El primer día de clases de mi sobrino Ignacio.

Hola amigos steemians. Después de estar ausente unos cuantos días, he decidido retomar mi interacción en la plataforma de steemit con una pequeña anécdota del comienzo de clases de mi sobrino Ignacio.


Desde que supo que comenzarían las clases, Ignacio solo hablaba de que iba a ir al colegio, y se imaginaba todo un mundo de diversiones y risas. Siempre revisaba su morral y sacaba sus colores, los libros de dibujos y de lecturas de iniciación, y se le podía notar como sus ojos le brillan al ver todo eso.

Sus padres y yo siempre le contábamos como sería todo el proceso, como una manera de ayudarlo a adaptarse en ese nuevo mundo del colegio. Se le explicaba que estaría en el colegio solo con sus amiguitos y su maestra, que sus padres deberían salir a trabajar y el estaría con ellos aprendiendo y coloreando. Y el respondía:

  • Si, lo sé, será divertido. Me portare bien y hare caso.

En ese momento se me vino algo a la mente:

¿Qué pensará o sentirá un niño de cuatro años que irá por primera vez a un colegio?

Entonces trate de recordar cómo fue mi primer día de clases en el colegio. La verdad es que no recuerdo mucho, sin embargo mi mamá me ayudo a recordar mucho ese momento. Y debo confesarlo: Llore bastante rato después que mi mamá se despidió de mí. Pero luego la maestra comenzó a hablarme e involucrarme con mis otros compañeros.
Entonces cada uno de nosotros comenzó a contar sus historias del primer día de clases y de todo lo que habíamos aprendido y lo mucho que nos habíamos divertido.

Ignacio nos veía con cara de emoción y se reía de nuestras historias.

En ese momento habíamos comprendido que ya habíamos crecido, y que había llegado el momento de llevar y hacer del inicio de clases lo más fácil para mi sobrino. Como adultos nos llena de emoción y mucha alegría que los niños comiencen su escuela, pero debemos admitir que la casa no es igual sin esos pequeños traviesos en ella, corriendo de un lugar a otro, desordenando, cantando, etc. Es increíble como los niños se convierten en el alma de una casa, como las llenan.

Era la primera vez que Ignacio estaría fuera de ella por más de cuatro horas y para ponerle más emoción, el estaría solo (sin familia cerca) en ese lugar.

Entonces, llegó el tan esperado primer día de clases para Ignacio. Se le notaba más emocionado que nosotros, y quien no, era su momento. A las 7:00 am, ya Ignacio estaba listo para irse al colegio, con su camisa roja, su monito azul y su bolso de Car. Iba con esa sonrisa y emoción, al fin usaría su libro de lecciones y sus crayones nuevos. Pero cuando llegamos al colegio, Ignacio ya no estaba sonriendo, estaba bastante serio y parecía asustado. Tratábamos de cambiarle la cara con historias divertidas pero no funciono.

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Llegamos al salón donde le había tocado y su maestra estaba en la puerta esperando por todos sus alumnos. La maestra vio a Ignacio y le dijo:

Que niño tan bonito, me gusta mucho tu bolso.

Pero Ignacio estaba ahí, serio. Sin decir una sola palabra.

Su maestra llama a un niño que ya estaba más tranquilo:

José Ignacio, ven a conocer a un nuevo amiguito, se llama Ignacio.

Ignacio no podía creer que se llamaba igual que él. En ese momento se le salió una sonrisa.

José Ignacio le propuso jugar en el salón y conocer a todos los demás compañeros, a lo que él aceptó, y se fue con él.

A todos se nos aguaron los ojos. Pero debíamos disimular, ya estábamos grandes.

Entonces nos retiramos, no sin antes asomarnos por la ventana, y ahí estaba el pequeño Ignacio, conociendo nuevos amigos, jugando y sonriendo, justo como debía ser su primer día de clases.

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Al regresar, la casa estaba en completo silencio, recordándonos que Ignacio ha empezado las clases y que sería el momento de él para aprender y hacer vida independiente. La ausencia de ruidos nos pone un poco triste.

Luego de unas cuentas horas, llegó el momento de buscar a Ignacio. Y ahí estaba ese pequeñín, con su sonrisa esperando que lo fueran a buscar. Ignacio abrazo a su mama y se despidió de la maestra. Y comenzó a contarnos todo lo que había hecho, desde jugar con sus amiguitos, hasta los dibujos y canciones que había aprendido. Dijo: ya quiero que sea otro día rápido para volver al colegio.

En ese momento todos sonreímos con un nudo en la garganta. De emoción y tristeza. Nuestro pequeño Ignacio ya estaba creciendo y comenzando su largo camino por la vida.

Dios lo bendiga siempre.


Saludos a todos lo que dedicaron a leer estas líneas, espero haberles robado sonrisas y traerles de vuelta esos recuerdo de nuestro primer día de clases.

Las fotografías son de Ignacio tomadas con el celular de mi hermana.

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