Nadie puede negar que sí conozco lo que es la vida, eso fue lo que me llevó a ser lo que soy, a dedicarme a lo que hago, sí, soy un secuestrador y asaltante, he matado a muchas víctimas a sangre fría, no me interesó realmente, pero tampoco me son indiferentes, a veces platicaba con ellos y me contaban de su vida, a veces eran tan interesantes que me pasaba horas hablando con ellos, creo incluso que una vez hasta tomamos juntos uno de ellos y yo y ahora somos muy buenos amigos, pero sé que eso realmente no les interesa.
Cuando la conocí a ella el negocio andaba muy mal, habíamos fallado varias capturas y otros más habían logrado escapar, no tenía dinero ni para comer y la poca comida que tenía en mis reservas estaba a punto de terminarse. Un día mientras iba caminando sin rumbo fijo la vi con su mamá, esta acababa de cobrar según parecía pues iba contando un puñado de billetes, eso fue todo lo que vi, pero si me hubiera fijado mejor seguro habría visto la ropa rota y vieja que ambas usaban, los zapatos casi desechos, el aspecto lánguido que provoca el pasar largos periodos de inanición. No le avisé a nadie, quería quedarme todo el dinero para mí así que en ese mismo instante comencé a planear el golpe, primero tenía que seguirlas, saber su rutina así que si sin que me notaran me acerqué y con un paso constante avancé hacía donde ellas se dirigían. Su casa era solo un cuarto de adobe y las ventanas –si a los boquetes que tenía la casa se les puede llamar así– estaban completamente rotas, algunas cubiertas con bolsas de plástico y otras simplemente estaban ahí sin ningún tipo de protección mas ignoré todo eso, seguí observando, pude ver por una de las ventanas sin protección que el interior de la casa no era menos ruinoso, una pequeña y vieja mesa destartalada, un par de sillas chuecas y con el forro tan gastado que era casi inexistente, no pude ver camas, pero vi algunas cobijas amontonadas en una esquina, no había nada interesante en su rutina dentro de la casa así que me fui, contando los billetes que me pagarían por esa niña.
Pasé los siguientes días observando la casa de tal manera que no notaran mi presencia, solo podría pensar en ese momento que la oportunidad era perfecta, la niña salía sin supervisión alguna muy temprano y también muy tarde, nunca iba a la escuela y pasaba por zonas de muy mala fama. Me imaginaba a la niña gritando – ¡Secuéstrame! ¡Secuéstrame! – mi ambición era demasiado grande en ese entonces.
El “golpe” fue muy sencillo solo la seguí una noche que regresaba a su casa y cuando no quedamos solos –ella nunca me notó– simplemente me acerqué le cubrí la boca con un trapo lleno de cloroformo y en segundos estaba inconsciente. Le tomé fotos en ese instante para enviárselas a sus padres, junto con una carta de recortes de periódico y revistas que tenía preparado con antelación. La cargué como si fuera mi hija y se hubiera quedado dormida aunque sabía que nadie que me conociera se atrevería a denunciarme, por su bien jamás lo harían.
Los primeros días de un secuestro ya los conocía de memoria, la víctima o despertaba llena de temor o lloraba cuando le quitábamos la bolsa que le cubría la cabeza, nos pedían que los liberáramos, decían que no nos denunciarían y nos darían el dinero ellos mismos, otros tantos algo valientes y muy estúpidos nos gritaban cosas, que nos muriéramos, que era la escoria de la sociedad, que cuando salieran nos matarían…nos asegurábamos entonces que no salieran jamás, salvo en las noticias como un cadáver al que encontraron en una bolsa de basura o en una fosa clandestina. Pero ella despertó y al verse amarrada lloró, pero lo hizo en silencio, no luchaba por liberarse, no se veía tan aterrada, no era la cara que ocupaba para las fotos de amenaza así que intenté algo; primero la insulté y después le desgarré sus ropas mientras seguía amarrada, pero no la toqué, aun siendo lo que soy tengo algo de conciencia pero mi paciencia es limitada. Aun estando semidesnuda no lucía como quería, más bien parecía como si ya hubiera aceptado que fuera a morir. Después de varios intentos infructuosos por aterrarla me rendí y le di su comida, la desaté con la amenaza de que si huía mataría a toda su familia, ella asintió en silencio, así que le presenté el plato de frijoles fríos y el vaso de agua que sería su alimento, sus ojos brillaron y por primera vez mostró alguna emoción, rápidamente comenzó a devorar la comida, no le importó estar casi desnuda, comía como si no hubiera un mañana.
Decidí enviar entonces las fotos que había tomado la noche anterior, ya habría tiempo para tomarle las fotos después. Si me preguntan esta es mi parte favorita de un secuestro, no por el terror de sus rostros sino por la variedad de estos y como lucían diferente dependiendo de la situación en la que se encontraban. Yo aún guardo mis favoritas.
Al día siguiente la niña, ahora con una bolsa de plástico como camisa seguía igual de indiferente a su situación, no entendía cómo podía mantener tal compostura extraña, no lucía feliz ni confiada, pero tampoco tenía algo siquiera similar al miedo.
