La Familia Monroy Argote (Siglo XIX)

Saludos comunidad de Steemit. Intento en esta ocasión, con propia voz, y a distancia de criterio de rectoría intelectual, aproximarme a la reconstrucción histórica de dos sugestivos aspectos de la sociedad villacurana de primera mitad del siglo XIX hasta ahora intocados por la historia local: 1.- La edad de incorporación del varón al proceso social de trabajo; y, 2.- Los valores culturales en cuyo marco concreto debió actuar una figura representativa de la mujer viuda en espacio y tiempo concretos.

Coherente con la experiencia surgida del quehacer investigativo, estoy en capacidad de aseverar que, por lo general, el comerciante albergó entre sus vivas aspiraciones convertirse en hacendado, lo cual constituyó una vía de ascenso vertical en la estructura social. Conque, de este modo, abrióse camino, por una parte, para el usufructo de la tierra (incluida la explotación de la fuerza de trabajo esclava, libre y semilibre); y, por la otra, para su inserción en la superestructura jurídico-política-ideológica a través del ejercicio de cargos públicos.

No pocas veces el status de comerciante y de hacendado recayó en un mismo individuo, cosa que hizo en extremo delgada la línea que separó a uno y otro respecto de sus particulares intereses y ambiciones.

A guisa de ejemplo, el caso del comerciante Guillermo Espino: Miembro del colegio electoral de Caracas en 1837. Promotor del Tribunal mercantil. Conjuez entre 1837 y 1841. Propietario de buen número de inmuebles urbanos en dicha ciudad. Propietario de los hatos “El Totumo”, en San José de Tiznados; “Altagracia”, en la Villa de Todos los Santos de Calabozo, y la posesión de “Valle abajo”.[1]

A fin de ir encuadrando en el tema, interesa abocetar de seguidas el entramado familiar de la villacurana Luisa Joaquina Díaz Argote, nuestro personaje central. Hija legítima de don José Díaz Argote Hernández, natural de Buenavista, en la Isla de Tenerife, y doña Bernarda María Ramos Villasana, oriunda de Villa de Cura.

Casó y veló en su pueblo natal el 22 de marzo de 1800 con don José Antonio González Bello. Natural de Villaflor, lugar de Tenerife. Hijo de don Miguel González Monroy y de doña María de la Cruz Bello.[2] Ambos contrayentes -según revelan las fuentes-, habituaron emplear el segundo apellido de sus respectivos padres, no así el de sus madres.

La señora Argote provenía de una de las familias principales de Villa de Cura. Los datos puestos en nuestras manos por libros sacramentales de la localidad, permiten inferir, sin temor a yerro, que fue hermana del célebre sacerdote villacurano Juan Antonio Díaz Argote. Segundo Diputado por el cantón Cura al Congreso de 1811. Sustituto en el seno de éste del Capitán del batallón de Veteranos de Caracas, Juan de Escalona y Arguinzones. Suscribiente también, el cura Argote, del Acta de Independencia y la Constitución de 1811, todavía cuando, en verdad, conforme con los dictados de añeja tradición y obediencia eclesiástica, permaneció fiel a la causa de Su Majestad el Rey.

La familia emparentó con Ezequiel Zamora Correa a través del enlace matrimonial habido entre Ana Josefa Díaz Villasana (hermana de doña Luisa) con don Luis Antonio Trujillo y Pereira. Casaron en Villa de Cura el 19 de agosto de 1794. Hijo éste de la villacurana Juana María Ángeles Pereira y González de Araña (tía abuela entera por vía paterna del prenombrado Ezequiel) y Juan de León Trujillo y Castillo, oriundo de El salvador, isla de la Gomera, una de las Canarias.[3]

A diez de julio de 1838, doña Luisa Joaquina, bajo estado de viudez, otorgó por ante el Registrador don Domingo Antonio Pardo Lozano, testimonio escrito a través del cual, por libre voluntad, formalizó solemne declaratoria. La intención, públicamente expresada, en sus propias palabras, fue concitar la paz y buena armonía que deben llevar entre sí mis legítimos hijos después de mi fallecimiento, como en efecto había sido hasta entonces en el íntimo seno de aquel hogar.

