Surgió en el Pacífico Sur hace miles de años. Hoy, jóvenes neoyorquinos estresados se despiden del alcohol y optan por el kava, una bebida levemente narcótica, para soportar largas jornadas laborales, multitudes en el metro y a Donald Trump.
La raíz, molida hasta convertirla en polvo, se mezcla con agua y luego se cuela. El kava puede tener el sabor de agua con barro y provocar arcadas si no se bate con fruta en un “kavatail”, pero sus adeptos aseguran que mejora el humor y alivia el estrés de la vida moderna.
La bebida anestesia levemente la lengua y los labios, relaja y provoca euforia, sentimientos raros en una congestionada Nueva York, una cacofonía de ruidos, gritos y personas mal dormidas.
“Si hay una ciudad que necesita relajarse un poquito y calmarse, es Nueva York”, dice Harding Stowe, el propietario de Brooklyn Kava en Bushwick, un barrio que tiene una creciente escena artística y está rápidamente aburguesándose.
“Creo realmente que esto prenderá de manera explosiva, y pienso que ya está comenzando”, dice el empresario de 31 años.
El kava tiene sus raíces en la tradición de islas del Pacífico como Fiyi, pero en Occidente es cada vez más considerado como una alternativa al alcohol por parte de jóvenes que quieren salir sin despertarse con resaca al día siguiente.
“Es muy relajante. No es como el alcohol o las drogas”, dice la artista de Brooklyn Sabrina Cheng, de 26 años. “De todas maneras, tengo una baja intolerancia al alcohol. Pero el kava, puedes estar aquí todo el día, leer tu libro, estar con tu computador, hablar”.
Los sondeos muestran que los adolescentes y milenials beben menos que sus padres, y muchos empresarios del kava piensan que un futuro menos embebido en alcohol está a la vuelta de la esquina.
“Ya no es chévere como antes ir de bares cada noche”, explica Stowe. “La gente quiere algo nuevo y quiere algo saludable”.
– Ansiedad –
Un boom inicial del kava en Occidente en la década de 1990 alimentó importaciones de baja calidad, lo cual combinado al escaso conocimiento de la planta generó publicidad negativa sobre eventuales problemas de salud y condujo a prohibiciones en Europa. Muchos negocios ligados al kava fracasaron.
Pero aunque la agencia gubernamental de alimentación y medicamentos de Estados Unidos advirtió en 2002 de un potencial riesgo “raro” de lesión grave del hígado asociada a productos que contienen kava, la raíz atraviesa ahora un nuevo boom, y las exportaciones desde Fiyi se han más que duplicado desde entre 2012 y 2016.
“A diferencia de lo que pasaba en los años 90, el conocimiento académico de la planta es mucho mayor. Ha sido estudiada a fondo y es generalmente percibida como algo seguro y benéfico”, dice Zbigniew Dumienski, investigador del kava en la Universidad de Auckland en Nueva Zelanda.
Aunque ya es bastante conocido en Florida, el kava se ha arraigado con bastante lentitud en la ciudad más poblada de Estados Unidos, donde hay solo tres establecimientos dedicados al kava de un total de 10.000 bares.
Increíblemente, dos de ellos están muy próximos, a una distancia que puede recorrerse a pie en Bushwick.
Es el ambiente perfecto para el surgimiento del cliente estadounidense de kava: jóvenes de poco más de 20 años, que están iniciando estresantes carreras, atravesando relaciones amorosas, batallando los crecientes problemas del metro neoyorquino, y en esta ciudad demócrata, tratando de lidiar con la depresión tras la elección de Trump.
“Tuve mucha ansiedad en mi empleo anterior, y esto definitivamente me ayudó mucho”, dice Phil Mai, de 25 años, un analista financiero de una empresa de comunicación en Manhattan, sentado en la barra de House of Kava con su amiga Susie.
“Solía tomar alcohol dos o tres veces por semana, y en el fin de semana a veces me emborrachaba”, dice. “Creo que tomé mi último trago probablemente como hace dos semanas”.
– Efecto Trump –
El bar tiene varias noches temáticas para atraer clientes, como noches de micrófono abierto que convocan a raperos, poetas y comediantes. La mayoría de los clientes son veinteañeros, aunque recientemente algunos sesentones han comenzado a curiosear.
Con sus luces bajas, el bar es increíblemente acogedor. Susie dibuja. Otra mujer está hundida en su ordenador portátil. Otro cliente lee, y una pareja conversa suavemente. Nada que ver con el griterío habitual de los bares de Nueva York.
“Al revés de lo que sucede en un bar normal, nadie ha amenazado con quemar el bar o empezar una pelea”, bromea el gerente de House of Kava, Ryan Lloyd.
Los negocios están mejorando, afirma, lo mismo que sucede en su competidor Brooklyn Kava. Pero cuando Stowe abrió este último local en febrero de 2016, inicialmente pensó que había cometido un error.
“La gente no sabía lo que era el kava”, dijo Stowe, que calcula que el verdadero despegue comenzó hace unos seis meses.
“Hay muchas cosas estresantes que han sucedido en Estados Unidos, ya sabes, con la elección de Trump”, dijo. “Creo que todo eso ha contribuido”.
Ahora está ocupado planificando nuevos locales y conversando con un estudio de yoga y otro de meditación para vender allí sus productos.