Varios pasos de reloj luego de que los viajeros bajaron de la nave y asistieron a la bienvenida con alivio por ser bien recibidos, pues, no sabían que esperar, al principio les fue difícil comunicarse por los idiomas tan distintos pero los grayerianos estaban fascinados con lo que podían ver en sus mentes, nuevas palabras, nuevas experiencias y nuevas sensaciones, pronto aprendieron el lenguaje de los viajeros y entonces empezaron a comunicarse más abiertamente. Los viajeros llegaron a Grayer luego de tomar un camino distinto en la galaxia que nadie solía tomar porque los que se atrevían a recorrerlo nunca encontraban señales de otras vidas y tenían que regresar, ellos mismos iban a regresarse pero su nave tenía una falla que los obligó a seguir adelante aunque con mucho miedo, fue muchos pasos de reloj después que se toparon con este planeta pequeñito y poco usual.
Se llamaban la familia Iris, se dedicaban a viajar por toda la galaxia para conocer nuevos lugares, formas de vida, materiales, comercializaban algunas cosas que transportaban en su nave de un planeta a otro, con eso lograban mantenerse y mantener su nave en constante movimiento, se consideraban así mismos unos excéntricos filántropos científicos; la Sra. Iris se llamaba Ajora una mujer con carácter equilibrado y cálido pero siempre sonriente, su marido Zalu Iris un hombre con don de gentes y muy carismático, de una personalidad radiante, también viajaba con ellos su hijo Blonac Iris, un joven muy maduro para su edad aunque curioso y jovial pero su personalidad tranquila predominaba en su carácter; los Iris usaban una vestimenta bastante colorida, que a los ojos de un grayeriano promedio eran como si vistieran ropas hechas con hilos luminiscentes, sin embargo, se sentían cómodos con su presencia entre ellos.
Pronto todo Grayer se reunía a escuchar las historias de los Iris y los otros lugares en la galaxia, los podían ver muy bien ya que observaban en la mente del Sr. Iris algunas escenas de lo que relataba; cierto día mientras estaba reunido con algunos ciudadanos les dijo:
Siento que Grayer es un lugar donde la magia ocurre tan suavemente, donde realmente necesitas llegar al fondo de ti mismo para lograr una completa existencia, donde el silencio llena el espacio porque hay cosas más importantes que gritan vida, no necesariamente lo rimbombante es lo que debe ser observado, sino, lo sencillo, en la magia de simplemente ser, se esconde su riqueza para cumplir un objetivo que cada quién debe reconocer. Unidos por el pensamiento, Grayer, está más cerca del universo que otros planetas, pues, todos se reconocen parte de todo, un pequeño pensamiento realmente puede influir en todos sus habitantes, lo que los une y organiza por defecto, la magia ocurre a través de conexiones ya que saben lo que es ser yo y ser el otro al mismo tiempo. Un poder único y ejemplar. ¡Toda una fortuna ser un grayeriano!
Y tenía razón, era toda una fortuna tal capacidad de comunicación, sin dejar nada a suposiciones y Onka lo sabía muy bien, pero gracias a su capacidad de manipulación, los había mantenido en un letargo, haciendo cosas para los que no estaban originalmente destinados y el Sr. Iris se estaba dando cuenta, acercándose peligrosamente al develar los objetivos de Onka, porque vamos, ¿Qué hace una hormiga malhumorada y solitaria en un planeta como este y además siendo el gobernante? Era una pregunta muy lógica, la cual siempre se hacía sin dar del todo con la respuesta.
La nave en forma de caja voladora en la que venían los viajeros, poseía un cúmulo de cosas, su composición (ahora conocida por los grayerianos) era de un material llamado kátala una especie de pasta que se endurecía al contacto con el espacio exterior y se volvía más suave al contacto con otras superficies, podría decirse que sus paredes se convertían en colchones en caso de aterrizaje o colisiones y lograba proteger muy bien a sus tripulantes; la kátala lograba protegerlos de la temperatura cambiante, aparte de ser un material flexible que les permitía a los Iris llevar a su nave hacia muchos lugares en el universo, pocas naves estaban hechas de kátala completamente, pues era un material muy popular para fabricar piezas, sólo que a Zalu se le ocurrió pensar: ¿Qué pasaría si construyo una nave completamente hecha de kátala? Una pregunta emprendedora, pero que había resultado en algo innovador, pues la nave resultó ser magnifica pues el material era ideal para construir cosas.