Pasaron los días en los cuales conseguí algo de dinero con asaltos, pero no tenía noticias de sus padres, o no les importaba o ya habían llamado a la policía así que decidí confrontarla
– ¿Tus padres no te aman verdad? –
– Ellos si me aman. –
– ¿Entonces por qué no han pagado? ¡Vamos, Dime! –
– Si, ellos me aman, pero estoy segura de que no pagarán el rescate, puedes matarme en este instante si lo deseas–
– ¿A qué te refieres mocosa, si te aman como es que no pagarán, me tomas por estúpido, a qué crees que me he dedicado los últimos años? –
– No es eso señor, pero es que no importa lo pequeña que fuera la cantidad no podrán pagarla, aún si solo fueran diez o veinte
pesos no lo pagarán, no tienen el dinero–
– ¿Cómo es que no tienen dinero?–
– Si señor, no tenemos dinero ni para comer, de hecho le agradezco que me haya estado alimentando, fue la primera vez en años que como por varios días seguidos incluso no había comido nada desde la semana pasada–
Se me cerró la garganta al escuchar eso, por mi estupidez al escoger tan mal víctima y por mi mezquindad de pensar de esa manera, mi situación siempre fue de pobreza pero siempre pude comer aunque fuera solo una rebanada de pan o un plato de frijoles.
– ¿Y los billetes que le vi a tu madre hace tiempo? –
– ¿Dice de unos que contó mientras iba por la calle hace como dos semanas? los usó para pagar parte de una deuda que tenemos como única herencia de mi abuelo, guardó un poco de dinero para la comida pero para cuando usted me secuestró los quince pesos ya se habían terminado y no creo que puedan conseguir más dinero a menos que alguien quiera comprar otro de nuestros muebles por lastima–
De pronto reaccioné, era posible que la niña estuviera mintiendo, pero tenía la curiosidad de ver si era verdad lo que me decía, así que la desaté, le di algo de comida, aseguré la puerta para que no escapara y me dirigí a su casa.
Cuando llegué me enojé y me horroricé al mismo tiempo, en su casa no había cambiado nada, la familia de comportaba como si esa hija nunca hubiera existido. Sentí lastima por la muchacha así que regresé a mi escondite con pasos pesados. La niña estaba sentada en el lugar donde la tenía usualmente aunque no estuviera amarrada. Hasta ese momento me di cuenta de lo que verdaderamente hacía y de lo cruel que era la vida real.
– Niña acércate– le dije.
Ella avanzó tímidamente
–Ya vi que es verdad lo que me dices y que no hay razón para mantenerte aquí – Saqué ropa vieja de una bolsa y se la entregué
– toma vístete, no sé si halla algo de tu talla pero no puedes andar con una bolsa como ropa, el resto consérvalo no lo necesito–
Al principio la niña parecía reacia a tomarla pero después de unos instantes la aceptó, la tomó y escogió algo de esa ripa para ponerse.
Cuando terminó de vestirse saqué un puñado de billetes que tenía guardado –la verdad no sé cuánto era– y se los di
–Guárdalos bien, que no te los vean hasta que llegues a tu casa, estoy seguro de que no eres tan tonta como para avisarle a la policía donde me escondo y de cualquier manera si lo hicieras ya me habré ido para cuando ellos lleguen–
– No se preocupe señor, usted es bueno aunque hagas cosas malas, le agradezco mucho todo y lamento que sus planes no salieran como los planeó–
No le respondí, solo abrí la puerta y me voltee fingiendo no saber lo que pasaba, cerré los ojos y escuché unos pasos que se dirigieron hacia la calle, solo abrí los ojos hasta que deje de escucharlos y cerré la puerta esperando no volver a saber de esa niña.
Obviamente le mentí a la niña, ese era mi único escondite y si me hubiera denunciado habría ido a la cárcel, aunque probablemente tendría una mejor vida que ella de cualquier manera. Y de cierta forma esperaba eso, ya no quería seguir, mi motivación se había destrozado, incluso pensaba que la muerte era mejor para mí.
Pasó el tiempo y la policía no vino nunca a mi guarida al parecer la niña había mantenido su promesa, la curiosidad de que había pasado con ella me carcomía así que decidí ir a verla por última vez, quería ver lo que hicieron con el dinero así que me preparé para ir, me mentalicé como si fuera a secuestrar a alguien para ser precavido y abrí la puerta, solo para encontrar a la niña sentada y llorando justo afuera de mi casa. El verla ahí me dejó extrañado, yo esperaba que su vida hubiera mejorado aunque fuera un poco pero el ver esa escena me dejó perplejo, me acerqué a ella y vi que además de que sus ropas eran peores que las que traía cuando la rapté, estaba llena de moretones, su cabello estaba totalmente revuelto y sucio, su cara tenía manchas de sangre seca, su aspecto general era horrible. Ella lloraba, sus gemidos eran desgarradores y llegaban a mis oídos con una sensación de asco e ira.
