Cuando se trata de discutir lo que sucede en Venezuela, la discusión alegoriza una lumbre que no encuentra término ni viento que la arranque de su existencia. Cualquier discusión sobre el tema Venezuela, aún si se realiza con la granadina más almibarada o el licor más fino, deviene inexorablemente en catarsis y frustración: paradójico, pues, si se entiende por «catarsis» a la exudación y liberación de los pútridos miasmas macerados en el intestino, es inequívoco de limpieza y conduce o debería conducir de forma irremediable a una liberación, si no total, al menos parcial; esto es liberar espacio porque ninguna catarsis conoce de reformas ni tampoco de regresiones lúdicas. SI cualquier discusión del tema Venezuela deviene inexorablemente en catarsis ¿por qué la discusión en sí misma es símbolo de una lumbre eterna? Porque la catarsis, en este caso, tiene significación breve y sólo al momento de la exposición sobre este vacío geográfico; una vez terminada la discusión, la «catarsis» como vocablo desaparece del lenguaje y, la catarsis traducida como «limpieza en el organismo», se anula al instante, como si la miasma fuese recurso altamente renovable y rápidamente, en cuestión de segundos, reintegrada al campo. En estas líneas hay un mensaje subliminal que podemos alcanzar así: desapareciendo el miasma, que pasa por cancelar su emisión súbitamente, eliminando su contexto que, en grado sumo, significa eliminar a sus productores principales. Ergo: la discusión del tema Venezuela siempre será eterna lumbre si no desaparecemos el contexto que la origina, lo cual, si se entiende bien, significa que para desdibujar al contexto, necesariamente debemos barrer al sistema y a sus reflectores primarios y secundarios, es decir, a sus arquitectos y a sus admiradores. Si no se concreta la explosión que la elimine, siempre, una vez alcanzada la catarsis, por antonomasia, a ésta última la habremos alcanzado como frustración; cenit de la inacción.
La discusión venezolana, como bien señaló oportunamente el analista J.J. Rendón, ya no debe ser centrada en un oficialismo y una oposición sino en un grupo de victimarios —arquitectos y admiradores de la estructura— y un grupo de víctimas —nosotros, la nación entera—. Si queremos apagar esa lumbre, omnímoda al parecer, debemos barrer la estructura. A siete días de la masacre perpetuada por la tiranía chavista al oficial libertario Óscar Pérez y su grupo de compañeros, la tiranía chavista a través de su órgano, axiomático e inequívoco de la metástasis, la ANC (asamblea nacional constituyente), llama a elecciones presidenciales anticipadas. Véase con cuidado: si usted quiere que la lumbre se perpetúe, vaya, en los términos que quieren los criminales, unos por acción directa —arquitectos del genocidio—, otros por omisión deliberada —admiradores que se lucran del genocidio—. Si usted, no quiere ya el calor ofrecido por esa lumbre, apáguela barriendo al sistema.
Los tiranos llamaron a elecciones presidenciales a través de un «órgano sintético» cual una lechuga de mentira diseñada por China y los admiradores, oportunamente descubiertos en su embeleso por la golosina que los lucra, responden que aceptan el «reto». Porque el calor de la lumbre no les chamusca los vellos y porque nada más romántico para ellos que una «lucha eterna» que, dicho sea de paso, la perpetuidad de la mentira es condición sine qua non para eternizar esta falsía de lucha. Estos tiranos, unos por acción deliberada y otros, por omisión deliberada, aman la «catarsis» que induce su sistema: la lumbre, de esta forma, se preserva. La catarsis bizantina, pues. Ya no es secreto el monstruo bicéfalo al que nos encontramos: el PSUV y la MUD.
El genocidio continúa, en pleno siglo XXI. Hace tan sólo siete día se cometió una masacre donde fueron ejecutados con armamento de guerra, seis libertarios ejemplare y una mujer con un embarazo de meses. Hoy, hay tremenda rumba electoral entre los partidos de la mafia. Usted no tiene que ejercer derecho alguno porque no hay Estado, no caiga en la farsa. Es mas, ni siquiera hay un país. Tan sólo una latitud fantasmagórica, un espacio geográfico vacío de sí: Venezuela ya no es Venezuela y usted ya no es ciudadano porque no tiene ni identidad ni derechos ni ciudadanía, porque perdió sus libertades; no caiga en esa farsa. Hace un par de días leí un comentario así: ”Hay que ser muy poco ser humano para aspirar a un cargo público a tan sólo días de una masacre en vivo y en un sistema sin condiciones mínimas. Demasiados intereses personales podridos de estúpidos que nunca conseguirán un cargo que sea respetado o garantizado una vez sean adjudicadas competencias”. Si usted es uno de los que piensa eso, le respondo: no aspiran a una candidatura, así no más. Aspiran a la perpetuidad del sistema que se traduce en la superfluidad de sus intereses económicos, por medio del eterno retorno de sí, como candidatos. Y es una perversión y además, una mafia muy particular. Un distinguido profesor de filosofía, llamado Erick Del Búfalo, la denominó recientemente «mafia electoral».
La tiranía chavista y sus secuaces, el Goliat y sus admiradores, aquellos que individúan a Goliat, los goliatistas; todos ellos, ya no por concomitancia sino por asociaciones directas, antes tácitas, ahora palpables, han democratizado la barbarie. No sea parte de esa democracia. No sea estúpido. No atienda a eventos convocados por la tiranía que nos mata y atendidos y legitimados por un grupo de nefandos infiltrados en la oposición.
Hace bastante tiempo, una vez conocida la farsa, era hora de ser disidentes no sólo a la tiranía sino a la oposición infiltrada en la oposición, que conspira contra la disidencia abiertamente. Si no hoy ¿cuándo?