Siempre que me encuentro triste,
salto a mi vida pasada,
saco al cuatro una tonada,
y siento que mi alma viste,
De ese ser que nunca fuiste,
pero en mis sueños deseaba:
gozar tu dulce mirada,
mirar tu tierna sonrisa,
como quien pasa de prisa,
ver mi princesa encantada.
Siempre que me encuentro triste,
busco consuelo en mi infancia,
y visto con elegancia,
ese amor que no me diste,
de esa pasión que supiste,
que en mi corazón ardía,
cuando contigo perdía
mi mundo infante inocente,
y esperé pacientemente,
sin que llegases un día.
Fue quizás poca experiencia
en amores circunspectos,
en tener pocos adeptos,
y la pasión como ciencia,
Que arruina con la conciencia,
De una cándida sonrisa,
de un niño que va de prisa,
en su infancia abandonada,
en su alma atribulada,
al vivir sobre la brisa.
Lloré un sinfín de barullos,
pero, feliz fui esos años,
y aunque fueron solo engaños,
fue contigo y con los tuyos.
Fueron doce mil capullos,
de flores de mi esperpento
del jardín que llevo adentro,
del dolor de mis quebrantos,
de composición de cantos,
que callé con mis lamentos.
Y hoy que me encuentro triste,
sonrío al solo pensar,
que sin ti voy a besar,
los labios que no me diste,
pues ya mi amada tú fuiste,
en mi mente imaginaria,
y el rezo de mil plegarias,
por tu muerte inesperada,
y el filo de mi coartada,
al no quererme besar...
Muchas gracias...