Siniestro día
Las nubes ensombrecían de manera muy drástica la iluminación, que nos otorga a los seres humanos, el amado y detestado sol, dando un aspecto un tanto melancólico y friolento a todo el ambiente. Eran aproximadamente las siete de la mañana y a pesar de haberme duchado con agua fría, el sueño permanecía latente y los bostezos se personificaban con bastante frecuencia. La manera en que las cosas a mi alrededor se teñían de un aspecto ha olvido mezclado con un color a ocre, me asombraba. Al parecer no había caído en cuenta, hasta este día, que lo que observaban mis ojos, lo veía diariamente. Con cada paso dado la sensación de ya no pertenecer al espacio tiempo de la realidad, se acrecentaba. Era como si el mundo hubiese cambiado dramáticamente en un abrir y cerrar de ojos, y él, ahora estuviera sumergido en una realidad alterna en la que hubiese despertado. Sin prestarle tanto interés a los extraños acontecimientos atmosféricos, me encaminé hacía la rutina de mi lastimera vida.
Odiaba la monotonía de mi caminata matutina en dirección al lugar donde debía, como esclavo salarial, cumplir con lo que todos llaman: “trabajo”, desde mi escaso saber, opino que trabajar, hoy en día, en pleno siglo XXI, se convierte en sinónimo de esclavitud necesaria, una necesidad que guarda una triste realidad; esta realidad se trata en no más que gastar tiempo de vida para poder adquirir un papel moneda, el cual, posee un valor imaginario, este a su vez es gastado luego en la adquisición de algún bien o servicio, dando por entendido que en realidad adquiero estos, al precio de tiempo de vida. No obstante, estaba favorecido por una extraña, por decirlo de algún modo, suerte; el pago por prestar mi cuerpo, mi mente y mi tiempo de vida en aquella empresa era remunerada dos mil veces por encima del salario minimo. Mi trabajo era realizado entre las sombras debido a su alta repercusión en la sociedad. Este lugar se encargaba de vender todo tipo de órganos humanos y mi función dentro de la organización era el de embalaje y despachos de los mismos. De tal manera que, para poder encubrir este lucrativo negocio, utilizábamos una humilde fachada de ventas de colchones al mayor. La empresa tenía por nombre “Colchones descanso a tu necesidad, C.A”., me parecía un nombre bastante revelador e irónico. Si tenías el suficiente dinero para pagar estos productos, tenías derecho a descansar de tu necesidad.
El proceso de preservado de cada órgano consistía en colocarlo un recipiente estéril, después, envolver ambas cosas en una especie de bolsa plástica estéril, luego colocado en una cava isotérmica y en el interior de cada una de estas se vertía un extraño líquido refrigerante que en cuestiones de segundo se solidificaba, luego de ser vertido, logrando así mantener en excelentes condiciones dichos productos.
Las entregas se realizaban por medio de camiones, estos camiones estaban identificados con un logotipo alusivo a la organización, estos llevaban la mercancía a sucursales, ubicados en cada estado del país; era la cuartada perfecta. Ahora bien, para poder pasar desapercibido por los peajes y controles policiales, las cavas eran ocultas dentro de los colchones, en cada uno de estos se podían ocultar un total de 34, y cada camión podía albergar un aproximado de 30 colchones.
Mi mente se mantenía a la vigilia de saber de dónde sacaban tantos órganos humanos, y a pesar de hacerme esta constante pregunta, solía mantenerme en silencio.
Yo solo cumplía con mi tarea diaria, terminaba, me pagaban y me iba. Tampoco puedo considerar que mi trabajo fuese pesado, y mi faena concluía exactamente a las dos de la tarde, por esta razón era bastante flexible mi cometida. Aunque… En ciertos momentos me invadía un extraño pesar por, tal vez, estar apoyando algo realmente delictivo. Las especulaciones constantemente rodeaban mi calma.
Calmaba este sopesar pensando que el mundo en sí era una mera mierda, sumergida en un caos total donde prevalecía el más fuerte.
Al llegar a la entrada de aquella, dizque empresa, me llevé una fuerte impresión de la misma, todo al parecer se veía como corroído en oxido.
Como de costumbre, fui directo a los vestidores, no saludaba a nadie, no hablaba con nadie, (excepto con mis compañeros de trabajo, esto era meramente por obligación). Al entrar me dirigí a mi estante, saqué de él una braga, y así daba comienzo a un día más de esclavitud asalariada.
No salía de mi asombro por más que lo intentase, todo se encontraba envuelto en un aspecto extrañamente tétrico.
Los vestidores daban con una puerta lateral que a su vez daba directamente con el lugar de carga, un enorme galpón. Una pequeña ventanilla retirada a unos cincuenta metros de la puerta de los vestuarios, anclada con una banda rodante, era el lugar por donde llegaban los órganos hasta mis manos. La ventanilla además tenía unos tirantes de plástico que no permitían ver con claridad el interior, aunado a este bloqueo visual también existía uno físico, alrededor de ella se encontraba un cerco eléctrico cuya finalidad era el de no acercarse para husmear.
