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La Sayona un espectro maldito que suele mostrarse ante sitios muy solitarios, y a personas, en especial a los hombres mujeriegos. Se escuchan llantos y sollozos de alguna mujer desesperada; y al acercarse han observado a una dama con sayal (atuendo) de color blanco y bañado en lágrimas su rostro, dicen algunos… Una mujer muy sensual que acepta el coqueteo propuesto por un hombre… Sin embargo, al final su cara sensual o bañada en lágrimas, se deforma a tal punto de ser la peor expresión del mal y el odio, convirtiéndose sus ojos en dos grandes coágulos de sangre, sus uñas en oscuras garras, sus dientes en afiladas navajas, y una boca despreciablemente grande, que vocifera el grito más despavorido y horripilante que un oído pueda escuchar.
MUERE DE UN INFARTO O HUYE LO MÁS RÁPIDO QUE PUEDAS
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Conocida como “La Sayona”, era quien en vida respondía al nombre de Casilda, una mujer llanera que padecía de sufrir intensos ataques de celos. Un día, con la casi incuestionable sospecha de que su madre y su esposo tenían un romance, decidió confrontarlos, yendo encolerizada a la casa de su madre, quien al abrirle la puerta y recibirla, fue víctima de gritos y maltratos por parte de su hija, quien le reclamaba por tener ese presunto romance con su esposo Juan.
El encuentro entre madre e hija había avanzado a un escenario completamente físico, entre golpes y haladas de cabello, Casilda sacó un cuchillo y con él apuñaleó repetidas veces en el pecho y el abdomen a su madre; y ésta, antes de fallecer, en unas de sus últimas palabras que ya escupían sangre, le dijo: "SAYONA SERÁS PARA SIEMPRE Y EN NOMBRE DE DIOS QUE ASÍ SEA".
No siendo suficiente con lo que había sucedido, no encontraba aún sopesar a su dolor, y fue a su casa, porque usualmente a esa hora se encontraba su esposo sólo. Por lo que una vez allí decidió quemar su casa con él adentro, para que sintiera el fuego que había quemado su alma, el presunto romance que tuvo Juan con su suegra. Bañado el exterior de la casa en combustible le prendió fuego, el humo negro y las llamas de gran tamaño se apoderaron del lugar, el hombre gritaba, gritaba de sufrimiento y sin parar… Y así pudo ella aliviar en ese momento su dolor.
No obstante, entre el ruido que hacían gritos de Juan calcinándose, y el crujir de la madera, aparecieron los gritos de dos niños, quienes nada entendían porque su casa y su cama ardía en fuego.
Casilda había matado también a sus hijos en su ataque de celos; y el dolor que quiso eliminar, se volvió tan grande que perdió irremediablemente la cordura, luego nunca más la volvieron a ver. Maldita y vagando en pena se encuentra su alma, gritando de dolor, como una vez hicieron sus hijos cuando los quemó vivos.
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