Creo que una de las etapas más aceleradas, impulsivas y tóxicas de mi vida, fue sin duda alguna la adolescencia, y bueno, que adolescente no es impulsivo; ya les conté en el capítulo anterior mi experiencia agridulce con la marihuana y sé que he tardo bastante para publicar este segundo episodio, pero quería hacerlo cuando tuviese un buen momento para sentarme a reflexionar y a escribir y no hacer una publicación apurada y sin poder transmitir las emociones y sensaciones que realmente les quiero compartir.
Esta vez vengo a hablarles de mi experiencia con la cocaína, perico, polvo de angel, blanca-nieves, coblan y en fin cualquier otro nombre con el que la identifiquen mejor. Mis amigos y yo siempre decíamos «periquito puf puf o simplemente puf puf.»
Tenía yo unos 17 años, ya era todo un experimentado con la marihuana, pero la verdad es que no me era suficiente o mejor dicho la realidad era que quería algo más fuerte, más acorde con los rasgos de personalidad que iban surgiendo en mí y bueno además siempre me había planteado la idea de probar al menos todas las drogas que pudiese tener a mi alcance.
Yo a los 17-18 años aproximadamente.
En ese entonces me había convertido en un joven muy impulsivo, espontaneo, algo violento y quería vivir al máximo. Un día le dije a un amigo, el cual yo sabía que podía conseguir perico, que quería probarlo a ver qué tal esa sensación. Había leído que era mejor hacerlo en una fiesta, una rumba; así que sin más le compre una bolsita que en ese momento imagino traería no más de dos gramos, recuerdo que pagué 80 bolívares, sentí que fue carísimo, pero después en ese momento iba a sentir que era la mejor inversión que había hecho.
Y así un viernes por la noche fui con unos amigos; de esos amigos que siempre van a todos lados contigo pase algo bueno o pase algo malo, a una fiesta en una casa bastante alejada, con mucha gente que no conocía y con muchas ganas de probar mi nueva adquisición.
Estaba yo en aquella casa y no quise beber, ni fumar monte esa noche, quería estar completamente puro para mi primer encuentro con la cocaína. En algún momento me alejé de la gente, de la música y me fui al baño, evité que me siguieran, pues era una de esas fiestas en la que todos son relativamente sanos y solo tú y tus amigos son los mala conductas; así que saqué mi bolsa, la coloqué sobre la tapa de la poceta, fue echando lentamente aquel polvo con mucho cuidado hasta armar una línea más o menos delgada y larga de unos 8 centímetros, luego recordé una película en la que enrollaban un billete e inhalaban, así que hice exactamente eso, con un billete enrollado me «jalé toda la línea», luego pasé el dedo por la tapa para asegurar de que no quedará nada y lo lamí y eso fue interesante porque mi lengua comenzó a dormirse un poco, procedí a servirme otra línea, esta vez un poco más larga y la aspiré más rápido, luego me miré al espejo, comencé a sentir una sensación agradable en el rostro, aunque también sentí que se entumecían levemente mis facciones. Luego, así sin más, procedí a salir del baño…
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De vuelta en la fiesta, a eso de probablemente las dos de la madrugada, todos absolutamente ebrios bailando, gritando, apareándose y todo lo demás que suele verse en una fiesta. Yo empecé a sentirme sumamente feliz, enérgico, sentía que estaba sumamente revolucionado, veía todos en movimientos más lentos que yo, me sentía bien, demasiado bien. Estaba tan vigorizado que sentía que podía bailar, correr, coger, pelear y muchas cosas más, durante toda la noche.
Mis amigos me veían raro, y es que yo estaba bailando aquella música electrónica de una forma tan peculiar, era un estilo algo violento, frenético y que te hacía sentir cansado de tan solo verme bailarlo. Podría decirse que escogí el momento oportuno para aspirar mis primeras líneas, pues la música de la fiesta había pasado de los ritmos latinos cotidianos a una música electrónica, bastante «underground» por aquel entonces, como lo era el «Drum and Base, el Hard Techno y el psytrance».
Me sentía el rey de la fiesta, realmente la estaba pasando muy bien y mi ego hasta había aumentado considerablemente; volví al baño para darme otras dos líneas y justo cuando salgo del baño una bella mujer me aborda y me dice – ¿Y tú no piensas compartirme de eso? A lo que enseguida le respondo o creo haberle respondido… -Claro, pero ven tú y compárteme de eso, la jalé conmigo al baño y la besé, nos besamos frenéticamente; luego le sirvo de forma muy cortés una línea bien cargada, la jala con un encanto y una elegancia que me dejan asombrado y excitado al mismo tiempo. Luego de eso nos seguimos besando y le invito una línea más, estuvimos en ese baño unas dos horas haciendo todo lo que un hombre y una mujer de 17 años pueden hacer encerrados en un baño en una fiesta a las cuatro de la mañana.
