He vuelto a escribir.
Siempre he querido alejar la imagen tipificada de la escritura como fuente de pesar y sufrimiento. Sin embargo, he de reconocer que la verdadera escritura requiere sosiego y meditación. En el anverso de la escritura existe la soledad y el silencio, casi no hay palabras. La palabra surge posteriormente, arribada de los fondos del abismo, depurada, pulida. Es el arte de escribir sin escribir: la no escritura.
Fuente: Gato encontrado en el camino.
Atravesé una época turbulenta. Me vi obligado a dejar los estudios por una temporada. Me despidieron. Mi ex terminó una relación de años. De ese periodo recuerdo la sensación de extravío y de dolor; un dolor sordo e inidentificable que es el dolor mental. Después conversé con muchas personas, leí mucho, vi muchas películas, pero no lograba escribir. Al parecer, pensaba, se había extinguido la chispa de la escritura. Mucho antes de conseguir la estabilidad nuevamente, me aferré a mi dolor como la única certeza. Durante toda mi vida, no solo ahora, volteaba el rostro a mi dolor, junto con la rabia que subyacía. Ahora, perdido, me dije que utilizaría mi dolor como guía, como un faro minero para adentrarme en el yo. Sondeé heridas y defectos, y conseguí virtudes.
Lo seguro en este mundo es tu ser. La búsqueda de la autenticidad es lo único que, inherente a ti, hasta la muerte, estará a tu lado. Pero nunca se alcanza un completo conocimiento. La confrontación, la contradicción, el conflicto, es lo vital en ti. Aceptar la conflagración perenne en mi interior es clarificar más mi mirada, purificar mi vista, más no alcanzar la totalidad de lo que veo. Todo esto existe en el reverso de la escritura, la no escritura. Durante ese tiempo, sin palabra, no lograba encontrar ninguna denominación para mi estado, me surgían estos pensamientos. Intentaba atraparlos, consignarlos en la memoria, pero no era el momento para hacerlos brotar al mundo, para su expresión, era la ocasión del silencio. Habité el silencio durante mucho tiempo.
Fuente: Foto tomado por mí.