Despierto risueño, sin ganas de levantarme de la cama, evito -inútilmente- con mi sábana taparme la luz que se cuela por la ventana , ya es de día, sábado y temprano en la mañana, alzo por inercia mi cuerpo, con actitud de quien no quiere la cosa, hay una fresca y agradable brisa que entra, parpadeo, mis ojos se sienten pesados, «algo» me tienta a devolverme a mi lecho -y no de muerte-.
¡Qué sabrosa está la cama!: Me decía mi Yo perezoso.
¡Deja la flojera y levántante!: Me dice el Yo interno responsable.
Pues sí, lo hice, logré la proeza, unos ligeros estiramientos y me dirijo al baño a darme un buen duchazo (aprovechando que había agua) para espabilarme.
Al devolverme a mi habitación, ya seco y al tiempo que me vestía, percibí un sonido que se oye a las afueras, me causa curiosidad, no lo distingo bien, lo ignoro, y me dirijo a la cocina a prepararme mi desayuno, se intensifica, se empieza a oír con claridad, y no es algo a lo que esté habituado diariamente.
¿En serio?, ¡no puede ser!. Mis oídos no me engañan.
¡Sí!.
Es música clásica, académica, esa de orquestas sinfónicas pues, Dudamel, aquel loco de cabello enrrollado que mueve la mano a todas, partes, ¿mejor?, es eso pues.
Y no era de cualquier autor, era lo siguiente, presione y escuche mientras sigue leyendo:
Tan extraño como se lee y resuena en sus mentes este hecho en sí, unos peculiares seres humanos tenían puesto en sus aparatos reproductores de sonido tal género musical.
A la vez me surgían unas preguntas un tanto alocadas:
- ¿Debería atemorizarme que alguien haya reproducido algo así a todo volumen?.
- ¿Tendré una secta diabólica cercana en medio de un ritual mañanero?.
- ¿Podrá ser una especie de Hannibal Lecter tropical preparando sus «exquisiteces»?.
- O peor, ¿una pareja al estilo de Santa Clarita Diet?.
- ¿Estaré pensando y preguntándome una sarta de estupideces juntas?.
¿Quién sabe?.
Otras incógnitas menos radicales se paseaban por mi cabeza:
- ¿Debo recuperar fe en la humanidad?.
- ¿Creía que el buen gusto por la música había muerto?.
- ¿Estoy cayendo en mera subjetividad?.
- ¿En discriminar negativamente a otros por gustos musicales?.
- ¿Acaso en un clásicocentrismo? (Término que he patentado desde este momento).
Algo sí es seguro, agradezco una atmósfera atípica, distinta y grata que me brindaron esos extraños esa mañana que decidieron ser intransigentes en un entorno acostumbrado al pop, reggaeton y vallenato a la orden del día.
Para el momento de esta edición ya comenzaba una selección de boleros.
¡Sospechoso!.
Fotografía tomada con Iphone 4S y editada en Pixlr.
No me queda más que agradecerles...
Nos leemos.
Nos leemos.