Han pasado dos años, cinco meses, y una vida cortada. Fueron sentenciados en cadena nacional de Radio y Televisión, mientras ellos solo cumplían su deber de asistir ante las instancias, pero le prepararon una trampa que les manchó su juventud.
Ellos fueron torturados, víctimas de artimañas, de mentiras, y la orden política de culparlos de algo que no hicieron. Ellos creyeron que la libertad de su país se encontraba en la protesta, en el coraje libertario del movimiento juvenil. Ellos creyeron que juntos como ciudadanos podían garantizar que sus madres vivieran mejor, sus hermanos estuvieran felices y que no partieran a otra nación. Pero no fue así, sus pagos fueron de pasar por tres cárceles. Venezuela no fue liberada, su municipio no vive mejor, Maduro sigue en el poder y ellos están encerrados.
Ellos han mirado la nada por 900 noches. En un ambiente que no les correspondían, llenos de sangre, mierda y la vida guindando en un hilo. Ellos Sufren, lloran, y sobreviven. Ellos están desnutridos, con asepsias en sus rodillas, con una cortada de 35 puntos y un container de coraje. En esas novecientas noches siguen con un único propósito; la de encontrar su libertad, la de abrazar a sus nuevas sobrina. Darle la paz que necesita sus madres, y sus padres.
Luego de dos años y cinco meses sus jueces decidieron interrumpir el juicio, y comenzó uno nuevo. Pasaron 75 testigos y no hubo nada que los incriminara, hubo más de cuarentas audiencias; y nada los inculpaba. El cometido de los jueces ahora es condicionar la admisión del delito. Ellos son inocentes, no mataron a nadie, pero la dictadura sangrienta los quiere bajo cuatro paredes, le tienen pánico a sus espíritus y a sus historias que ya con 19, 20, y 22 años representan la lucha de la juventud que tendrá un mañana.
Ellos son Venezuela.
Muchachos, pronto nos veremos.
Escrito por Jhon A. Romero.-