CASTILLA

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Cuando se da uno una vuelta por algunas tierras de Castilla, ahora llamada Castilla y León, necesaria aclaración para nuestros lectores no españoles, y especialmente por la Tierra de Campos, que comprende varias de esas provincias, no tiene más remedio que compartir el sentimiento que Unamuno reflejó magistralmente en este poema:

Tú me levantas, tierra de Castilla,
en la rugosa palma de tu mano,
al cielo que te enciende y te refresca,
al cielo, tu amo.

Tierra nervuda, enjuta, despejada,
madre de corazones y de brazos,
toma el presente en ti viejos colores
del noble antaño.

Con la pradera cóncava del cielo
lindan en torno tus desnudos campos,
tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro
y en ti santuario.

Es todo cima tu extensión redonda
y en ti me siento al cielo levantado,
aire de cumbre es el que se respira
aquí, en tus páramos.

¡Ara gigante, tierra castellana,
a ese tu aire soltaré mis cantos,
si te son dignos bajarán al mundo
desde lo alto!

La piel de esa mano, es la de una Castilla vieja y arrugada, seca por el sol del verano y el hielo del invierno, y es tan alta, que nos acerca al cielo en el que vemos nacer y ponerse el sol, porque es tan llana como en un mar de cereales. Se siente también una elevación, no sólo física, sino espiritual: Castilla es un ara gigante, un altar; por eso Castilla ha sido una tierra de místicos.
Pero también es "madre de corazones y de brazos" , heroica y guerrera en su pasado: nos quedan sus castillos, que son muchos.

Este poema me vino a la mente, cuando estaba contemplando el paisaje desde lo alto de la muralla que rodea totalmente una villa castellana cercana a Valladolid, "Urueña": la ciudad, en un altozano, tiene a sus pies una alfombra , que cambia de color según van cambiando las estaciones. Los pocos habitantes que allí residen, hacen tertulia en el camino que rodea la muralla, para contemplar la puesta de sol, que es también reclamo turístico para los viajeros que acuden a la ciudad a visitar alguna de sus muchas librerías y museos.

Hace muchos años yo iba con mi padre al pueblo donde había nacido ,un pueblo leonés de esa Tierra de Campos. Y allí paseábamos al ponerse el sol, en las tardes de verano hasta una ermita, a unos kilómetros del pueblo, la ermita de S. Cristóbal; nunca había visto una ermita más pobre; se recortaba a lo lejos como una casa campesina, en una llanura desprovista de árboles, terreno seco, desierto, sólo los colores del ocaso.

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Ese sentimiento de soledad, de recogimiento, es el mismo que experimenté hace unos días, casi cuarenta años después, en esa ciudad castellana, amurallada.Captura de pantalla 2017-10-20 a las 13.52.41.png

Las iglesias románicas que abundan en la zona , son casi tan solitarias y agrestes como aquella humilde ermita; Captura de pantalla 2017-10-20 a las 13.53.29.png

Qué bien reflejó el carácter castellano Azorín, Delibes: La gente recogida en las casas, viviendo sólo para dentro...
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Pero la otra Castilla guerrera también aparece en esta pequeña ciudad, tan bien amurallada, tan cerrada al exterior, tan defendida por su castillo.

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Esta tierra de castillos merece una visita para aquel que no la conozca; yo la tenía dentro desde niña, pero ahora la he vuelto a descubrir.
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