El auxiliar que coadyuvó a la ruina originaria expia hoy la mejor parte

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Retornando al axioma prístino, el más fundamental por sobre todas las cosas, es posible relatar la prequel (precuela) del hecho estricto de existir: la congoja del Creador, lo que sacaría de su serenidad celestina la anulación de cualquier prerrogativa lúdica, perfecta, originaria, de sí, estaría únicamente anclado a su primer designio o mandamiento sobre los ancestros de la humanidad. «Puedes comer de todos los frutos del jardín, pero del árbol del conocimiento del Bien y del Mal, no osarás comer». Política axiomática del Absoluto que, sin barruntarlo, pues aún no existían en el Edén escuelas de psicología, desencadenarían un discurso de guerra potencialmente poderoso y de decibeles que, en suma, igualarían a los graznidos lunares o las carcajadas de un Homero Simpson carnicero individuando la hercúlea disección sin escrúpulos de Jed Sawyer (Texas chainsaw masacre). La precuela de la humanidad se asentó en dos cantos; la del timbre vocal que entonó la mejor conspiración posible: la deglución del sílex del conocimiento, de azúcares tan densas como el hierro fundido y leve como la hojarasca que enmudece los ronquidos de la tierra en pleno ventarrón estival y, precediendo a ésta, el barítono pensante y caminante o, simplemente, la serpiente de cuerdas vocales tan graves y a la vez tan parsimónicas, que penetró con gran audacia al Estado edénico para madrugar los ojos del Creador. Eva fue agitada. Adán fue crédulo con Eva. Sucumbieron a la rebelión inoculada. Pero, no obstante, el título de prístino disidente no recae en los ancestros sino en la serpiente. He aquí la precuela del hecho estricto de existir: la rebelión por agitación inducida. Que es igual a decir que existir en rebelión es existir inducidamente en el axioma de otro. Ese otro siempre es el reflejo de uno mismo, existiendo en la imagen «a reflejar» de otro.

El árbol del conocimiento era infinitamente mejor que el árbol de la inmortalidad. Sencillamente porque la inmortalidad ya estaba implícita en la norma o estatuto del Edén. El ancestro estaba destinado ya a la ignorancia y la inmortalidad. Una vida cómoda, excesivamente latinoamericana. Y podía alimentarse de los frutos de cualquier árbol. Pero la muerte, la separación de la carne del hueso, el peso del tiempo, todas estas, configuración de flojedad en el porvenir, se impusieron. ¿Por qué Jehová habría de temer la inmortalidad de un ignorante? Dos milenios de amaneceres demuestran, sin equívoco, los manjares que sirve la ignorancia a las formas insanamente individuadas del Absoluto. Mejor estatuto fue el de la serpiente que la del Creador. Ésta ganó la partida; conspiró con éxito. Los ancestros no sólo obtuvieron el conocimiento del Bien y el Mal, tiniebla y luz, sino también la expiación. La muerte. La irrisión. La mortalidad por desobediencia que vino implícita con el conocimiento, fue mejor política, mejor praxis, mejor ensueño, mejor alba. Los tres se quedaron se quedaron con la tierra: los ancestros la expiaron muy brevemente y el Diablo, disidente primero, la expiaría eternamente con gobernanza sobre seres de racionalidad moral; ésta es la expiación de Lucifer, la capacidad de juzgamiento moral sobre si algo es bueno o malo. Y no obstante, su expiación no es la de un Sísifo sino la de un reptil mudo; la condena de ser obviado por siempre, no por todos, gracias a la elevación moral de la mirada por encima de la tierra, de lo surcado, de lo bajo, de lo que no es horizonte.

¿Quién se llevó la peor parte? ¿El nefando grandilocuente que es ignorado o el Sísifo que arrastra hacia la cumbre de la colina su roca? Nosotros, el Sísifo que no desdeña ni su condena ni su roca y el Sísifo carnicero que una vez, alzada su roca sobre la cumbre, la deja rodar cuesta abajo sobre el resto. Y sin embargo, esto no sale de mi cabeza: si los ancestros, autores de la ruina originaria, hubiesen sido ambiciosos, se habrían alzado con la Eternidad y el Conocimiento. ¿Qué hubiesen ganado estos? Seguramente, una especie humana ocupando el lugar que tienen los Iluminatis en el orden mundial. ¡Ja!

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