El Señor de los Recuerdos (Microcuento)

Martina, era una niña que creció en medio de situaciones que no eligió vivir. A pesar de su corta edad, percibía que su alrededor no estaba bien. Cada persona que la rodeaba en su familia estaba inmiscuida en sus cosas, y nadie se percataba que en ella un sentimiento de vacío y soledad estaba creciendo.


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Poco a poco fue desarrollándose con las herramientas que la vida le ofreció, por lo que se refugió en sus amistades y en su pasión por lectura. ¿Qué más podía hacer? Buscar apoyo en un lugar donde reinaba la distracción en los asuntos propios de sus seres queridos, no era una opción.

Pasaron los años, y con Martina también creció ese vacío y aquel sentimiento de soledad. Un día, después de su jornada laboral, se detuvo a tomarse un café. Estaba algo cansada, decidió detenerse y relajarse un poco.

Sentada, después de dar el primer sorbo de café, un señor muy elegante y de avanzada edad le preguntó:

¿Puedes compartir tu mesa conmigo?

Ella, inmediatamente encogió los hombros en señal de indiferencia. El señor sonrió y le contestó:

Sabía que ibas a tomar esa actitud, era de esperarse, después de todo lo que has vivido.

Martina sintió que ese Señor escondía algo, y se preguntó a si misma: “¿Por qué habla como si me conociera?” Automáticamente cambió su actitud y le dijo:


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“Disculpe, sé que he sido grosera. Puede sentarse en mi mesa.”

Este, después de tomar asiento, le dijo:

“Sé muy bien quien eres Martina, conozco cada detalle de ti, ¡hasta que por fin logré tomarme un café contigo! Llevas una vida muy acelerada, y no has resuelto lo que aún te está afectando.

Esta vez, Martina no dudó en preguntar:

¿Quién es usted? ¿Por qué habla como si me conocieras?

El anciano respondió:

Soy parte importante de tu pasado. ¡Me salieron canas esperando este día! Haz mezclado todo ¿Por qué me echaste a un lado?

Martina no podía entender, pero decidió dejarlo hablar.

Decidiste unirme al resentimiento. Desechaste los grandes momentos de felicidad que también viviste. Te quiero mostrar cada detalle bonito que aún conservas en tu mente, gracias a mi incesante perseverancia. ¿Por qué no me permites revivir esos momentos de felicidad por un instante?. No ha sido fácil mantenerme presente, estas cerrada a cualquier excusa que yo encuentre, mira que lo he intentado mucho, ¡he usado mis mejores armas! pero no importa el aroma, el sabor, la imagen o la melodía... siempre tratas de evitarme.

Martina dejó correr una lágrima por su mejilla, y continuó escuchándolo:

¿Por qué no resuelves de una vez aquello que viviste y continúas tu vida más ligera? Permítete viajar por el tiempo, pero para recordar esas etapas hermosas de tu vida. Disfruta ese espacio perfecto que quiero regalarte, para renovar esa felicidad cada vez que visite tu pensamiento.


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Martina finalmente entendió que estaba tomándose un café con sus propios recuerdos, pero esta vez, los dejó fluir...

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