quiera en ese momento lucho por mí, pago él dinero que este ladrón pedía y ya en la noche estaba en la funeraria.
El rumor de mi muerte se propago rápidamente, mucha gente se acercó a la funeraria. Si estuviese con vida les escupiría la cara a todos los que estaban con ojos llenos de lágrimas hipócritas. No estuvieron nunca pendiente de mi pero si fueron a ver cuando traían mi ataúd.
Que miseria la mía, aun después de mi muerte mi angustia no se iba. Quién lo diría, aun sin vida tendría que soportar esa escena ¿qué estaba pasando que aún me encontraba ahí? no sé, pero aun mi espíritu merodeaba sobre ese lugar.
Después de un rato de mirar las caras que se acercaron a ver el espectáculo, me di cuenta que había una conversación muy recurrente. Todos se preguntaban entre si cuanto tiempo tenían sin verme y como eran sus relaciones conmigo.
Maria una antigua compañera de preparatoria conversaba con Carlos compañero de mi trabajos.
—¿Y tú como conociste a Laura?— dice Carlos.
—La conocí en la preparatoria, éramos muy buenas amigas pero ella comenzó a tener problemas de autoestima y se hizo insostenible nuestra relación, no podía soportar sus altibajos emocionales, era muy difícil mi relación con ella y por más que intente mantener nuestra amistad ella se alejó de mí, pensó que yo era una hipócrita y que no la entendía, eso termino de separarnos.
—No me sorprende que digas eso, en él trabajo siempre intente congeniarme con Laura pero siempre hacia una barrera, parecía que siempre queria estar sola– dijo Carlos.
Me sentí triste al escuchar esas palabras, no me había dado cuenta del esfuerzo que hicieron María y Carlos para tratarme, creo que en retrospectiva ellos fueron los únicos que lo intentaron.
Me fui de allí y camine hasta donde estaba mi madre, vi que aún estaba llorando, sentí sinceridad en sus lágrimas y me dolió verla así. Ella no podía ni sostenerse de lo desconsolada que estaba le repetía constantemente a mi tía.
—Mi niña se me fue, ¿cómo esto le pudo pasar? ¿porque?.
Mientras mi tía la consolaba yo me quede a su lado como nunca lo había hecho, pero eso ya no importaba, ella no sabía que mi mano estaba sobre su hombro tratando de reconfortarla. Mi madre se paró y fue a un lugar apartado apretando fuertemente una pequeña foto mía que guardaba en su cartera y comenzó hablarme.
—Hija yo sé que nuestra relación no era la mejor, que debí ser más comprensiva contigo y que tuve muchos errores al cuidarte, ahora que ya no estas sé que te extrañare mucho. Extrañare tu rara forma de ser y tus manías para comer, espero que encuentres la felicidad que no tuviste aquí en la tierra hija mía. Yo intente todo y cuando pude para hacerte feliz y que estuvieses contenta conmigo, perdóname todo lo malo. Te amo.
Una lágrima broto de mi rostro y sentí ese amor de madre que desde hace mucho no sentía. Después de eso algo curioso comenzó a ocurrir. Empecé a darme cuenta como todos decían lo mucho que me quisieron y como mis actitudes los alejaron de ellos. Yo estaba algo desconcertada, no quería aceptar esa versión de la historia que ellos le ofrecían al mundo.
“Laura la solitaria” me dijeron, los quería matar yo a ellos pero mi falta de vida no hizo eso posible. Poco después pude recordar mi pasado y me di cuenta que algo si fue constante en toda mi vida y esas fueron mis inseguridades, mi baja autoestima y mi síndrome de inferioridad. Yo siempre me creí una persona fea, poco agraciada y rechazada por los demás, sin darme cuenta había quienes si querían tratarme y tenerme en sus vidas.
Una tonta fui al hacerle caso al cerebro y no a mi corazón que siempre me grito que fuera libre, que dejara mis miedo atrás y que viviera la vida sin tantas restricciones. Hoy cuando ya nada puedo hacer, cuando ya nada puedo cambiar me arrepiento de no haber vivido mi vida, de no permitirme sentir el amor de quienes me lo ofrecían y de tener tanto miedo al dolor que sin darme cuenta yo misma me generaba.
Más grande fue mi miedo que mi misma vida. Hoy me despido pensando en como desperdicie mi tiempo en la tierra y el amor de otros, espero en otra vida no cometer los mismos errores.