La Ruptura

Este, no es más que un extracto de un momento que luego plasmé. Espero os guste, no fue sencillo escribirlo, pero vaya que me gustó hacerlo.


En ese momento fue cuando empecé a llorar desde mis adentros, más ninguna lagrima se coló a través de mi parpado. No caerían, no saldrían. No debía verme caer, he escuchado mucho sobre eso antes, que tu pareja no te debe observar débil. No importa cuán débil estés.

Pero mi alma se partía, mi alma, que veía su gemela distinta, con un aura fuera de lo que siempre fue, o al menos… de lo que siempre pareció.

Y se lo dije.

-Necesitamos hablar. -Respiré, y seguí. – Necesito decirte algo de hecho. Y es que ya no puedo más… No se trata de lo que haces, o de ti. Sino de mí, puesto que no puedo suplir tus necesidades… más allá de un ámbito de culpas… No está mal, solo… somos muy diferentes ahora.

Pero soy un humano saben, no aguanté mucho más, empecé a llorar.

-Y me duele, pero no puedo quedarme a tu lado, aun así, mantendré el corazón abierto a ti. Aunque haya cometido el gran, gran error de volver contigo, de volver a hablarte. No debí hacerlo.

El me miro, y yo observé un dolor inexplicable en sus ojos, ¿por qué? Parecía que eso necesitaba él, en serio… es la única solución que encontraba al embrollo que supuso estar juntos.

-No me ama ya… -Solo logró decir. Y sentí como la decepción venía a mí derribándome como una bola demoledora.
-No, no te confundas… Yo te amo… Te amo, te amo, te amo… y lo seguiré haciendo por el resto de mi vida, me llevaré conmigo cada instante juntos, como me hiciste crecer, cada detalle de nuestra vida. Cada hermoso y horrible momentos que al final, nos hacía felices porque no importaba más que nosotros… Lo guardaré bajo llave, como un tesoro. Te amaré el resto de mi vida, y la siguiente, y la siguiente a esa…

En ese momento un impulso paso por mí y se burlo de mis tambaleos, me tomó e hice algo, que no hacía desde hace mucho tiempo. Le besé. Pero no, besarlo, era algo del día a día. Lo que no hacía desde tanto era hacerlo… con amor.
Y volví a hablarle al separar mis labios:

-Solo que no será de la misma forma.

Pero no abrí los ojos, no levanté mis párpados, por miedo a retroceder y volver a caer, la compasión no debía funcionar esta vez. Era muy tarde. Solo alcancé a ver la plantita morada, la que crecía desde hace unos días con mi desesperación, ella nació bajo un momento de preocupación, elegante y firmemente bella. Tal vez debía aprender de ella… Mi vida no podía acabar… debí continuar. Y lo hice.

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