Los hipopótamos, a pesar de ser uno de los animales más temidos de la sabana, despiertan la simpatía de los humanos. Ese cuerpo rechoncho acompañado de una enorme cabeza, con minúsculas orejas y un morro desproporcionadamente grande le confiere un aspecto gracioso.
No debieron pensar lo mismo a finales del siglo XVIII los primeros exploradores occidentales en África cuando vieron por primera vez una manada. Más que cómicos les parecieron siniestros. Aseguraban que estos animales sudaban sangre.
“Los primeros exploradores aseguraban que los hipopótamos sudaban sangre“
La realidad es que los hipopótamos no sudan sangre, pero sí secretan un líquido rosáceo que protege su piel. Esta no tiene pelo, es fina y delicada, se seca con mucha facilidad y se quema con los rayos de sol.
Para evitar el sol directo, los hipos suelen pasar el día dentro del agua, dándose baños de barro y salen por la noche para alimentarse de pasto y algún que otro pequeño mamífero. Y cuando no tienen más remedio que salir a tierra firme con un sol de justicia, se cubren con su particular crema protectora.