De la que me salvé [Relato]

Saludos Steemados amigos y amigas:

El relato que les presento a continuación es lo mas parecido a una anécdota que he escrito desde que me dediqué a este oficio, no obstante, al cambiar algunos hechos definitivamente se transformó en un cuento y hoy lo someto a su lectura y posibles comentarios.

"En el fondo son las relaciones con las personas lo que da sentido a la vida". Karl Wilhelm Von Humboldt

De la que me salvé

Por: Arturo Pérez Arteaga:.


Una de esas noches de farra y licor de las que abundaron en mi juventud tuve la oportunidad de vivir una experiencia bastante interesante que ahora me dispongo a contarles.

Salía  yo de una de las discotecas de moda  para la época  con la  suerte de haber tomado muchísimas cervezas, aunque algo contrariado por no haber podido ligar a ninguna compañera, lo que me destinaría a amanecer solo la mañana siguiente, “peores cosas me han pasado” pensé mientras me dirigía a la puerta de salida.

Una vez fuera del establecimiento, caminé lo más derecho que el poco equilibrio que conservaba me permitió, hasta el estacionamiento donde había dejado mi vehículo.

Repentinamente de la oscuridad una persona apreció y se me acercó muy rápido, casi sin darme tiempo a reaccionar. Traía las manos dentro de su chamarra  y la cara bastante seria.

Me quedé paralizado, lo miré fijamente mientras venía y cuando lo tenía apenas a dos pasos de distancia y sin permitirle hacer o decir nada le solté de golpe:

- Wilmer, hermano ¿sois vos en verdad? – el hombre lució algo confundido, como desubicado y yo seguí hablando.

- Muchacho, cuanto tiempo sin verte ¿Qué es de tu vida?

Al fin, mi interlocutor pudo responder:

- ¿Vos quien sois? ¿Te conozco?

- ¿Vos no sois Wilmer Loyo? Estudiaste conmigo en el colegio, yo soy Santiago… Santiago López, ¿no te acordáis de mi?

- Santiago López ¿vos sois Santiaguito, al que apodaban “el pichón”? habéis cambiado mucho… ¡creciste!

- ¡Claro chico!  Jajaja el mismo, claro que crecí. Contáme ¿Qué habéis hecho con tu vida?

- Bueno hermano, aquí, vos sabéis, algo  jodido pero pa’ lante.

- Te entiendo, la vaina no está nada fácil.

Lo abracé fuertemente y al soltarlo apreté su mano y le dije:

- Hermano, ha sido todo un placer verte otra vez, yo ya voy de salida.

- Pichón, disculpáme, ¿tendréis veinte Bolívares  que me prestéis? en verdad me da vergüenza con vos.

- Tranquilo chico, no le paréis a eso, pa’ eso estamos los amigos.

De inmediato saqué mi billetera, busqué entre todos los billetes y el más pequeño que encontré fue uno de cincuenta Bolívares, se lo entregué y le dije que no tenía uno de menor denominación pero que lo tomara con confianza.

Agarró el billete y me volvió a abrazar, nos despedimos efusivamente con la promesa de reunirnos en el futuro cercano.

Terminé de abordar mi vehículo y lo divisé por última vez a  través del espejo retrovisor mientras me alejaba.

Creo que como dos semanas después del encuentro fortuito con mi amigo del colegio, estaba sentado en casa un domingo leyendo la prensa mientras desayunaba y cuando llegue a la parte de sucesos pude leer: “Ultimado por la policía peligroso delincuente que azotaba los sitios nocturnos”. Cosa que me interesó por ser como ya comenté, un asiduo visitante de esos lugares.

Mi sorpresa fue mayúscula al leer el nombre del fulano delincuente: Wilmer Loyo se llamaba el hombre cuyo “modus operandi” era interceptar en los estacionamientos de discotecas y sitios nocturnos a los beodos que buscaban sus vehículos, pistola en mano los despojaba de sus objetos de valor y del automóvil y en el proceso golpeaba a sus víctimas con una gran salvajismo.

En ese momento sólo alcancé a pensar cuan barata me había salido esa reunión con mi amigo de juventud.


APA:.


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