Atónito y abrumado me he despertado...
Voy por la taza de café que me dejó mi mujer, está frío, lo calenté.
Sentado a modo lerdo, me quedo viendo la pared, divago entre tantos pensamientos que no me llevan a nada en concreto, analizo las razones de mi estado, concluyo que es todo, es demasiado.
No sé cuántas horas me tomé, lo cierto es, que se enfrió mi café.
Regresé por segunda vez y lo calenté.
Volví a sentarme viendo la pared, un sorbo de café... está amargo, lo sé. Pero ese sorbo me llenó de energía para levantarme y hacer algo... adictiva cafeína...
Sí, estaba amargo producto de las recalentadas tal vez o es que mi mujer se levantó de malas, yo quiero café y ella bebe agua.
Salí afuera al balcón, a tomar un poco de sol, con mi taza de café en la mano, vuelvo a notar que se ha enfriado. Perdí el interés, lo dejé de beber.
Debo dejar de pensar...es hora de ir a trabajar.
Regreso al cuarto, continuo taciturno, pero por dentro tengo un anfiteatro, escucho voces por todos lados.
Ese segundo sorbo de cafeína, me proporcionó un salto de adrenalina, me visto enérgico y voy al trabajo, al llegar está sobre la mesa, una taza de café y una nota que expresa: - Llega tarde al trabajo.
¡Qué mala suerte la mía!, doy un sorbo de café y se ha enfriado.
Derechos de autor del texto @sidinca.
Imagen editada por mí con Medibang, libres de derechos de autor.