II
Subsuelo
Pequeño, a tamaño de pulga
es el nervio que nos ata.
Diminutos como piojos
se multiplican las células que tejen la carne.
Minúsculo el cauce de las arterias
escandaloso el desangramiento.
Angosta la línea de la muerte
distantes los muertos.
Pequeño el enigma.
Pequeño el desastre.
Pequeños nosotros.
Lunares en un pedacito de mundo mareado.
Pero grande
muy grande ha de ser
el laberinto que nos atraviesa.
Los mapas de mi niñez me heredaron la costumbre de perderme
perderme solo
perderme si no encuentro otra forma de escapar
perderme desnudo pues no hay ropa que cubra la tristeza
perderme en la lluvia, el cemento, la respiración
en la fiesta de los occisos,
la calle anónima de los espíritus,
las facciones de la silueta,
los muros derrumbados por la memoria,
esta página gris de tanta voz y canto,
las exequias de mi primera muerte.
¡Vengan cristianos!
que a mis espaldas llevo la cruz.
¡Vengan musulmanes!
que en mi cabeza llevo el turbante.
¡Vengan hinduistas y budistas!
que de mis labios cuelga el Om.
¡Vengan caníbales!
que en mi pecho está la calavera.
Bailemos,
bailemos.
(Al final de la fiesta todos fuimos devorados.)
Oooooommmmm…
Amén.