Una Tarde al Borde de la Laguna

Todo Vuelve a su Lugar de Origen

Hace algún tiempo que no veo a mis amigos de Cogollal. La distancia que nos separa es de aproximadamente aproximadamente doce kilómetros. Nos habían dicho que el paso hacia su casa está cerrado porque la lagua se desbordó. La laguna es nada más y nada menos que el majestuoso Lago de Valencia, o de los Tacarigua. Es el segundo lago más importante de mi país, Venezuela, y el cuerpo de agua dulce sin desagüe al mar más grande. Tiene una extensión de 344 km2.

Al rededor del lago se han ido levantando progresivamente sembradíos, poblados y ciudades, puesto que su caudal de agua ha sido segado varias veces. Se han desviado el curso de las aguas que lo alimentan reiteradamente, según se necesitase y por ello, se fue secando.

Las empresas no encontraron mejor lugar donde arrojar sus desechos líquidos, y también los sólidos. Los vecinos de las zonas aledañas siguieron el mismo rumbo. y Así algo curioso comenzó a ocurrir: el fondo de la laguna, debido a tanta comunicación se volvió impermeable. Progresivamente fue perdiendo su capacidad de filtrar y drenar el agua que recogía en sus entrañas.

Cuando las lluvias inician... Ella vuelve a crecer. Y cuando lo hace, lleva un ímpetu que arraza con todo lo que consigue a su paso. No importa qué estructura sea: casa, rancgo, sembrado, vía pública, entre otros. Ese es su espacio y lo quiere de vuelta. Lo reclama de vuelta.

Surge en mí la incógnita: ¿la laguna creció y acabó con lo que había a su paso? o por el contrario ¿los humanos crecimos y acabamos con todo lo que hay a nuestro paso?

Así mismo ocurre con nuestras relaciones personales. Nos acercamos al otro y en lugar de respetar y valorar su espacio, sus ideas, su manera de ser, les invadimos. Aprovechamos sus debilidades o necesidades para colonizar espacios personales que les pertenecen sólo a ellos. Luego, cuando ellos se dan cuenta, recuperan su autoimagen, su autoestima, su espacio. Nos dejan fuera y nos quejamos.

Mis derechos terminan donde comienzan los del otro. El lago reclama su espacio. El Otro reclama su espacio.

¿Estoy yo respetándoles?

¿O continúo arrojando mis miedos e inseguridades en ellos, convirtiéndoles en el receptáculo de mis desechos?

Como lo mencioné en un post anterior: Sólo puedo impactar en mi entorno cuando estoy dispuesto a identificar mis sombras y trabajar en ellas. Debemos empezar por nosotros mismos. Nuestra juventud no durará eternamente.

La laguna tiene esperanza. Expertos en protección ambientalista de la mano con los habitantes vecinos pueden encontrar la vía de coexistir en paz con ella. Así mismo, nosotros podemos coexistir en paz con nuestros semejantes. Y si necesitamos ayuda, no dudemos en buscar a los expertos. Seguramente un psicólogo o terapeuta profesional podrá ayudarnos....

Hasta la próxima…

-@leomarisperezm-

Todas las fotos son mías. Las realicé con la cámara de mi celular.

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