“El Entierro”
“El Entierro”
En un pueblito campesino de lo llanos Venezolanos, Doña Elvia Martinez vive sola con sus nietas, María, Carla y Dianita, en un ranchito humilde lleno de una tristeza temprana, ya que la madre de estas niñas, su hija Margot, murió en extrañas circunstancias hace mes y medio, siendo encontrada desangrada por los orificios nasales sin ninguna explicación debajo de un árbol de cují.
Nadie pudo constatar las causas de la muerte, solo corrió el rumor en el pueblo que un extraño y desconocido hombre de color, alto y todo vestido de blanco, fue visto junto a ella unos días antes de morir.
Una tarde-noche, Doña Elvia sale al gallinero a buscar algunos huevos para la cena, cuando de repente en el mismo árbol de cují, se le aparecieron dos esferas iluminadas, oyendo a la vez una voz de ultratumba en eco que le decía:
“Aquí está enterrada mi fortuna, te la regalo si me das una pollita de esas que tú tienes, solo quiero una, la más pequeña”
La Doña se exalta pero por dentro se alegra, las esferas desaparecen e inmediatamente cree que es una oportunidad única, pensando que tiene muchas pollitas y no le costará nada darle una a la entidad que le habló, y acepta el trato.
Rápidamente la señora regresa con intención de buscar al pequeño animal, cuando de pronto ve al hombre negro parado frente al rancho, una luminosidad intensa lo envuelve, un olor fétido invade el aposento; ella se detiene y antes de poder hablar, el misterioso “ente” se desvanece convirtiéndose en una horrenda lagartija, balbuceando un “Gracias” antes de desaparecer dentro de una bola de fuego que se lo tragó por completo.
Aterrada corre a ver a sus nietas, encontrando a Dianita, la menor, agonizando prendida en fiebre, y piensa: “Esta era la pollita”.
Fin.
Esta historia está basada en hechos reales, ocurridos a mediados de lo años 70 en el caserío "las Mayitas" del municipio Mac-gregor del Estado Anzoátegui, Venezuela, contado por la misma señora Elvia Martinez de Figuera (abuela de mi esposa) quien vivió una horrenda pesadilla al tratar de capitalizar un "entierro" de antiguos terratenientes, que dejaron guardianes de ultratumba y del más allá, para que personas no escogida e incautas, sufrieran la pérdida macabras de seres queridos a cambio de su descanso eterno liberando su alma en pena.