Hola queridos lectores, hoy quiero comentarles sobre uno de los momentos más felices de mi vida, no puedo decir que es el mejor, porque momentos felices hay muchos y es difícil discernir cual es el mejor de todos, creo que escoger uno preferido sería como quitarle la importancia a los otros.
Cuando estudié turismo, se me metió la idea en la cabeza de que quería hacer mis pasantías en el Hato El Cedral, un hato ganadero y turístico de unas 50. 360 hectáreas, ubicado vía Elorza, Apure, Venezuela. No había mucho turismo en Apure pero El Cedral era muy visitado por turistas extranjeros y yo deseaba ir a un lugar donde pudiera poner en práctica el inglés y lo poco que había aprendido en italiano. Además quería conocer el Cedral por ser considerado un santuario de la vida silvestre, donde muchos animales viven libremente en su hábitat natural.
Pensar en no lograr esto, me deprimía mucho, yo ansiaba y deseaba con todo mi corazón poder hacer mis pasantías en el área de turismo y no tener que conformarme con otra cosa. El turismo es bastante amplio, y de todas las áreas yo prefería el ecoturismo. Pocas personas entendían mi deseo, ya que la mayoría deseaba trabajar en una agencia de viajes o en un hotel elegante, en una zona lo más urbanizada posible mientras yo solo quería estar en contacto con la naturaleza.
Aunque consideré varias opciones, el hato el Cedral se había convertido en mi obsesión, pero las cosas no parecían encaminarse como yo quería, cada solicitud enviada fue rechazada. Además de que para ser un lugar tan frecuentando parecía imposible conseguir un número de teléfono, un compañero de clases y yo hicimos una lista con todos los números que encontramos en internet y llamamos a todos ellos.
Mucho de los números estaban errados, y mi impaciencia se hacía mayor, cuando por fin dimos con el número apropiado recibimos un rotundo “no”. Se nos dijo que no estaban recibiendo pasantes de turismo.
Todas mis esperanzas de hacer las pasantías en el lugar que yo quería se desvanecían, y una persona me recomendó que nos dirigiéramos allá e intentáramos hablar con el gerente en persona en vez de enviar otra solicitud escrita. Entonces viajé con mi papá y dos compañeros de clase. Al entrar al hato pudimos observar su majestuosidad, hermosos paisajes adornados con garzas paletas y chigüires descansando tranquilamente sobre el camino sin miedo alguno, la gran diversidad de animales era increíble.
En el hato nos permitieron hablar con la sub-gerente y yo tomé el liderazgo en la conversación, expliqué cual era la intención de nuestra visita y escuché una buena noticia: justamente estaban buscando pasantes de turismo y no sé explicaba el porqué nos dieron una información diferente. Sin embargo no todo era perfecto.
Ella dijo que lo más probable es que aceptara a mis compañeros por ser hombres y no a mí por ser mujer, explicó que las mujeres son generalmente sensibles y consentidas por lo que pueden renunciar al poco tiempo de empezar ya que hacer pasantías en el hato era prácticamente vivir allí, además de que el horario era como el de los militares, 22 por ocho (22 días en el hato, ocho días libres). Yo respondí que no tenía ningún problema en vivir los tres meses de mis pasantías allí internada. Uno de mis compañeros dudó, y dijo que él estaba casado y no podía pasar tanto tiempo fuera de casa, y preguntó si se podía viajar los fines de semana.
La sub-gerente nos describió el hato de la peor forma posible, que de no haber habitaciones disponibles tendríamos que dormir en chinchorro a la intemperie, expuestos a la lluvia, a los mosquitos y animales.
Yo respondí: No importa, puedo dormir en chinchorro y comprarme un mosquitero. Otro compañero dudó y agregó: No, pero así no se puede ¿No podrían garantizarnos al menos una habitación?. A lo que ella respondió dirigiéndose a mí: "Sí se podría, por eso es mejor que se queden tus compañeros, porque son más los pasantes hombres que vienen de ganadería y agricultura que la cantidad de pasantes mujeres. Y aceptar a tus compañeros nos da la posibilidad de aceptar a otros pasantes o trabajadores y que compartan la misma habitación, una mujer no se sentiría cómoda compartiendo habitación con otro hombre, generándonos inconvenientes en cuanto al número de personas que podemos recibir.
