Ella, es Penny, tiene cinco meses de edad y es un corazón con cuatro patas. Es una gata demasiado dulce y buena compañera. Atiende por su nombre (por cierto, su nombre completo es Penny Lane, por una de mis canciones favoritas de los Beatles).
Desde que tengo a Penny he entendido el dicho "La curiosidad mató al gato". Es asombrosa su curiosidad. En la cocina, en el baño, en las habitaciones, todo lo que se mueve llama su atención. No hay gaveta donde ella no quiera entrar, ni gabinete de cocina que se salve de sus intentos de recorrer cada rincón. Incluso la poceta ha sido visitada por ella.
Lo cierto es la curiosidad casi le cuesta la vida, pero esa es una historia aparte. Conocí a Penny en un edificio de apartamentos; su mamá la había dejado y ella rondaba por los pasillos maullando a todo pulmón, solicitando ser acogida por alguna familia. Nunca me ha llamado la atención tener un gato, pero, estaba pasando por un mal momento con un par de ratas que se mudaron a mi casa, así es que, decidí adoptar a Penny. Además desde el primer momento me encantó ella me encantó. Debía haber tenido alrededor de un mes de nacida, era muy pequeña para vivir sola y de su cuenta y no solo me enamoró a mi, sino también a mi hijo de 14 años.
La primera noche estuve aterrada de la alguna de las ratas la matara, pues era muy pequeña. Pero me habían dicho que el solo olor de los gatos hace huir a las ratas y lo pude comprabar, pues desde que llegó Penny a casa, nunca más supe de ratas.
Penny era tan pequeña que no sabía tomar agua; yo le ofrecí agua sin pensar en la posibilidad de que fuera la primera vez que la tomaba, pero sin dudas, así era. Intentaba tomar y el agua le entraba por la nariz, pero a los pocos sorbos ya había agarrado el hilo, como decimos en mi país.
En cuanto a su alimentación, al principio no sabía qué darle. Me recomendaron darle sardinitas con arroz si no le iba a dar gatarina. Comencé con esa dieta (sin sal ni aliños) y a ella le encantó, sin embargo, es algo que requiere de cuidado en la preservación y dadas las fallas eléctricas en Venezuela, opté por comprar la gatarina. Ella no sabía que eso se comía. Lo vio con indiferencia, lo olfateó y ni lo probó. Debí motivarla a probar un bocado dándole directamente de mi mano. Y de verdad le encantó.
Otro detalle que me encanta de los gatos (y de Penny especialmente) es su limpieza. Desde el primer momento le mostré su cajita con la tierra y ella supo sin necesidad de explicaciones ni regaños cual era el uso de esa caja. Nunca ha hecho nada fuera de lugar. La arena debe mantenerse limpia, eso sí, pues de lo contrario el olor comienza a ser desagradable.
Algo que no me gustó y que resultó bastante difícil de erradicar (aun tiene ciertos vestigios de esa costumbre) es la idea de que puede trepar por mis piernas como si se tratase de algún arbusto. Con sus afiladas uñas se adhiere y va subiendo por mir piernas, dejándome grandes y feos rasguños. Esta costumbre la ha ido erradicando a medida que crece y siempre la reprendo cuando intenta "escalar" por mí.
Como todo buen felino, Penny ama dormir y es capaz de hacer en cualquier lugar o posición, especialmente si está sobre el calor de algún humano.
Más adelante estaré compartiendo más de mi experiencia como madre gatuna, para aquellas personas que deseen incursionar en esta bella aventura.