Los momentos del día hacen que el hambre se confunda con la asfixia. Cuando sabes que hay poco oxígeno y poca comida, pero aún así; no logras identificar cuál te hace más falta. Vivo escuchando voces, de repente gritos, y muchos golpes. Suelo presenciar todo, menos las sonrisas. Hay días que me encuentro al ritmo del hambre y las alucinaciones.
Hay ocasiones en que las luces se opacan, debido a que mamá no está, y sin ella todo es distinto, sobre todo cuando toca entrar a un hospital. Puesto que ella sabe cómo acompañarme, me ayuda con mi dolor, y con mis miedos. Por ejemplo; ella sabe que no debo cargar leña ni olerla. Mi mamá sabe, sí; aunque no me crean y no la vean.
Pueden decirme; ¿Cómo podría desaparecerme de este lugar? Es que hay sangre y muertos. ¿Cómo podré evadir este vacío inmenso e indistinto?
María extraña a su mamá. Ella también tiene hambre y ya no quiere comer más lentejas. Wilmer -su amigo-, le dijo que no las volvería a comer, y que la gripe se cura con Cocuy, no yendo a la escuela.
¿Será que tengo hambre o me está faltando el aire?
Escrito por Jhon A. Romero.-