Conmigo trabajaban tres personas más, que al parecer no llegarían. Este hecho no me causaba ningún malestar, al contrario, me quedaría algunas horas extras, lo que se resume en más dinero. Es decir, me esperaba un pago cuatro veces más alto de mi tarifa normal, debido a los tres empleados faltantes, y aunado a este peculiar suceso se le anexaban las horas extras que se acumulaban después de las dos de la tarde, nada mal para una simple labor.
Ya ubicado en mi puesto de trabajo, al final de la banda rodante se encontraba un papel que nos recordaba el tiempo de preservación de cada órgano y al lado de este, el botón de encendido de la máquina. A continuación, encendí el aparato para que dicha banda comenzara con el desplazamiento de la misma, y así llegó a mis manos el primer órgano, los cuales venían en una especie de taza esteíl de vidrio. Me coloqué mis guantes quirúrgicos y comencé a envolver un riñón. Sucesivamente fui preparando cada cava térmica. Una hora después de haber comenzado, el portón del lugar empezó a abrirse y uno de los camiones entró para dar inicio al cargado del mismo. Para entonces llevaba listo 5 colchones. Lo extraño era que a pesar de, la banda de un momento a otro dejó de traerme órganos.
Del vehículo se bajaron, el chofer quien nunca conversaba y un policía llamado, Omar. Omar era el alcahuete con placa que se encargaba de solucionar cualquier inconveniente vial que pudiera acarrear la entrega de la mercancía. Cinco minutos después apareció en la escena, Selene. Ella era la encargada del lugar, prácticamente se podría afirmar que todo salía a la perfección debido a su impecable labor. Selene es increíblemente hermosa, cabello largo de color negro, las puntas del mismo tocaban sus caderas, las cuales son anchas, tiene unos excelentes senos, ni muy grande ni muy pequeños, sus glúteos y piernas eran bastantes favorecidos y su abdomen plano, sus ojos negros y unos labios exquisitamente sensuales que incitaban a besarla, esa mujer me quitaba el aliento cada vez que se me acercaba.
Omar era un tipo delgado, pero de carácter rígido, de cabello y barba un tanto canosas, le calculo alrededor de unos 40 años, siempre iba con su uniforme puesto dando un aire de superioridad. Al instante ambos se reunieron, Selene llevaba algunas hojas en las manos, estas se las enseño a Omar y pronto comenzó una especie de riña entre ambos, apenas lograba captar algunas cosas que se decían debido a lo lejos que yacían de mí, el lugar era bastante grande. Luego de unos 15 minutos se calmaron, Omar se marchó y Selene se acercó y dijo:
Estaba en shock, la situación desbordaba fuera de lo dramático, era una total locura. Respiré profundo, solté el aire retenido y pensé, (La propuesta que hacía Selene con respecto a la segunda opción no me parecía tan descabellada al colocarla delante de todo lo que estaba ocurriendo).
Aquellas palabras produjeron en mí una leve erección.
Selene se acercó hasta donde se encontraba el corpulento chofer, quien, al parecer, a regaña diente acepto la propuesta de ayudarme. Selene se marchó.
Minutos más tarde el chofer se encontraba a mi lado y la banda empezó a traer nuevamente aquella siniestra mercancía.
Llevábamos aproximadamente una hora y media de haber empezado con nuestra labor, trabajábamos lo más rápido que podíamos; para entonces teníamos listo unos 20 colchones. Todo aquello me excitaba: el pensar que Selene sería mía, lo rápido que trabajábamos y aunando la situación peligro, me sentía como en medio de un orgasmo que no llegaba a su fin.
Poco tiempo después sentí deseos de orinar, por lo que le comenté a mi compañero que debía ir al baño, él me miro y dijo:
Salí apresurado en dirección a los baños, los cuales, se encontraban cerca de la puerta roja, esa que justamente Selene me prohibió. Mientras me sacudía el miembro como acto de haber expulsado todos mis fluidos, me entraron ganas de faltar a mi promesa y acercarme sólo a dar una ojeada por el lugar. Si era lo suficiente sigiloso ella jamás podría notar mi presencia y terminaría de matar dos pájaros de una vez: “mi curiosidad y los deseos ardientes que tenía de poseer a Selene”.
Entonces, guiado por el apetito imperioso de mi curiosidad y sin darle tantas vueltas al asunto, me acerqué a la puerta roja, que para aquel extraño día aparentaba tener años o siglos sin abrirse. Pegué el oído de la puerta y acto seguido, escuché un fuerte e intenso grito, era tan desgarrador, tan brutal que la intensidad del mismo provocó inmediatamente un escalofrió que recorrió todo mi ser. El instinto de supervivencia dentro de mí, hizo que me alejase de la puerta, espantado; el corazón me latía a mil pulsaciones por segundo. Algo funesto se estaba llevando a cabo, dentro de ese lugar.
No podía solamente volver a mi lugar de trabajo como si no hubiese escuchado nada, no ahora. Entonces el temor unido al valor me otorgaba el incentivo para atreverme a entrar. La puerta tenía una enorme cerradura que por lógica debía de girar para abrirla. Le puse bastante ahínco y a pesar de, no habría.
