CONTENIDO ORIGINAL // La introspección como pasión: el caso Frida Kahlo. // Autor:@rjguerra

Según el diccionario, la pasión es algo que se padece, se sufre; es un apetito vehemente que nos inclina hacia alguien o alguna cosa; es, también, una perturbación del ánimo.

La introspección, según el mismo diccionario, es un mirar hacia adentro, en el interior de nuestros pensamientos y sentimientos; es el acto de conocernos mediante el pensamiento reflexivo.

¿Cómo calzar estas dos circunstancias que parecen, al menos a primera vista, tan diferentes, incluso, diría, tan opuestas? Mientras una es turbulenta y se agita fuera de todo cauce hacia un objetivo que está más allá de quien la experimenta; la otra es ponderada, indagación de la memoria, de los sentimientos, de los movimientos del espíritu.

En el mito de Narciso, aquel pastor que se enamoró de su propia imagen en una fuente y terminó ahogado, la indagación sobre sí mismo reviste carácter apasionado. Narciso es seducido por su propia imagen; es decir, por algo que estando fuera de sí (su reflejo) es él mismo.

La única instancia en la que se me ocurre que la pasión y la introspección se puedan enlazar de manera creativa, es en la expresión artística, que puede bordear el narcisismo en ese buscarse y encontrarse a sí mismo, pero sin romper jamás la superficie del agua.

Es, por supuesto, un movimiento complejo que involucra aspectos profundos de la personalidad de los artistas y que no puede reducirse a sus meros aspectos formales.
Los autorretratos de la pintora mexicana Frida Kahlo son una privilegiada muestra de esta realidad. En ellos se nos muestra la artista en su dolor, en sus amores y en sus miedos, en una indagación en la que ella misma es casi el único objeto representado.

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Aunque Frida Kahlo es una de las artistas más difundidas de la actualidad, no está demás que repasemos algunos aspectos de su vida.

La artista nació en México en 1907, hija del inmigrante alemán Guillermo Kahlo y de la mexicana Matilde Calderón. Su nombre completo era Magdalena Carmen Kahlo Calderón. A los seis años contrajo poliomielitis, lo que le provocó serios problemas de movilidad en una pierna. A los 18 sufrió gravísimas lesiones cuando el autobús en el que viajaba fue envestido por un tranvía. Su columna vertebral se fracturó en varias partes, así como su pierna derecha; además sufrió fractura de varias costillas, la clavícula y la cadera, y su vagina fue atravesada por un tubo del vehículo. No le alcanzó la vida para recuperarse de las secuelas de este accidente y de las operaciones que trataron de reparar, inútilmente, su cuerpo roto.

Durante la convalecencia, comenzó a pintar. ¿Lo hubiera hecho de no haber ocurrido la tragedia que la destrozó y la convirtió en una discapacitada por el resto de su vida? Probablemente, ya que la vena artística era demasiado poderosa en ella para que permaneciera sepultada por siempre, pero lo que sí es seguro es que su pintura hubiera sido por completo diferente.

El dolor físico, hasta límites atroces, fue un acompañante permanente hasta su muerte en 1954, y será tema recurrente de su obra.

Este lienzo expresa las 30 operaciones quirúrgicas que tuvo que recibir Frida por el accidente de autobús que sufrió a los 18 años.
COLUMNA ROTA

El otro hecho, de orden por completo diferente, que representa un cataclismo en su vida por las repercusiones emocionales, ocurrió unos pocos años después, cuando conoció al pintor Diego Rivera, el más importante artista mexicano de su época.

Se casó con él en 1929 y se divorciaron en 1939, solo para casarse nuevamente unos pocos meses después. Fue un matrimonio apasionado, lleno de desencuentros, peleas, viajes, proyectos, complicidades e infidelidades mutuas. Frida amó profundamente a Diego, de eso no cabe duda, incluso más allá de lo que parecería tolerable en una mujer del siglo XX, aunque eso no impidió que se vengara de las infidelidades de Rivera (que incluyen a la hermana de Frida) con una sucesión de amantes hombres y mujeres. Es más discutible si él la amaba tanto como ella a él.

Ambos se tenían admiración como artistas, eso sí. Diego Rivera escribió en una carta, refiriéndose a la obra de Kahlo:

Es una obra amarga y tierna, dura como el acero y frágil y fina como las alas de una mariposa, amable como una bonita sonrisa y atroz como la amargura de la vida.

Por su parte, la pintora encuentra en su amado algo más que un compañero: Diego es el objeto de su amor, pero también es su enemigo, la fuente de sus dolores, y, de una forma extraña, también su hijo.
En 1951, once años después de su segundo matrimonio con Diego Rivera, escribe en su diario:

Niño – Amor. Ciencia exacta. Voluntad de seguir resistiendo. Alegría sana, gratitud infinita. Ojos en las manos y tacto en la mirada. Limpieza y ternura frutal. Enorme columna vertebral que es base para toda la estructura humana. Ya veremos, ya aprenderemos. Siempre hay cosas nuevas. Siempre ligadas a las antiguas vivas. Alado. Mi Diego mi amor de miles de años.