Llamaron a la nave Kálanis, tenía una simple forma de caja, dos accesos y un panel de control frontal pero dentro estaba llena de tesoros obtenidos por los Iris en sus interminables viajes por el universo y otros planetas; estantes llenos de presentes con distintas formas y colores, artefactos de colección, plantas inusuales, en fin, muchas cosas consideradas interesantes y llamativas, los Iris eran amantes del color, si algo resplandecía o tenía un color vivo más aumentaba su interés por obtener el objeto pues ellos tenían la creencia de que un buen color, muy llamativo, hacía del objeto algo muy valioso, con vida propia, luz y gracia.
Para los grayerianos estos objetos eran una novedad, los observaban con total interés pues los colores para ellos, era como tocar la luz y todos sus componentes, en Grayer no usaban colores, pues todo era muy hermético y muy gris aunque con una atmósfera pacífica y delicada, entonces, tal cantidad de colores eran muy distintos y fascinantes para ellos, sobre todo a los habitantes del sur en las tierras de la Luz, se sentaban por muchos pasos de reloj a observar muy de cerca a los colores y los objetos pues nunca habían visto en color en forma redonda, ovalada o tal vez tubular, conocían más que los demás grayerianos acerca de los colores pues la luz y su descomposición a través del prisma eran casi como su especialidad, y esta oportunidad de observar el color tan drástico y completo era una absoluta delicia no solo para sus ojos sino para sus mentes.
Blonac el joven hijo de Ajora y Zalu tenía un pequeño taller dentro de la nave donde reparaba, desarmaba, creaba y diseñaba toda clase de aparatos para uso en sus viajes, el chico era un apasionado de revisar cada objeto que su familia lograba obtener a cada sitio en que llegaban, logrando así tener un pequeño laboratorio personal, singular y colorido; sabía explicar muy bien a los grayerianos la manera en que el color realzaba las características de las formas, representando exactamente la función principal del artefacto. Los maestros Cielpos eran los más fanáticos de visitar al taller ya que podían transcenver la composición de cada objeto, cada molécula podía expresarles las características del lugar de donde provenían, realmente podían sentirse en otro sitio solo estando al contacto con cada cosa.
Cierto día en una de sus visitas a Kálanis, lograron detectar la presencia de una planta de origen grayeriano, cosa que les pareció muy curiosa, ya que es una planta que proviene desde las tierras de la Luz y pocas veces se ha visto que ellos regalen sus plantas, pues son muy cuidadosos, ya que es muy poderosa y se necesita una manipulación especializada.
Rumilo un maestro Cielpo que recientemente había finalizado su formación, llamó a Dícomo al detectar tal eventualidad.
Maestro Dícomo, en contacto con las plantas de la nave de los viajeros encontré una pequeña planta de Solara, igual a las que se cultivan en las tierras del sur de Grayer – dijo Rumilo –.
Interesante que no las hayamos detectado antes pero más aún es como llegó allí, es tradición de la tierra de la Luz custodiar esa planta pues requiere de los haces de luz en sus manos para que crezca – respondió Dícomo –.
Maestro, hay tantas cosas que se pueden transcenver en un pequeño lugar que puede ser que no se notara tan fácilmente – dijo Rumilo –.
Visitemos la nave Kalanis para obtener las respuestas que necesitamos – dijo Dícomo –.
Ciertos pasos de reloj más tarde, llegaron los maestros Cielpos de visita a Kalanis, donde fueron muy bien recibidos, estos aprovecharon la oportunidad para preguntar de donde obtuvieron esa planta.
Sr. Iris les saludamos con mucho aprecio y agradecimiento por todas las cosas que nos han permitido ver y experimentar pero quisiéramos saber la proveniencia de una planta que poseen – explicó el maestro Dícomo a Zalu –.
Con gusto, ¿A cuál planta se refieren? – preguntó Zalu –.
Se dirigió Rumilo hasta donde se encontraba la planta, tomó la pequeña maceta en sus manos y emergió un pequeño sol que flotaba tranquilo alrededor de ella. Rumilo al mirarla dijo:
Pocas veces he tenido oportunidad de mirarla y aunque ya la he visto antes, creo que no hay algo más magnífico en todo Grayer, esta planta la llamamos Solara y no sabemos si en algún otro lugar de la galaxia se encuentre pues tiene una relación cercana a este planeta y sólo cierto tipo de ciudadanos pueden cultivarla y mantenerla con vida.
