Quevedo: la muerte revelada y próxima
«La muerte es un castigo para algunos,
para otros un regalo y para muchos un favor». Séneca
Un esqueleto con un reloj de arena y una guadaña; un ave agorera, preferiblemente negra, una calavera adornada con flores; un ente ataviado con una larga túnica oscura, un rostro andrógino o inexpresivo y pálido, son las visiones que llenan el imaginario colectivo en torno a la muerte. Pero más allá de la figura, que poca importancia dan los escritores a cómo luce, está el sentimiento que produce el inexorable encuentro con este momento.
Grandes pensadores como Saramago, manifiestan poca preocupación, pues, su libre cavilación los lleva a pensar en el encuentro con la nada; otros, en cambio, como André Malraux prefieren dar valor a cómo se vive y no pensar en algo que de seguro ocurrirá; y los hay como Ghandi, quienes piensan en la muerte como el preludio a otra vida.
Como quiera que sea el caso, pocos temas son generadores de maravillosas creaciones escritas como lo es la muerte. En poesía ha sido y sigue siendo la matriz que alumbra creaciones maravillosas.
Francisco de Quevedo, que es quien concierta en esta ocasión, revela en su extensa obra literaria, su pensamiento sobre la muerte. Es de esta manera que la pretensión de esta breves líneas se orienta a mostrar la recurrencia del tema en los textos del autor, convirtiéndose en un argumento casi obsesivo que no hace más que revelar la preocupación que tiene el escritor con el inevitable acabar de la vida.
Por supuesto, este lacónico acercamiento solo pretende mostrar algunas vetas, con la plena seguridad de que una investigación a fondo, redundará en la certeza de que la muerte podría preocupar a Quevedo y que de alguna manera, definitivamente, influyó sobre su visión de la vida.
Para ello se tomarán tres escritos del autor; a saber: “Ya formidable y espantoso suena”, “Amor constante más allá de la muerte” y “Morirás.”
Ya formidable y espantoso suena
El temor por lo desconocido es totalmente percibido en los textos de Quevedo; sin embargo, no deja de revelar su clara aceptación ante un hecho inexorable. En el poema que se presenta a continuación es notorio desde el principio, cómo a través del primer verso, el uso de los adjetivos revela el conocimiento del poderío formidable y aterrador de la muerte para Quevedo.
«Ya formidable y espantoso suena
dentro del corazón el postrer día;
y la última hora, negra y fría,
se acerca, de temor y sombras llena.
Si agradable descanso, paz serena
la muerte en traje de dolor envía,
señas da su desdén de cortesía:
más tiene de caricia que de pena.
¿Qué pretende el temor desacordado
de la que a rescatar piadosa viene
espíritu en miserias anudado?
Llegue rogada, pues mi bien previene;
hálleme agradecido, no asustado;
mi vida acabe, y mi vivir ordene.»
El poeta muestra su condición humana atada a la mortalidad. Lo que padece en su corazón no es más que el temor por ello; la presión constante de un tiempo en el que subyace el término de la existencia, “la última hora”. Dos calificativos importantes y recursivos, “negra y fría”; procuran y reafirman la imagen de la muerte, muy difundida en los tiempos del autor, y que se mantiene en la actualidad; negra como el manto con la cual se le representa. Lo negro, lo oscuro y carente de luz, como una habitación oscura de la que se desconoce el contenido, y fría como el adjetivo contrario a lo que puede representar la vida, el candor de la carne viviente.
Poco después, muestra una condición altamente humana y comprensible, al condicionar una situación que desconoce y que desea favorable. Si la muerte, que se desconoce qué es, llega, entonces es preferible que traiga consigo el acabar de las penas y el alivio para quien vive y muere: “Si agradable descanso, paz serena / la muerte en traje de dolor envía, / señas da su desdén de cortesía: / más tiene de caricia que de pena.”
Después de trascender el temor a lo desconocido, a la aceptación de un ineludible arribo, a una esperanza de que no sea dolorosa, llega el proceso de aceptación. Si es inevitable, pues, entonces que lo encuentre sosegado y reconciliado con su condición efímera.
Es evidente, así, cómo @Quevedo muestra a través de este maravilloso poema su postura ante lo que significa el devenir del término de los días de vida.
- Este texto es la primera parte de dos publicaciones donde, desde un punto de vista argumentativo, pretendo acercarme a explicar la visión de la muerte para este interesantísimo poeta español.
Las imágenes utilizadas en este post se encuentran libres del derecho de autor y pueden ser consultadas en los siguientes enlaces.
Portada Quevedo; Calavera en arte mexicano; Representación germana de la Danza de la muerte (pintura); Figuras laterales; Figuras abstractas.
- «Francisco Gómez de Quevedo y Santibáñez Villegas, más conocido como Francisco de Quevedo, nació en Madrid el 17 de septiembre de 1580, y falleció en Ciudad Real, el 8 de septiembre de 1645». Puede consultar su biografía aquí
Mi nombre es Roberto Carlos Durán, soy profesor de Lingüística y Literatura, y de español como segunda lengua.
Me gusta escribir sobre las cosas que observo y siento. Apasionado de la narración y de la poesía.
Mi intención es compartir contenido original y devolver a la comunidad lo mucho que he recibido. Es por ello que soy un miembro activo que busca ofrecer ayuda a quien la necesita, sobretodo en los aspectos que involucran a mi área.
Todos son bienvenidos a este blog y espero que lo disfruten tanto como yo lo hago creando.
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