La gente comenzaba a curiosear por lo que la levanté sin decirle nada y la metí a mi escondite, una vez dentro se acomodó en el lugar de siempre mientras seguía llorando. Yo no sabía que hacer así que le ofrecí un poco de pan que me quedaba y un vaso de leche, ella nuevamente lo devoró con mucho ahínco y cuando terminó suspiró un poco y bajó la cabeza sin decir nada.
No sabía que decir así que simplemente me quedé callado y solo la observé, así nos quedamos hasta que cayó dormida, la cubrí con una manta y salí rumbo a su casa. Cuando llegué descubrí que estaba completamente abandonada, no quedaba nada más que algunas de las cobijas, pero llenas de agujeros, el resto de la casa estaba completamente desolado. Regresé rápidamente a mi guarida, ella seguía dormida así que no la molesté, no podía hacer nada, así que simplemente dormí también yo.
Cuando desperté ya era la mañana de otro día, todo lo que había pasado ayer se sentía como si solo hubiera sido un sueño, pero luego vi que la niña me miraba en silencio desde “su rincón”. Me levanté y abrí mi refrigerador, saqué un poco de comida que aún me quedaba y me senté a comer, ella me miraba con la cabeza baja, le ofrecí otro pedazo de pan, ella se acercó lentamente, tomó el pan de mi mano y lo comió en silencio.
Cuando terminamos nuestro remedo de desayuno la confronté
–Me dirás lo que pasó o simplemente seguirás comiéndote mi comida–
–Pensé que no le importaría así que…–
–Ya te dije que me contaras–
–Está bien señor, solo se lo diré porque usted ha sido muy bueno conmigo. Todo empezó el día que me dejó libre, caminaba con mucha felicidad hacia mi…
Hacia mi casa pensando en las cosas que compraríamos con el dinero que amablemente me regaló, así que me apresuré a llegar, cuando vi mi casa por fin no pude evitar llorar de felicidad, pero cuando toqué la puerta y me abrieron me vieron con sorpresa, como si no esperaran que regresara pero de cualquier forma me recibieron. Entré y les platiqué de mi aventura, de como usted me había alimentado todos los días y como decidió dejarme libre al saber de mi pobreza, mantuve mi palabra y no le dije a nadie donde se encuentra aunque tuve que mentirle a mis padre, pero me alegro ahora de eso, si no, no tendría a nadie a quien pudiera contarle esto.
Cuando les mostré el dinero mis padres se alegraron mucho, según lo que me contaron bastaba para pagar la deuda del abuelo y además no tendríamos hambre durante mucho tiempo, pero nunca probé un bocado mientras estuve en su casa, nunca vi nada nuevo, salvo que papá llegaba apestando a alcohol a la casa y que mi mamá tenía un par de zapatos nuevos, yo mientras tanto me moría de hambre así que ayer por la noche les pregunté sobre qué había pasado con el dinero que me diste, al inicio ambos me daban evasivas como que no había verdura nunca o que los asaltaron cientos de veces. Me enojó mucho que malgastaran tu dinero y que me quisieran ver la cara de tonta además así que les grité, pero nunca esperaba que ambos me golpearan, fue horrible, ni siquiera se molestaron en revisar si estaba viva, cuando vieron que no me movía –y mientras mi conciencia se iba– simplemente salieron de la casa no sin antes vaciarla, no me pude mover durante toda la mañana y cami…
–Caminé como pude hasta aquí. –
Su relato simplemente me llenó de asco, como era posible que las personas pudieran ser tan crueles con sus propios hijos, deseé la muerte de ese par de horrible personas en mi mente, pero pregunté
– ¿Y qué es lo que harás? –
– ¿A caso no puedo quedarme aquí? –
– Claro que no, lávate, te llevaré a un orfanato en este instante y después me entregaré, necesito pagar por mis crímenes y será de por vida–
–Pero no eres una mala persona–
–Si lo soy, tu solo conociste mi lado más amable, ahora escoge, te llevo al orfanato o te vendo con un proxeneta–
La niña se asustó con esa última frase y comenzó a arreglarse, yo suspiré aliviado, pronto todo terminaría, saqué todo el poco dinero que tenía oculto y la acompañé al orfanato más lejano de la zona, afortunadamente la trabajadora social era muy amable y entendió su situación, me prometió que sus padres jamás la verán mientras esté bajo la protección del estado. El dinero que me quedaba se lo entregué a la niña, de algo le servirá.
Y aquí me tienen, esa es toda mi historia, soy un simple secuestrador de segunda que dejo que una joven destruyera su modelo de vida, acepto cualquier sentencia y no apelaré no importa el resultado.
–Muy bien viendo tus antecedentes y que aceptaste todos tus crímenes y pese a el pequeño bien que hiciste a la vida de esa persona este juez te sentencia a cumplir cadena perpetua por secuestro agravado, otra cadena perpetua por asesinato agravado y 125 años más por delitos contra la salud. Se levanta la sesión–.
Fin
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