Soy un maldito/Reflexion sobre el amor.

Soy un maldito


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Al parecer, he errado al nacer en este tiempo y sobre estas circunstancias. Cabalgo en un mundo tan alejado de mí, como yo de él. Soy presa del infortunio que ahora promulga sobre cada corazón humano; no diré que todos, pues yo soy unos de los pocos que quedamos, inconformes con esta imperante disyuntiva de lo que significa amar. A los hechos me remitiré. Ya no sé ni que creer ni en que creer, por ahora, la vida me es tan confusa y tan insípida como lo puede ser una sonrisa forzada.

Entiendo perfectamente aquellas palabras de Sócrates cuando dijo: “Sólo sé que no sé nada”, vivimos en un universo desconocido casi en su totalidad y ni hablar de lo que somos o quiénes somos, no obstante, alejando al hombre de la religión, de Dios, de la política y de las estructuras sociales ¿Qué le queda? Tal vez, una absoluta oscuridad y un enorme vacío. Pero aquellos, los que nos arriesgamos a creer en el espíritu que simboliza al ser pensante, defendemos la idea del amor. Muchos en contra de este pensamiento se refugiarán en la idea de que la sociedad confunde el deseo con amor, mientras otros, afirmarán lo contrario, y dirán que confunden amor con deseo, un grupo más joven adoptara la postura de que las dos cosas van unida de las manos y sin una, no puede existir la otra. Pero ¿Cuál de estos tres pensamientos podemos considerar verdadero? Una vez escuché “Existen tantas verdades como personas en la tierra”, y desde mi perspectiva creo que, este pensar forma parte de mí. Así que, aclaro que las tres son verdaderas, partiendo desde esta lógica, y todo depende de las circunstancias en las que se desenvuelvan cada una de estas.

Sin embargo, seré más radical, desvelo ante ustedes mi pensamiento, mi pensar será, y espero sea así, criticada por ustedes. Comenté que, si al hombre lo libertaren de sus creencias, lo único que lo salvaría de su total oscuridad, sería el amor. Hoy por hoy lo que sabía, creía y anhelaba sobre este tema se ven afectado por conjeturas que el nuevo hombre concibe, pues estas mismas nacen muertas sobre las aguas turbias del presente; ahora amar se trata de una ilusoria felicidad y, cuando esta se acaba, el amor muere junto con ella. Al parecer la palabra amo (amar) constantemente se convierte en un verbo caducado envuelto en pasado, es decir, amé.


El amor es sencillo, aunque este, debes en cuando se vista de deseo, ya que se desea a la persona que se ama. Y a partir de aquí comienza mi aclaratoria:


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Soy un maldito, sí, lo sé, suena algo rudo y fuerte de digerir, sin embargo, les explicaré el porqué de esta consideración.

A parte de ser un maldito, también soy un errante, un errante que, vaga en un mundo podrido por el espejismo de una de estas verdades carente de validez, donde la hipocresía se sirve a la mesa cada día, desde el mismo momento en que nacemos. Además, para aderezar esta patética razón de ser, entra en escena, la locura, la que por cierto se ha fortalecido, pero no hablo de la locura que tal vez te estas imaginando, hablo de la locura que profesaba Einstein, esa que haciendo una y otra vez las mismas cosas buscamos resultados diferentes. Tal vez este, al igual que el presente que me rodea, sea mi constante error, ya que querer encontrar amor en un mundo donde los sentimientos son tan escuálidos y ficticios que frecuentemente caen en una variante sin sentido, me quitan las ganas de amar, de amar verdaderamente, pues el resultado lo podemos resumir en irrespeto, celos excesivos he infidelidades.

No exagero al decir que hay algunos que compran el amor, y lo más ilógico es este mismo hecho de compran y vender, pero ¿A precio de qué? ¿De un papel cuyo valor es un valor imaginario? Por consiguiente, el consecuente de este será la pérdida del valor real que el amor posee. Y para terminar de darle fin a la presentación de este plato, este amor ficticio conlleva a un final paradójicamente terrible; podrirse junto al mundo que lo rodea.