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Había tenido una noche increíble y moría por volver a tener otra fiesta y usar de nuevo el periquito puff puff. Pero sabía que tenía que ser cauto, que si iba a comenzar a entrar en este terreno, tenía que hacerlo de forma casual, con mucha precaución y sin abusar porque si no las consecuencias serían terribles, ya conocía yo muy bien los efectos y la fuerte adicción física y psicológica que podía causar la cocaína y no quería para nada llegar a esos extremos o al menos haría todo para evitarlo. Si se preguntan que paso con aquella mujer de la fiesta, bueno, les cuento que salí con ella durante unos cuatro meses y luego terminamos la relación en muy malos términos y nunca más volví a verla.
He de decir que el efecto post-nota de la cocaína en aquella primera vez fue bastante leve, me sentí bien, no me deprimí, ni experimenté ningún efecto adverso en mí, al menos no en esa oportunidad.
Pasaron unas tres semanas hasta que volví a consumir de nuevo, esta vez en otra fiesta, en otra casa y esta vez con un gran amigo, el cual curiosamente también había comenzado a incursionarse en las mismas andadas que yo y ya había probado la cocaína. Desde ese día empezamos a ir a muchas rumbas siempre juntos, siempre con blanca-nieves y la verdad hicimos demasiados desastres. Muchas veces nos corrieron de fiestas, nos caímos a golpes, algunas peleas las perdimos, otras las ganamos, nos llegamos a endeudar comprando tan seguido cocaína. A donde llegábamos le ofrecíamos a otros amigos, a gente curiosa y bueno casi siempre a carajitas que querían ser rebeldes y probar algo nuevo.
Ya había pasado casi dos años desde mi primer encuentro con blanca-nieves y me había vuelto un consumidor regular, incluso hasta en el trabajo de vez en cuando para sobrellevar mejor la jornada me metía una o dos líneas, cabe acotar que en ese entonces era hornero de una panadería que tenía una alta producción de pan diaria y mi jornada de trabajo era de unas 10 horas y eso sin contar las horas en las que iba a la escuela; pasaba casi 20 horas diarias despierto.
He de comentar que me había vuelto un verdadero experto en la materia, descubrí que a veces era mejor comprarlo rocoso, es decir compacto no en polvo y molerlo yo mismo, tal cual como si moliera café. De cualquier forma sabía cuándo el perico estaba ligado, cuando no era perico en absoluto, cuando estaba sumamente perfecto y puro; y lo había probado en muchas de sus modalidades y por supuesto también lo había mezclado con otras drogas. Y sabía también que andaba por muy mal camino y tenía que terminar ya con esto.
Pero las rumbas continuaban, iba a muchos antros, muchos locales de música electrónica, pasaba toda la noche hasta bien entrada la mañana en fiestas, uno de mis locales predilectos era el Molino Rojo, que queda en la Avenida Solano, en Caracas. Pasaba casi todos mis fines de semana ahí, conocí y trabé amistad con mucha gente agradable y con mucha gente desagradable, que me hacían más difícil el poder en algún momento dejar de consumir.
Yo en una rumba en el Molino a los 19-20 años aproximadamente.
Sin duda alguna viví muchos episodios buenos, otros muy malos, pero cuando quise dejar de consumir, fue cuando más me di cuenta de lo débil y estúpido que me hacía consumir cocaína. Comencé mi proceso de abstinencia y la verdad fue horrible, el último efecto post-nota me hizo sentir sumamente deprimido, tenía un bajón terrible de autoestima, me sentía distraído, perdido, nostálgico, pero al mismo tiempo me sentía irritable, violento y amargado. Eran días sumamente desagradables, y uno de esos días sucedió algo terrible, tuve una fuerte pelea con mi padre, la violencia se apoderó de ambos y todo terminó muy mal. Ahí lo supe, ahí supe que había tocado fondo y que ya no podía seguir con esto.
Me fui de casa luego de ese terrible episodio y volví a consumir, después de haber pasado 25 días sin nada de cocaína en mi organismo. Estaba viviendo de casa en casa de mis amigos, seguía trabajando y seguía yendo a clases, aun no terminaba el bachillerato, ya que luego de cumplir 16 años dejé la escuela durante todo un año; y estaba retomando las clases en un para-sistema, me faltaban casi dos años para graduarme y tenía ya 19 años.