Zalu sintió que su corazón daba un vuelco de alegría y salió corriendo a buscar a su esposa para que oyera la historia de esta planta especial.
Mi estrella, los maestros en esta visita están muy concentrados en tu planta preferida, la que te regaló tu padre, dicen que sólo ciudadanos especializados pueden cultivarla ¿Cómo es que tu padre pudo obtenerla? y más importante aún ¿Mantenerla con vida? Bueno tú también la has mantenido con vida pues sólo tú has cuidado de la plantas – expresó Zalu a su esposa –.
Pues no sabría cómo decirte, mi padre me la regaló siendo yo muy pequeña y ambos la cuidábamos, el me enseñó que a esa planta se le cuidaba poniendo las palmas cerca del solecito que orbita alrededor de ella, también me dijo que si sobrevivía bajo mis palmas, entonces sería la única persona que podía cuidar de ella aparte de él y así ha sido desde entonces – dijo Ajora –.
Los Cielpos mientras escuchaban con atención la historia, lograron transcenver a la Sra. Iris y entrar en su recuerdo, quedaron sorprendidos ante lo que descubrieron, había rasgos grayerianos en ella, no completamente pero si tenía en la composición de su cuerpo como en sus manos, su piel y ojos muchas de las características de un ciudadano de la luz, pero lo demás en su composición era igual a la de su esposo, se preguntaban porque no lo habían notado antes pero es la única explicación que tenían era que su padre fuese un nativo de Grayer, según su recuerdo y lo que miraron en él era un grayeriano de pies a cabeza, solo que en una atmósfera distinta donde pasaba desapercibido.
¡Que detalle tan interesante¡ es muy una grayeriana mestiza pero ¿Cómo era posible que un grayeriano estuviese en otro lado de la galaxia?, si no se tiene registros de ninguno que haya logrado o al menos querido salir de Grayer, pero por alguna razón uno si pudo y ahora envió de vuelta a parte de su historia personal hacia Grayer, una hija capaz de viajar entre las estrellas como si no existiera el tiempo, desafiando lo desconocido, creando historias que contar y siendo ella misma su propia vida.
Ajora calló por unos minutos, buscando en su mente pistas que le confirmaran que este nuevo descubrimiento era cierto, y lo hizo, ahora todo aquello tan natural en su vida, como hacer crecer plantas con sus manos, mirar la luz por horas para descubrir su calidez y su color, su carácter suave y preciso, su corazón que latía como loco al escuchar las palabras de Dícomo pero más aún sintió que aquello no era una coincidencia que era su espacio especial en la galaxia, su origen que la atrajo para presentarse ante sus ojos, ser parte de ella, de su propia explicación aunque nunca hubiese imaginado que ella provenía de todo aquello.
Soy parte de Grayer también, mi planta me trajo hasta aquí, mi existencia tiene un punto de partida aquí y ahora estoy en un punto de vuelta, como recibir un regalo inesperado pero necesario. Grayer me encontró porque todo grayeriano debe respirar este aire al menos una vez en su vida para saberse, para ser a plenitud o al menos más correctamente, al instante que Dícomo dijo lo de la planta todo encajó perfectamente en mi cabeza, todas las enseñanzas de mi padre, aunque nunca mencionó la palabra Grayer, él siempre me enseñó todo de aquí por eso es que digo que entendí rápidamente pues sin saberlo con certeza, ya lo sabía por previamente– dijo sonriendo Ajora –.
Pues sí que ha sido un gran día – respondió su esposo –.
Obviamente tus aspectos resaltantes son del sur, te encantará visitar esas tierras y tal vez puedas recibir muchas más respuestas, ya que se acercan las fiestas de la Luz – dijo Rumilo –.
Pasaron muchos pasos de reloj conversando acerca de cosas en común e historias galácticas, una conversación amena, de esas que se tienen pocas veces en la vida pero que es necesario poner toda tu atención para que quede grabada en la mente y no olvidarla nunca, aun así en la mente de Dícomo rondaba la pregunta de ¿Cómo un grayeriano había logrado salir sin ser detectado? No lo entendía pero le alegraba saber de la existencia de Ajora, ella sin saberlo con certeza, era una parte única en la historia de Grayer.