Un canto largo, suave y lejano como la línea en el horizonte de la mañana, que separa el cielo de la sabana venezolana y colombiana.
Saludos Steem-mados lectores, gracias por venir a leerme, el siguiente post hace honor a tres de mis series de artículos: "escucha esto", "cantos de mi tierra" y "yo soy de Apure". Espero que sea de su agrado mi ensayo sobre unas de las músicas más influyentes en mi vida, el canto de ordeño.
Un singular canto de trabajo.
La mayor parte de la música de faena, como el canto de pilón, tonadas de arreo, cantos cafeteros, entre otros. Surgen siendo un canto común o grupal y entre sí, para afrontar y resistir las agotadoras jornadas de trabajo, es por ello que generalmente se realizan con un pulso marcado que permite mantener el ritmo de trabajo mediante la música, estas manifestaciones culturales son gracias a la influencia de los esclavos africanos traídos al continente americano durante la colonia.
La tonada de ordeño, si bien es un canto de trabajo, es muy peculiar entre el resto, ya que es de interpretación individual, no se hace bajo un patrón rítmico o tonal, no coincide con la necesidad de resistir ningún cansancio y va dedicado a una vaca.
El ordeño en el llano se hace por lo general apenas se asoma el sol por la mañana. La mayor producción de leche se da cuando empieza la época de lluvia, de mayo a julio, cuando las sabanas se llenan de pasto y antes de que se cubran de agua. El ordeñador llama al becerro para que se pegue de la ubre y así lo deja un rato, luego de manear la vaca (amarrarle las dos patas de atrás), le sujeta la cabeza a un botalón (tronco enterrado en el suelo) y la del becerro la amarra a una de las patas delanteras de la madre, ubica un tobo para recoger la leche y se dispone a ordeñar. Pero para poder extraer la leche y en cantidad suficiente, debe hacer que la vaca esté tranquila, lo que no representa problema para él, pues consigue hacerlo cantándole con la ayuda de los pájaros, la brisa y la llovizna mañanera.
Basado en lo anterior, la auténtica tonada de ordeñador exige la presencia de diversos elementos que van desde el olor a bosta y mastranto, hasta la sabana misma. Lo que dificulta en gran medida poder tener la suerte de presenciar un verdadero canto de ordeño, sería imposible instalar una audiencia en medio del llano para presenciar esta música pues el mismo número de personas afectaría y arruinaría la interpretación. Así que la tonada de ordeño se ha dado el lujo de mostrarse sólo a unos cuantos afortunados.
Sin embargo, uno de esos afortunados ha tenido la amabilidad de compartir la música, o mejor dicho la aproximación de esta, con el resto de los mortales. Se trata del inmortal Simón Díaz, quien advirtió que por culta de la mecanización del proceso de extracción de leche, el canto de ordeño podría desaparecer, así que se dispuso a rescatar, componer y gravar una buena cantidad de esta música. Cautivando en el proceso a todo aquel que la escuchara. Luego de él han venido muchos más que bajo el encanto de la tonada, han producido más de estas dándole su toque personal.
Así que se podría decir que existen al menos dos tipos de música basada en el ordeño: la tonada producida con arreglos y acompañamientos musicales. Y el canto de ordeñador, el que se da en el campo, frente a la vaca y con el becerro de testigo. Ambas músicas distan mucho, pero evidentemente la primera es consecuencia de la segunda, con la principal diferencia que la tonada producida con acompañamiento musical trata de ajustarse a un patrón tonal y de tiempo o compás, mientras que la espontanea (la que canta el ordeñador) no se sujeta ni a una tonalidad, ni a un patrón rítmico. Pero si algo tienen en común ambos tipos de tonada es su hermosa poesía.