Se hizo acompañar por los testigos Francisco Gil Ceballos (pulpero), Pedro Bofill Roca (comerciante minorista de origen vasco), José Gabriel Rodríguez Vargas (comerciante, primo consanguíneo de Ezequiel Zamora, años luego su socio) y Joaquín Paúl Terreros (abogado y connotado miembro del estamento político local), vecinos todos de Villa de Cura. Debió firmar a su ruego, por estar impedida la otorgante, su hija, Luisa Monroy Argote.

El contenido de la relacionada declaratoria trascendió la mera y fría formalidad de los actos registrales. No nos dejemos seducir por lo aparente. Su proceder, en mi ver, estuvo impulsado por el valor del orden, en el marco de la narrativa de modernidad del siglo XIX.

En verdad, no hizo la Argote sino actuar acorde con los valores sociales que perfilaron su papel de mujer y madre a la vez. Efectivamente. De mujer y madre situada y comprometida con los valores de su tiempo, no sustancialmente diferentes de aquellos que definieron la figura femenina en la sociedad española de segunda mitad de aquel siglo en tanto que representación diáfana de la armonía del hogar.[4] Valores, insisto, macerados en una sociedad patriarcal que continúan siendo, indiferentemente de nuestra voluntad individual, y pese a todo, componente de lo sociológico hispanoamericano.

Conforme con la declaratoria de doña Luisa Joaquina, el señor Francisco Monroy, uno de sus hijos, había gozado de plena emancipación desde el fallecimiento de su marido, cuya fecha omite la fuente de primera mano.

Francisco, en alegato de su madre, desde la edad de catorce años ha tratado y contratado, trabajado necesariamente hasta formar, como ha formado, un peculio adventicio que es de su exclusiva propiedad, sin que ninguna persona pueda disputársela.[5]

No son suficientemente prolijas las fuentes examinadas como para permitirnos hacernos una idea más o menos redonda sobre la dinámica económica de Francisco Monroy. Sabemos que en 1836 destacó por amo de esclavos. [6]

El 6 de diciembre del año siguiente, en Villa de Cura, otorgó junto con Pedro Juan Cuervo, contrata de permuta por medio de la cual éste dio a aquél una porción de tierras en el sitio de "Semen", término y jurisdicción local, bajo los linderos siguientes:

Naciente, con un montón de piedras que está del otro lado del Río Semen. Por el Poniente, paso real de Bocachica. Por el Norte, cabeceras de Cataure y por el Sur el Río Guárico, exceptuándose la octava parte de dicha posesión que pertenece al señor José de Jesús Madero, el sitio de casa y corral de Rafael Utrera y el sitio de casa y corral de la señora Francisca Oropeza.[7]

El citado Monroy, por su parte, transfirió a Cuervo una casa con dos viviendas, una de tapia y rafas, y otra de bahareque y horcones cubierta de tejas con treinta varas de frente y cincuenta de fondo situada en esta ciudad donde nombran el Pozote y además la cantidad de quinientos pesos en plata.

El inmueble estuvo localizado al Sureste del casco urbano, en la hoy última calle transversal, entre avenidas Bolívar y Comercio, dentro de los siguientes linderos:

(…) por el Naciente con el zaguán de otra casa que también es de Monroy, por el Poniente con casa de Isidro Fuentes, por el Norte con calle que va hacia el Llano y por el Sur con el camino Real del ganado […] la cual dijo pertenecerle por compra que de ella hizo al señor Juan José Durán.[8]

En 1848 –señala José Oswaldo Pérez citando a Botello–, poseyó un hato en San Francisco de Tiznados (Guárico) con más de cuatro mil reses, 400 bestias caballares y 80 burros aproximadamente, el cual vendió ese año al genovés Jeremías Scott.[9]

Considerada la edad a partir de la cual incorporóse Francisco al proceso social de trabajo, es claro que reconociera con justedad doña Luisa Joaquina en él su industrioso carácter, inteligencia, desprendimiento, responsabilidad, acendrado espíritu de solidaridad y sentido de identidad familiar.

Los atributos personales en mención, sin duda respondieron al influjo de la esfera interna (la familia) y externa (la sociedad). A la primera, estuvo ceñido preeminente el desenvolvimiento de la figura femenina; a la segunda, el del hombre.