Tal vez, divago un poco en relación a lo que realmente deseo transmitir, pero considero importante cada palabra aquí expuesta, para lograr entenderme. Como indiqué con anterioridad soy un maldito y les indico el por qué:


En la antigua sociedad, hablo de varios milenios atrás, había una enfermedad considerada, al descubrir su existencia en la persona, una maldición, mucho de ustedes saben a cuál me refiero, la lepra. Cuando este mal caía sobre las personas inmediatamente la sociedad entera le señalaba, en su mayoría eran desterrados de sus ciudades condenados a llevar el restante de su vida en el exilio total, muchos de ellos solos, esperando el dulce beso de aquella que los deseaba con fervor, pues eran odiados por el gentilicio, pero amados por la dama muerte. Estas personas perdían todo cuanto poseían, para aquellos que preferían seguir sin ver en el suicidio una escapatoria, les quedaba mendigar alimentos y hasta existencia.


¿Y qué tiene que ver la lepra con lo maldito que soy?


Aclaro que no tengo esa enfermedad, pero sufro de la nueva lepra del siglo XXI, el amor verdadero.


No exagero, reflexionando acerca de esto, me percaté, que, así como la lepra, la mayoría les aterra amar verdaderamente, porque amar verdaderamente te conlleva a amar los dizques defectos de la otra persona. Pero esto no se entiende, y lo peor de todo es que tratan de suplir con sexo ese vacío que los carcome por dentro.


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Cuando hablo de amar, las personas colocan condiciones, reglamentos y hasta estatutos, como si el amar se tratase de reglas inquebrantables. El amor te hace libre y al mismo tiempo esclavo de él.

En ciertas ocasiones llego al filo del amor artificial, ese que tanto odio, pero que hoy en día se banderea, y, cuando voy a dar el último paso para caer en él, algo me detiene… Tal vez… Ese último instante soy alertado de lo que estoy haciendo, es decir, mendigo amor… Quién sabe, a lo mejor me aferro a algo que nunca ha existido; solo en la utopía de mi imaginación.

Al seguir medito un poco más en este vacío; en la nada donde ahora fallezco, me comparo a estos mal llamados por la ignorancia, malditos.

El amor es banal, en este ahora, la vida hecha de plástico y nuestra creatividad y conciencia apresadas en nuestro yo interno


¿No soy pues un maldito?


Sí, sí lo soy;


Aunque esta afirmación conjuntiva dé como resultado ser una mentira. Soy un maldito por pensar de este modo, tachado por la sociedad de ser anticuado y creer en valores que ya están próximos a caducar.


¿Y qué, si amo a la antigua?


¿Acaso es un delito amar solo a una persona?


¡Ah! Ya, comprendo… No es un delito, pero… Doy pena y lastima.

Soy yo quien debe de caducar mi pensar porque estas palabras son y fueron parte de otro tiempo, mientras que otros pronuncian sin vacilación el vacío amor que reina sobre las almas que piensan que el sexo es amor, a estos hay que alabarlos y entenderlos, porque es lo correcto en este mundo lleno de caretas. Todos hablan de amor, pero cuando la vida pone a prueba esa palabra, la mayoría se aferra al no luchar por este.

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Ya ves, soy un maldito, porque aun creo en la fidelidad de un amor genuino, porque pienso que el verdadero amor no te abandona, sino que muy al contrario lucha a tu lado. Claro pensar de este modo, es ser un maldito anticuado, es decir un leproso de la sociedad. No lo niego, como comenté hay veces que por la soledad a la que me encuentro asfixiado, como todo leproso, mendigo amor, aunque sea de ese amor carente de esencia.

Les pregunto a ustedes que son mis jueces y verdugos, ustedes que viven sumergidos en esta deteriorada existencia por palabras huecas:

¿Merezco la soledad por pensar de este modo?

¿Merezco ser tildado de maldito o de leproso?

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Lector:
Gracias por el tiempo dedicado al leerme.
Feliz día, tarde o noche.

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