Hay días que transcurren como si fueran un paréntesis en nuestra vida, parecen un silencio abrumador en medio de una lluvia de preguntas que sólo hace eco el signo interrogante, nos regresa un vacío que parece debilitar una efímera sonrisa queriendo disfrazar que "todo está bien".
En momentos de incertidumbre pensamos en platicar con alguien que realmente nos escuche, que no nos juzgue, que no se enoje ante nuestras debilidades, omisiones o torpezas, que no nos dé miedo platicar algo porque reaccionará indiferente o se molestará, que pueda decirnos algo más de los clásicos "deberías" o "hubieras" y que podamos soltar un poco lo que aferramos ciegamente a nosotros y que de ello salga un abanico de posibilidades que nos aligeren nuestro transitar.
Ante esto me pregunto: ¿soy buena compañía, realmente escucho, así justo como a mi me gustaría que me escucharan?