Parecía que esta mujer sacaba cualquier justificación para decirme que yo no podría hacer las pasantías en esa empresa, y mis compañeros sí, y al decir verdad esto último me hizo dudar, prefería estar al alcance de caimanes y cunaguaros que tener que quedarme en una habitación con hombres, sin embargo afirmé: No, no tengo ningún problema en compartir una habitación con el sexo opuesto.
El resto de conversación siguió en este sentido, mis compañeros más o menos callados y yo monopolizando la charla mientras que la gerente se inventa cualquier razón para hacerme entender que en cierto modo no era digna del puesto por ser mujer, y que mis compañeros sí.
Al finalizar, solicitó mi número de teléfono y me dijo que me llamaría a las 7am del siguiente día con el nombre de las dos personas que harían las pasantías, a pesar de que no quiso anotar otro número de teléfono además del mío, yo me fui insegura por todas las razones que me dio del porqué no podría aceptarme.
Al siguiente día me llamó exactamente a las 7:00am: Yo había sido seleccionada para las pasantías. Me sentí súper feliz. Fui tan ingenua que viajé con un chinchorro y un mosquitero, completamente mentalizada a vivir todas las condiciones adversas que me habían contado, no había entendido que en realidad jamás me iban a poner a compartir una habitación con desconocidos ni mucho menos a dormir afuera del campamento, todo era parte de una prueba que afortunadamente aprobé, en el campamento me esperaba una habitación cómoda, con aire acondicionado, agua caliente y televisor con cable.
Muchas veces cuando deseas algo con todas tus fuerzas y tienes expectativas muy altas ocurre que aquello que tanto quisiste no era como esperabas, pero este no fue mi caso. Disfruté mis pasantías al máximo. Pude ver distintos animales de cerca, como el oso palmero, la danta, el cunaguaro, la anaconda entre otros.
Conocí personas extraordinarias de diferentes partes del mundo, todas con un elemento que las caracterizaba: el entusiasmo de conocer un país nuevo.
Disfruté recibiendo con esmero y alegría a cada turista que pasaba por el Campamento Matiyure, escuchar a cada uno de ellos dar su visión de Venezuela, me hacía amar a mi país muchísimo más. Me parecía increíble el entusiasmo que impregnaban en cada una de sus palabras para describir nuestras aves y nuestros paisajes. Ellos me enseñaron a ver mejor, a escuchar mejor y a querer mejor a mi estado. Aprendí a mirarlo bonito, a través de los ojos entusiasmados de los turistas.
Mientras algunos individuos dicen de forma denigrante que “Apure es puro monte y culebra” como si nuestra fauna fuese un defecto, otras personas (turistas extranjeros) viajaron kilómetros, hicieron escalas fastidiosas, incluso tuvieron que arriesgarse y viajar sin agencias por primera vez en su vida (ya que algunas agencias de viaje dejaron de vender a Venezuela como destino) solo para ver nuestro monte y culebra y con una emoción que no se iguala a ninguna otra.
Amé cada segundo de mis pasantías, pude compartir con excelente profesionales, como Sergio Carli, fotógrafo y director en ese momento de Ecotravel cuyos consejos en gerencia turística y calidad total, me sirvieron de mucho para mí crecimiento profesional, o el guía en turismo David Ascanio, de quien lamento no haber aprovechado mucho mejor sus visitas para aprender más sobre las aves. Pero en eso momento no tenía la disciplina que tengo hoy en día. Biólogos e investigadores visitaban seguido el Hato y amablemente compartían sus estudios sobre aves, murciélagos y resto de la fauna. Mi único lamento es no haber tomado nota o no tener una memoria increíble que me permita recordar a la perfección todas sus charlas y asesorías. Pensando en eso lamento no haber sido más atenta. Me fascinó la gran diversidad de aves y de todas mi favorita: Burrowing Owl (mochuelo de hoyo)
Todas las fotografías usadas en esta publicación son mías.