Fue esta cuestión abordada en extensas como sesudas discusiones por la intelectualidad española en la segunda mitad del siglo XIX. Así lo expone, por ejemplo, en una interesante visión, María del Pilar Sinués de Marco a la altura de 1875:

Creo que la esfera de acción de la mujer es tan extensa como la del hombre, pero en condiciones completamente distintas: el hombre, por medio de la razón, debe realizar todos los hechos de la vida exterior; la mujer, por medio de su bondad inteligente, debe dirigir la vida interior de la familia. El hombre está llamado a instruir a sus semejantes por medio de la ciencia: la mujer a educar a sus hijos por medio del arte, que es lo bello. Porque la instrucción es lo externo, es lo que se adquiere por el ejercicio de la inteligencia. La educación es lo interno, es lo que cada uno consigue mediante su íntima reflexión, avivada por el sentimiento fundado en el amor a todo lo verdadero, a todo lo bello, a todo lo bueno que existe inextinguiblemente en el fondo del alma humana.[10]

No es descabellado pensar que emulara Francisco a su padre en las responsabilidades propias de la figura masculina con empeñoso y satisfactorio tino. Hízose comerciante, efectivamente, luego propietario de latifundio ganadero en una sociedad caracterizada por rígidos mecanismos de ascenso social vertical y una limitada capacidad de especialización de sus funciones económicas.

Con todo, alcanzó acumular bienes adventicios que, como aseveró su madre en manera tajante, son de su legítima y exclusiva propiedad […] adquiridos por su industria y personal trabajo sin que tenga su origen de algunos bienes hereditarios de su legítimo padre y mi esposo señor Antonio Miguel Monroy.

No se requiere agudeza extrema para deducir que quiso Luisa Joaquina dejar bien apartados los bienes del hijo respecto de la masa de bienes hereditarios dejados por su esposo. Estuvo cierta de que no eran en aquella sociedad -como tampoco hoy en la nuestra-, todos los hermanos justos y responsables. Suficientemente enterada estuvo de pleitos familiares surgidos por causa de formales diligencias que, vinculadas con la vida material, resultaron omitidas o preteridas por parte de los padres. De ahí su firme y oportuna decisión de continuar desempeñando el papel de El Ángel del hogar, pues nadie, cual la mujer, puede moralizar la sociedad y hacer brotar de ella semillas de virtud.[11]

Ya, al final de su declaratoria, dejó categóricamente establecido Luisa Joaquina que sobreviviéndole aquél, como es muy natural, puede disponer de sus temporalidades sin que ninguna persona pueda presentarse pidiendo parte de ella bajo ningún título.

Los restos mortales de doña Luisa Joaquina Díaz Argote Villasana fueron sepultados en su pueblo nativo el 16 de agosto de 1851.[12] Tras de sí, para la posteridad, dejó la imperecedera impronta de inteligente bondad, insospechadas virtudes, insondable amor y sentido de justicia en provecho de la integridad de su hogar.

REFERENCIAS

[1] Véase BANKO, Catalina: EL CAPITAL COMERCIAL EN LA GUAIRA Y CARACAS (1821-1848). Caracas, B.A.N.H., 1990. p.p. 497-498.
[2] FamilySearch Venezuela, Catholic Church Records, 1577-1995 Aragua Villa de Cura San Luis Matrimonios 1719-1906. Img. 741.
[3] Véase HERRERA-VAILLANT, Antonio: La estirpe de las Rojas. Caracas, B.A.N.H. (Fuentes para la historia colonial de Venezuela), T. II., 2007. pp. 230-231.
[4] JAGOE, Catherine; BLANCO, Alda y otros: La mujer en los discursos de género. España, Icaria editorial, S.A., 1998. p. 85.
[5] Archivo del Registro Subalterno del Municipio Zamora Estado Aragua (A.R.S.M.Z.E.A.) Protocolo N° 11. Año 1838-1839. fo. 1 Vto.
[6] FamilySearch Venezuela, Catholic Church Records, 1577-1995 Aragua Villa de Cura San Luis Bautismos 1800-1866. Img. 712.
[7] A.R.S.M.Z.E.A. Doc. suelto. fo. 15. Año 1837-1838.
[8] Doc. Cit.
[9] Disponible en línea http://fuegocotidiano.blogspot.com/2018/02/los-melendez-y-pereira-orticenos.html Consultado 28 octubre 2018.
[10] JAGOE, Catherine; BLANCO, Alda y otros: Ob. cit. p. 91.
[11] Ibíd. p. 35.
[12 ] FamilySearch Venezuela, Catholic Church Records, 1577-1995 Aragua Villa de Cura San Luis Defunciones 1718-1864. Img. 1375.

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