Tiempo y ruinas [Cuento]

Saludos #Steemados amigos y amigas:

Aprovecho la oportunidad para entregarle otro de mis cuentos nacido en tiempos de deterioro y desesperación física y espiritual. Espero que les guste.

Tiempo y ruinas

Por: Arturo Pérez Arteaga

Justamente aquella mañana lo pensó: ¿Qué pasaría si la mujer no despertaba? ¿Si la muerte se decidiera a visitarla ese mismo día? No obstante mantuvo su costumbre, cerró la puerta y lanzó la única llave que quedaba dentro de la casa para que ella al levantarse pudiese abrir y salir de la casa.

Desde hacía algún tiempo esa era la mayor relación que había entre aquella pareja que una vez se juraría amor eterno y que con el paso de los años se fue degradando hasta terminar en un incómodo habitar bajo el mismo techo.

El marido, si se puede llamar todavía así, salía cada mañana a buscar el sustento para el hogar, mientras la mujer se encargaba de mantener más o menos decente lo que eran las ruinas en pie de una casa, otrora deslumbrante.

Es impresionante la estrecha relación que podemos encontrar entre las cosas y sus dueños. Cuando los chicos de aquel matrimonio crecieron y decidieron partir a encontrarse con su vida, lo poco que quedaba entre sus padres se fue desvaneciendo al mismo ritmo que se deterioraba la estructura que habitaban.

Cada bombilla quemada era un contacto físico menos entre la supuesta pareja. El desperfecto en los grifos de baño dio al traste con el ritual de tomar juntos el desayuno en la mesa los fines de semana. Cada grieta en paredes y pisos eran temas y temas de conversación que se dejaron de lado hasta provocar un casi total y absoluto mutismo, sólo superado cuando una imperiosa necesidad no dejaba otro remedio que comunicar algo a la presencia casi fantasmal que compartía el ya maltrecho tejado.

Al volver en la tarde, luego de lidiar unos minutos para poder abrir el portón que le daba acceso al patio, el caballero pudo notar, ya sin asombro, que estaba bastante descuidado, la basura estaba muy regada y pensó: “seguro que si le reclamo dirá que el viento que está soplando se encarga de regar lo que recoge durante todo el día”.

El mismo desdén que lo llevaba a ejecutar la rutina diaria de volver a esa casa fue el que le hizo tocar la puerta y esperar. Repitió la operación pocos segundos después y el resultado al igual que la vez anterior fue un total silencio, la puerta no se abrió, la mujer no dio señales de vida. 

Lejos de preocuparse en base a lo que pensó esa mañana, caminó hasta la enramada y se acostó en el viejo chinchorro que estaba allí colgado, sólo aguardaría a que ella se decidiera a abrir.

Quiso entregarse a profundas cavilaciones sobre lo que quizá le depararía el futuro por venir pero de inmediato su mente sin permiso y de forma abusiva lo llevó al pasado, a tiempos mejores, cuando los niños corrían por los pasillos de lo que era su palacio, cuando hacían reuniones a las que asistían sus amigos, familiares y cualquier compañero de farra que quisiera acompañarles, porque la celebración, sin importar cual fuera, siempre daba la bienvenida a todas y todos.

En ese torbellino de pensamientos lo sorprendió Morfeo y lo acunó entre sus brazos. Durmió profunda y largamente, los pensamientos se convirtieron en sueños aunque el tema no sufrió mayores variaciones.

Despertó sobresaltado, la total oscuridad de la bóveda celeste le indicó que habían pasado varias horas, aunque no sabría decir cuántas. Cuando pudo recordar donde estaba y por qué, se levantó lentamente, la espesa maleza casi le impedía caminar cómodamente hasta la entrada, no recordaba que estuviese tan tupida cuando alcanzó el chinchorro aquella tarde.

Al intentar tocar la puerta notó el óxido que cubría toda la parte metálica de la misma y que además las bisagras estaban bastante maltrechas, por esa razón aplicó un poco de fuerza y la empujo, esta cedió casi de inmediato. “Después de todo estaba abierta” pensó.

Allí, sobre la mesa del comedor, cubierta de polvo encontró una nota firmada por la dama que por muchos años compartió su vida y lo que quedaba de ese techo. En pocas líneas sólo le decía que lo abandonaba. 

Lo único que realmente asombró a aquel señor es que el trozo de papel con la sentencia de despedida estaba fechado cinco años atrás.


-FIN-



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