Allí se encontraba ella, tumbada en su cama mientras recordaba aquél encuentro con el que se convertiría en su tan anhelado "Dulce de verano".
Todo sucedió aquella tarde cuando se encontraron para tomar un café, ella con sus jeans y camisa ajustada, tacones y labios rojos, perfume con olor a caramelo, mientras entraba al café tenía sus manos temblorosas, vió ponerse de pie a este hombre de piel blanca, su pelo y barba ya pintaban algunas canas, cuando la saludo con el más dulce de los besos, de esos que detienen al tiempo y te abren las piernas. Dejando salir un pequeño y silencioso gemido "ahhh" .
Pasaron horas hablando, hasta que el ofreció ir a su casa para continuar lo que había comenzado.
Antes de llegar a su casa, en el taxi ya el desenfreno se apoderaba de aquellos ojos café y de esos labios rojos
Llegaron a la casa y el pasillo quedó lleno de innecesarias vestimentas, el calor emanado de esos cuerpos ardientes de pasión no se comparaba con nada experimentado por ella.
Había un mueble donde ella descubrió el cielo y el conocio el infierno entre sus piernas cuando pudo beber el néctar de su vulva emanar de tan grandiosa excitación, cada palpitar, cada gemido, repetía "cojeme como a nadie" "hazme tuya" "te deseo" "llévame al cielo" allí con esta última, el la tomo entre sus brazos, y le hizo el amor como a ninguna otra mujer con la que se pudiera "cojer" y "hacer el amor" al mismo tiempo
Ella tocó el cielo, el conoció el infierno... Ahora buscan las estrellas por separado y el calor entre sus piernas pide a gritos de esos labios que bebieron su néctar hasta dejar la vulva pidiendo más.