¡Hola, gente bonita!
Sobre la muerte y otras trivialidades
El cielo... querido cielo, que siempre había sido azul, de la nada… se tiñó de rojo.
La precariedad se vistió de emociones falsas y salió a engañar a la ilusión. La ilusión, maestra del ardid y las turbaciones, siguió el engaño con alborozo. Disfrutaron de la alevosía, bailaron bajo las lágrimas de corazones rotos, comieron sobre pensamientos enmarañados. Rieron, lloraron, compartieron secretos. Y cada una, al final de la noche, se preguntaba qué tan fingido era el sentimiento.
La precariedad, en su fragilidad y genuina inocencia, se enamoró perdidamente de la ilusión. Y lo que inició como un juego de miradas y poderes, terminó en suspiros de deseos incomprendidos y besos en alma no recíprocos.
Las aves migraron y el sentimiento de los corazones enamorados se detuvieron en los suspiros inacabados.
La ilusión, conocedora del poder del alma y avariciosa como nunca antes, presionó a la precariedad para que diera todo lo que poseía de ella. Quiso besos y abrazos, suspiros y llantos, gritos de pasión y de locura, quiso su rabia y su encanto, la quiso desnuda de falacias y vestida de realidades, la quiso llena de pestilencias y vacía de piedad, la quiso completa y a medias; y entre suspiros y gritos, le absorbió el alma.
La diosa, apagada y acabada, se sentó en la cima del Sol… convertida en roca estelar.
La precariedad, ejecutora y culpable al principio, víctima ejecutada al final, inhalaba ilusiones disfrazadas de cariño y exhalaba corazones débiles a la expectativa de caricias cargadas de amor. Suspiros resquebrajados, cargados de debilidades y fortalezas rotas.
La ilusión bañada en lágrimas de deseo, bebía copas de vino elaborado con la sangre emanada del corazón de su amor en los momentos de placer. La ilusión se regocijaba en la sumisión absoluta de su pareja. La ilusión se reía de la ironía de la vida: ella era la ilusión, pero la ilusa no era ella.
La noche cayó y la Luna ya no era el satélite de ningún planeta; lloró meteoritos en llamas.
Aburrida de la imperiosa entrega de la precariedad, la ilusión buscaba retos frescos, desdeñando el amor otorgado y riendo con sorna del afecto demostrado, la ilusión abandonó a la precariedad durante un acto sensual inacabado para una de las dos partes: «nunca fuiste suficiente».
Corazones rotos estallan y se evaporan en una nube de rencor; la venganza no es dulce pero saca sonrisas amargas.
La precariedad caminó hasta la cima más alta del planeta, esa que conectaba con el Sol. Durante el camino se quitó los zapatos y sangró con las espinas del valle. Se resquebrajó el largo de su vestido rojo, y arañándose la piel sin alma, el vestido se tiñó de negro. Caminó durante días con el rencor como sustento. El Sol, caliente e inclemente, secó el planeta, teniendo como esperanza el cese de la precariedad… pero nada logró detenerla. Bebió lágrimas de amargura y se bañó con la sangre que vertía de sus heridas.
Cuándo tocó la cima de la montaña, gritó. Gritó heridas, gritó cólera, gritó ilusiones y gritó el llanto de su corazón desdichado. Gritó como nunca antes nadie había gritado, y en el proceso, perdió parte de su voz.
Con rencor y el dolor acumulado de un nuevo cuerpo, llamó al Sol.
─Lo quiero todo y quiero nada ─fueron sus palabras─.
Y el Sol dialogó; narró las consecuencias de su acto y la tristeza de la inmortalidad deseada. Ella se negó. Negó la advertencia del Sol y desprovista de emoción, se arrancó el corazón.
Con infinita aflicción, el Sol le cumplió su deseo. Y la precariedad, con el corazón afligido, renació con un nuevo nombre que nadie jamás iba a olvidar: la muerte.
Ni el arrepentimiento más profundo puede curar los daños producidos por la sorna y el fraude... de una amante.
Encerrada en un cuarto y llena de miedos, la ilusión comenzó a imaginar parajes ideales y sueños no cumplidos. Todo nuevo amor u familiar pereció en los brazos de su antiguo amor. Llena de supersticiones y certezas, colocó un candado de invidencia al cuarto, y viviendo de mentiras, nunca salió de allí.
¡Y hemos terminado, gente bonita! Después de tanto tiempo, vuelvo con un relato. Entre los peregrinando con Sophie y los resúmenes de libros no me había decidido por los relatos que tengo guardado... ¿La verdad? Ya no me gustaba tanto lo que escribía, sentía que era demasiado malo. Pero ahora le he vuelto a agarrar cariño a mis bebes. Así que espero que lo disfruten, vendrán más. Espero sus comentarios, sugerencias y dudas.
Gracias a todos por siempre estar. Un agradecimiento especial a @cervantes, @templo y @mosqueteros por siempre apoyarme. Y gracias a ti, por siempre estar. ¡Nos leemos!
Las imágenes son todas de ésta autora
Mis otros relatos
La otra cara de la historia: La madre y la guerra
La otra cara de la historia: Abuso de Poder
La otra cara de la historia: A pesar de todo soy una mujer
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