A continuación, me abalance sobre el seguro de la puerta y empujando con todas mis fuerzas, cedió un poco. Lo volví a hacer, y esta vez, abrió. Una ráfaga de viento acompañado de otros gritos (ahora más intensos) me dieron la bienvenida y la alerta de estar ante un descubrimiento espeluznante, (Tragué grueso). Cuidadosa y sigilosamente me adentré a lo desconocido. Un pasillo conformado por la pared trasera de los baños y otra al paralelo, es decir, a mi derecha, a media altura después de la mitad de la misma, insinuaban el avance por él. Lo más extraño de todo es que al final del mismo, se vislumbraba una especie de patio a cielo libre y el inicio de una curva en U, esto era observable porque lo permitía ver precisamente esa media pared, mientras, que los gritos no paraban de ser un arreglo sonoro de la escena.
Entrecerré la puerta y deslizándome por el muro me encaminé a mi destino. Silenciosamente recorrí hasta la mitad del pasillo, justo en donde tuve que detenerme a agacharme, el motivo era el medio muro que daba su comienzo en ese preciso tramo, continuar sin ser detectado era prioridad. Cada paso se hacía terriblemente demoroso. Volteé varias veces hacía atrás; el miedo controlaba mis sentidos. Me quedé un instante quieto, inhalé, luego exhalé lentamente para controlarme, y continué. Sin más demora logré mi acometida, toqué el borde del muro y poco a poco fui asomándome por el otro extremo del mismo. Mi impresión fue de peligro. Mis ojos veían como las paredes y el piso estaban llenos de sangre, daba entender que a partir de este punto no había vuelta atrás. Mi vista se perdió en una especie de galpón que se encontraba más adelante, luego de girar en U, este al parecer era más pequeño, comparado con el de donde trabajaba. De imprevisto un brazo cubierto de sangre cayo justo en la entrada de aquel galpón, al parecer alguien se desmayó o en el peor de los casos cayó muerto. Mi corazón acelero su pulso, lo sentía en la garganta. Entonces, la mano de aquel brazo, empezó a rastrillar con sumo dolor, los dedos en el piso de concreto. Me sobresalté, horrorizado me tapé la boca para no dar indicio alguno de mi presencia. De pronto he inesperadamente, ese brazo arrastro consigo hasta quedar al descubierto, la mitad de un cuerpo, y para mi sorpresa, ese ser brutalmente adolorido era Selene, quien a su vez arrojaba al viento los desgarradores gritos. Impulsado por aquel acontecimiento, velozmente emprendí mi carrera hasta ella, ya no me importaba que me descubriesen, solo quería saber en qué estado se encontraba y si podía salvarla.
Tardé sólo segundos en llegar hasta ella, pero fui absorbido por una terrible confusión que no paraba de colapsar en mi presente, pues Selene tenía pegado (literalmente) a sus caderas y de forma aterradora una extraña cosa, que solo podía ser comparado con el vientre de algún insecto reina, el mismo se contraía de forma asquerosa y su color carne era de semitono traslucido (Se podían observar muy claramente las venas y algo que se movía en su interior). En instantes me percate que, en cada contracción, Selene gritaba y de ese grito proseguía algo aún más terrorífico, de aquel repugnante vientre, salía un órgano humano. Estaba absorto con lo que mis ojos estaban viendo, no podía creer aquella demencia de abominación. Estaba traumado, pero no había suficiente tiempo para perderme en mi perplejidad. Alcé la cabeza de Selene entre mis manos.
Escuché la puerta roja abrirse y cerrarse con brutal fuerza. Solté a Selene y me oculté al filo de la pared que daba con la entrada. Al mirar con el rabillo del ojo hacía el pasillo, el gordo chofer se personifico, no obstante, esta vez se aproximaba vociferando maldiciones junto con mi nombre.
Sus palabras se volvían intensamente amedrentadoras y más aún por el eco que le daba lo solitario del lugar. Advertí que no tenía razón de ser el estar oculto. Con el corazón en la mano y el alma pegada a mi piel, me encaré con él.
Una de sus manos fue a dar en mi cuello, le propiné varios golpes y patadas, pero fue inútil, era como si estuviera hecho de acero, al momento me alzo, luché para zafarme, pero toda acción era inverosímil, escuché perfectamente como la tráquea de mi cuello cedió por la presión ejercida y se rompió. Mientras el mundo se me oscurecía vi el brazo de Selene levantado en dirección hacia mí como queriendo decir algo.
De repente abrí mis ojos, estaba sudado y jadeaba bastante, al parecer todo fue producto de una horrible pesadilla, me encontraba en mi habitación. Vi el reloj, faltaba un cuarto de hora para entrar a trabajar, me apresuré a bañarme y vestirme. Tras de mí cerré la puerta de mi casa y al instante quedé estupefacto al visualizar que todo a mi alrededor se veía como en mi pesadilla, el color ocre y las cosas oxidadas pigmentaban el lugar, al igual que el día aparentaba ser tétrico.
Fin
Gracias por el tiempo dedicado al leerme.
Te espero en la siguiente entrega.
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