Saludos #Steemados amigos y amigas:
A partir de hoy les estaré entregando los cuentos de navidad que he tenido la oportunidad de escribir, siempre con la intención de participar en un concurso promovido por la empresa donde trabajo.
Comienzo por el mas antiguo que fue escrito en el año 2012 y con el cual pude obtener un muy apreciado segundo lugar.
¿Crees en la Navidad?
Por: Arturo Pérez Arteaga :.
Un diciembre cualquiera en una casa cualquiera, sin nieve y sin trineos, un niño pequeño sale como todas las mañanas a esperar su transporte escolar, el cual, como de costumbre demora varios minutos en llegar.
Ya se acercaban las vacaciones decembrinas y el pequeño niño no podía pensar en otra cosa que en los juguetes que le depararía esta navidad, además desde luego de poder estrenar su ropita nueva, visitar a sus abuelitos y jugar con sus primos y primas, muchos de los cuales no ve muy frecuentemente.
Podríamos decir que se trata de otro día mas en su acostumbrada rutina, salvo por la presencia de un señor muy sucio y mal vestido que se encontraba sentado en la acera frente a su casa. Un señor que no era familiar en el vecindario, aunque en honor a la verdad no inspiraba ni malos, ni buenos pensamientos, al menos para el niño que lo observaba con detenimiento.
- Hola Sr. Buenos días – comenzó el niño haciendo gala de una buena educación - ¿que hace allí tirado?.
- Hola niño, nada solo descanso.
Como todo buen niño este era bastante curioso e insistió:
- Descansa, y por que está tan cansado tan temprano en la mañana.
- ¿Acaso no te han dicho tus padres que no debes hablar con extraños?.
- Es cierto, por favor disculpe si lo molesté, no fue mi intención.
- No te preocupes, en verdad no estoy cansado, mas bien tengo hambre.
El niño, sin pensarlo dos veces, metió sus manos en la mochila escolar y sacó un pequeño empaque que contenía su merienda y de inmediato lo extendió hacia aquel desconocido.
- ¿Que es eso?.
- Era mi merienda, pero ahora será su desayuno.
- No niño, yo no quiero tu comida, además te la prepararon para que la comas en el colegio no para que la regales.
- No importa señor, no se preocupe, seguro que mi mamá lo entenderá. Tómela, está muy buena, mi mamá cocina con muchísimo cariño.
- ¿Qué va a entender?. ¿Que le regalaste tu comida a un vagabundo?.
- No señor, ella sabrá por que lo hice, de hecho mis padres me han enseñado a compartir lo que tengo y a ayudar a quienes lo necesiten.
El vagabundo, se turbó e hizo un gran esfuerzo para evitar mostrar toda esa confusión que se le agolpaba de momento, extendió su mano, mas limpia de lo que podríamos imaginar, se hizo del empaque y apenas pudo balbucear un gesto de agradecimiento.
El transporte escolar, estacionó frente al niño y este subió como de rayo a formar parte de todo el desorden que constituye la agrupación casi anárquica de unos niños que por estos días van mas despiertos que en otras oportunidades hablando y compartiendo expectativas.
A la mañana siguiente, la escena se repitió casi completamente, el niño, al salir de su casa llevaba, además de su mochila un paquete en su otra mano y al encontrarse con el vagabundo de inmediato se acercó y se lo extendió regalándole una sonrisa infinita.
- ¿Qué es esto? – Preguntó el vagabundo, que como todo adulto no se cansaba de preguntar cosas obvias -.
- Un paquete. – Sonrió el niño – allí está su desayuno y un obsequio de nuestra parte.
- ¿Obsequio?, ¿Nuestra?, ¿De quienes hablas?.
Apenas el vagabundo hubo terminado de preguntar, la voz de una mujer adulta le interrumpió desde la entrada de la casa:
- Nuestra, mi hijo nos habló a su papá y a mi de usted y de cómo se conocieron ayer en la mañana e insistió en que le entregáramos ese pequeño detalle, por favor no se ofenda… Acéptelo
- Pero… pero yo no puedo…
- Claro que puede – le interrumpió el niño – además seguro que le gustó su desayuno de ayer.
- Si, estaba muy bueno.
- Se lo dije, mi mami cocina con mucho cariño.
- Muchas gracias, de verdad.
Nuevamente se estacionó el vehículo del transporte, el niño subió presuroso y la señora entró a su casa sin pronunciar otra palabra y cerrando el portón tras de sí.
Al otro día, ya habiendo llegado el fin de semana el niño no se apareció como era habitual en cambio tras la apertura del portón de la entrada, un poco mas tarde, apareció un vehículo bastante nuevo y cuidado y dentro de él se encontraba el padre del niño, quien antes de continuar su camino, bajó la ventanilla del vehículo y le dijo al vagabundo:
- Disculpe la molestia, mi hijo me dijo que le entregara esto.
Se trataba de un paquete con lo que evidentemente constituía el desayuno.
- No es molestia al contrario – respondió el vagabundo poniéndose de pié muy rápidamente – pero me pregunto si soy yo quien puede molestarle y solicitarle algo un poco inusual.
El padre del niño un poco desconfiado lo miró, consultó su reloj, aunque no parecía estar muy apurado, quizá lo hizo por nervios o por un acto reflejo y le respondió:
- Dígame, en que puedo servirle.
- Bueno, me gustaría poder conversar con usted unos minutos, pero no aquí, en algún otro lugar.