Y así lo representa en el cuadro de 1949 El abrazo de amor de El Universo, la tierra (México), Yo, Diego y el señor Xólotl.


Fuente

En esta obra, Frida es la esposa, la amante y la madre, y ambos están envueltos en el abrazo de la Madre Tierra o la Naturaleza. El cuadro, en realidad, no trata de Diego Rivera, sino de Frida Kahlo. Frida es, siempre, el objeto hacia el cual se vuelve la mirada de la pintora.

Diez años antes, mientras vivía el difícil proceso de divorcio, Frida Kahlo realizó una de sus obras más conocidas, Las dos Fridas. El escritor francés Gerard De Cortanze, en su libro Frida Kahlo: La belleza terrible, señala:

Por un lado, la Frida a la que Diego ha amado, por el otro la Frida a la que ya no ama... Aquí, la arteria seccionada. Sale sangre. La Frida abandonada hace lo imposible por detener la hemorragia mediante un par de fórceps... Comentando este cuadro, Frida parece que le dijo a Diego que su sangre era el «milagro que proyecta el aire de su corazón hacia el suyo por las venas».

Fuente

En esta apasionada travesía hacia su propio centro, Frida Kahlo también sufrió algún extravío más que momentáneo. Algunas páginas correspondientes a 1952 y 1953 de su Diario se llenan con expresiones de apoyo al Partido Comunista y a los procesos revolucionarios. Por todas partes aparecen los nombres de Engels, Marx, Lenin, Stalin, Mao, y declara su admiración y su amor por estos héroes revolucionarios. Esto en sí mismo no es extraño; el clima político mundial había llevado a muchos artistas e intelectuales al redil de los partidos comunistas, apoyados estos en el gran prestigio que la Unión Soviética había adquirido al vencer a la Alemania nazi pocos años antes durante la Segunda Guerra Mundial. Pero Frida va un poco más allá; casi niega su propia obra al afirmar:

Por primera vez en mi vida, la pintura mía trata de ayudar a la línea trazada por el Partido.
Realismo Revolucionario. Antes solamente fui mi más antigua experiencia. Soy solamente una célula del complejo mecanismo revolucionario…

Sin advertir que su pintura es por completo lo antípoda del ideal del Realismo Revolucionario con su imperativo de expresar la realidad objetiva de la lucha de los pueblos contra el capitalismo y el imperialismo.

Independientemente de que de verdad se sintiera “sólo una célula del complejo mecanismo revolucionario”, Frida Kahlo compuso un universo alrededor de la enfermedad y el amor, y en el centro está ella misma y su vida. Y también está siempre el doble que acecha a esta autora de autorretratos como una sombra o un reflejo maligno, lleno de ironía y humor negro. Si la artista mira demasiado profundamente dentro de sí puede ser destruida; pero, al mismo tiempo, no tiene otra opción que correr el riesgo. Es la apuesta que tomó:

Durante diez años, mi trabajo ha consistido en eliminar todo lo que no procedía de los móviles líricos internos que me empujaban a pintar.

En el centro de la pintura de la artista mexicana está el dolor y el amor, y no los imperativos de un Realismo impuesto por la burocracia cultural de la Unión Soviética. La mirada de Frida Kahlo sobre sí misma no es complaciente ni narcisista. Explora su vida, su cadena de atroces dolores, sus insatisfacciones y enfrenta su miedo a la muerte; transforma todo eso en un discurso universal. Gerard De Cortanze, ya mencionado, escribe: “La pintora Frida Kahlo no se contenta con enviar mensajes de sufrimiento. Su arte es un exorcismo que no borra la realidad, sino que la trasciende, hace que exista”. La singularidad de la pasión introspectiva de la artista es que su mirada siempre abraza al espectador, transformando a este, a su vez, en un ser reflexivo y sensitivo.

En el centro de la pintura de la artista mexicana está el dolor y el amor, y no los imperativos de un Realismo impuesto por la burocracia cultural de la Unión Soviética. La mirada de Frida Kahlo sobre sí misma no es complaciente ni narcisista. Explora su vida, su cadena de atroces dolores, sus insatisfacciones y enfrenta su miedo a la muerte; transforma todo eso en un discurso universal. Gerard De Cortanze, ya mencionado, escribe: “La pintora Frida Kahlo no se contenta con enviar mensajes de sufrimiento. Su arte es un exorcismo que no borra la realidad, sino que la trasciende, hace que exista”. La singularidad de la pasión introspectiva de la artista es que su mirada siempre abraza al espectador, transformando a este, a su vez, en un ser reflexivo y sensitivo.

Autor de la semana @rjguerra representando al Equipo de autores de Contenido Original apoyados por Proyecto Witness Cervantes

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