Despues de andar vagando durante unos dos meses, tuve otro episodio de violencia, esta vez callejera, casi lo mato a golpes de no haber sido porque mis amigos me separaron, quizás hoy no estuviese escribiendo esto. Ya sabía que tenía que acabar con esto.
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Volví a casa tiempo después y me reconcilié con la familia, comencé a dejar de consumir progresivamente y dejé de ir a fiestas, a locales nocturnos y dejé de juntarme con ciertos amigos, me dediqué a terminar el bachillerato y así a los casi 21 años me gradué, llevaba 8 meses sin consumir, pero no me sentía seguro de poder dejarlo definitivamente.
Y al igual que les conté en el episodio con la marihuana, aquí también necesariamente debo hacer mención de aquello que definitivamente me hizo querer dejar de interactuar con las drogas. Conocí por aquel entonces a una mujer a la que amé con todo eso bueno que el amor de películas y libros tiene para ofrecer y que me rompería el corazón con todo eso malo que esas mismas películas y libros tienen... Pero ese no es tanto el punto, el punto es que necesitaba algo que me diera el impulso definitivo y necesario para no querer seguir buscando cocaína, y ciertamente esta mujer de la que me enamoré y a la que amé, era ese factor extra que necesitaba y así fue no volví a consumir desde el 31 de marzo del 2014.
Me volví fuerte, independiente, estable y completamente dedicado a las cosas esenciales de la vida sana, en parte gracias a mi voluntad y en gran parte gracias a la presencia de aquella mujer en mi vida. Lamento contarles que luego de que acabara nuestra relación, volví a consumir, pero no inmediatamente, sino tiempo después. Y es que necesitaba demostrarme mí mismo que esos tres años en los que estuve sano no habían sido solo por ella, sino por mi; y tenía que probarme que tenía la suficiente fuerza de voluntad como para volver a consumir una vez más y esta vez dejarlo para siempre, pero en esta ocasión el factor determinante debía ser exclusivamente, yo.
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Y así fue que lo hice en noviembre de 2017 y me sentí mal después por haberlo hecho, pero hasta la fecha de hoy 17 de febrero de 2018, no he tenido ni la más mínima intención de querer volver a consumir cocaína, creo que de alguna forma pude demostrarme a mí mismo lo que quería probar y era que mi voluntad tenía que ser lo suficientemente fuerte por si sola para dejar aquel vicio para siempre.
No me arrepiento de haber consumido cocaína, ni de haber hecho todo lo que hice durante el tiempo en el que lidié con esta droga en mi vida, pues todos los actos de vida generan una secuencia de acontecimientos que de alguna forma se conectan y dependen uno del otro. Hoy en día tengo un buen trabajo, estoy en el último año de la carrera de Derecho, tengo excelente promedio, mi relación familiar está muy bien y me siento mejor que nunca en muchos aspectos de mi vida. Creo que no sería quien soy hoy si no fuera por todo lo que he vivido y eso incluye todos esos momentos negativos de la vida, supongo que a veces es necesario vivir ciertas cosas para comprender mejor la vida.
No le recomiendo a nadie experimentar con la cocaína, o al menos no si no tienen la suficiente fuerza para no tornarse adictos a ella, pues sus efectos son bastante seductores y difíciles de evadir. Aun así debo admitir que a pesar de lo malo creo que al igual que con la marihuana, desarrollé ciertos rasgos en mi personalidad que sé que son gracias al ver experimentado con la cocaína. Soy un hombre bastante enérgico, vigoroso y me sigue gustando vivir la vida de la manera más intensa posible, pero claro ya no como decía Sid Vicious con su lema «vive rápido, muere joven», que en algún momento también fue mi modo de vivir, pero si me gusta disfrutar y aprovechar el tiempo al máximo.
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Hay drogas que pueden usarse de forma recreacional, sin excederse, como dije ya respecto a la Marihuana, pero para nada incluiría a la cocaína en esa categoría. Sé que estas líneas que hoy he escrito causaran un juicio muy particular en cada uno de quienes las lean, pues todos tendemos a juzgar, bien sea de forma consciente o inconsciente. Escribí esto siendo lo más subjetivo posible y tratando de mostrarles una experiencia sumamente personal, por lo que generalizar no sirve de nada aquí, siempre busco darle un enfoque más natural y humano a esta clase de temas tan densos e incómodos, para así purgar un poco más los tabúes de la sociedad y poder abordar mejor esta otra parte de la vida.
En el próximo capítulo les hablaré de mi experiencia con las drogas psicodélicas.
Si deseas leer el Primer capítulo puedes encontrarlo aquí.