Se ha perdido el arte de descansar al mediodía y son muchos los que están sucumbiendo a las tensiones de una vida que se vive a alta velocidad. El descanso es un sedante para el enfermo y un tónico para el fuerte. Significa emancipación, iluminación, transformación. Nos libra de ser esclavos.
¡Cuida que no se le acabe la cuerda a tu reloj!, es la oportuna admonición que cantan los negros del sur de los Estados Unidos. Tengo un reloj cuya cuerda dura 8 días. Una noche, después de un día especialmente agotador, con las fuerzas gastadas hasta lo sumo (nos habíamos olvidado que la majada descansa al mediodía), nos dimos cuenta que estábamos llevando cargas que correspondían al día siguiente, al mes siguiente y al año siguiente. El sueño se nos iba, cuando oímos el lento y débil tictac de ese reloj que parecía decir: "Se me está acabando la cuerda y no podré seguir por mucho rato", su sonido cada vez se oía más débil, y pronto se hubiera detenido totalmente si alguien no grita:
- ¡Se le está acabando la cuerda al reloj. Es mejor que alguien le dé cuerda antes de que se pare!
Y alguien lo hizo. Después de unos momentos pudimos oir el tictac vigoroso y acompasado. El reloj había recibido nuevas fuerzas y ése era el resultado. Una voz queda, suave, me habló a lo profundo del corazón y repitió el refrán del canto negro: ¡Cuida que no se le acabe la cuerda a tu reloj!
Texto tomado del libro Manantiales de vida.