Este artículo fue escrito originalmente para Caracas Chronicles
En 2016, mientras hacía pasantías en un diario del estado Zulia, escuché a la jefa de redacción hablar con indignación sobre una comunidad afectada por el desborde de aguas negras. Afirmó que deseaba abrir el periódico del día siguiente diciendo que ese barrio olía a mierda, “pero no nos podemos meter a locos”.
Si hoy tuviese la misma idea, debería titular “Maracaibo huele a mierda”, pues casi todas las zonas de la entidad están afectadas por esta problemática que parece no tener doliente.
Desde hace años el bote de aguas negras es un problema con el que tienen que vivir miles de maracuchos, gracias a la pésima estructura que tiene la ciudad en cuanto a cloacas. En los últimos meses ha empeorado la situación y las historias a partir de esta tragedia son realmente dramáticas: desde niños y adultos mayores que contraen enfermedades como hepatitis, dengue, diarrea o escabiosis, pasando por personas que aseguran que les ha salido agua putrefacta por la regadera mientras se bañan, hasta ciudadanos que quedan encerrados en sus casas porque el agua les ha llegado al frente, viéndose obligados a construir caminos de piedras para poder salir.
"Los olores son insoportables. Yo estoy recién operada y esto es insalubridad. Es una amenaza a la salud de todos los vecinos y la salud es un derecho”, dijo en junio Flor Ávila, habitante del sector Pueblo Nuevo, en entrevista para el programa televisivo Zulia en Caliente. “Esto no puede esperar porque es un derecho fundamental a la salud, el aire libre o incluso salir de mi casa, porque ayer estábamos atrapados: la casa quedó prácticamente incomunicada por este desborde”.
“Esto es deprimente, horrible” aseguró Yolanda Godoy, otra vecina de la zona. “El olor no se soporta y llega hasta la cocina. Uno tiene que encerrarse para poder más o menos aplacar el olor”.
Pero no sólo las urbanizaciones o barrios son perjudicados: también lugares públicos. Por este motivo, Sabor Zuliano, un popular restaurante de la región, fue cerrado, y en julio pacientes del Hospital Universitario de Maracaibo fueron desalojados de la sede. También comerciantes de Los Plataneros, un mercado popular ubicado en el centro de la ciudad donde se venden plátanos a buen precio, han denunciado en más de una ocasión estar expuestos a enfermedades producto de estos botes.
El alcalde Willy Casanova ha tomado la costumbre de reparar algunos de esos botes, grabando y fotografiando a sus trabajadores, para enviar engañosas notas de prensa a los medios donde se puede leer que, presuntamente, los habitantes quedan complacidos (aunque posteriormente vuelven a reportar los mismos problemas en los mismos lugares). Sus publicaciones llevan el lema "¡Maracaibo renace!"; habría que preguntarle a qué se refiere, porque la frase no tiene asidero en la realidad. Venden una Maracaibo sin botes de aguas negras, pero también sin basura y con servicios públicos funcionando. Una Maracaibo que no existe.
La situación, que ha generado diversas protestas ignoradas por las autoridades competentes, se suma a otras decadencias de la capital Zuliana, como el casi inexistente transporte público, la deficiencia en la recolección de basura, las ejecuciones extrajudiciales o las fallas eléctricas.
“El comunismo no hay que estudiarlo, hay que vivirlo”, diría el humorista venezolano Claudio Nazoa, y qué dura esa lección ha sido bajo este sol marabino.