Después de equivocarnos de tren un par de veces, olvidar nuestros pasajes y dar unas cuantas vueltas sin sentido por la estación. Por fin estamos en tren correcto dirección Alemania. Se nota que hemos perdido la costumbre de estar en constante movimiento después de estos meses en Ámsterdam.
Siempre que me subo a un tren me resulta muy fácil sumergirme en mis pensamientos y abstraerme de todo lo que me rodea. Es por eso que hoy me gustaría hablar sobre ellos.
Definición de pensamiento
El pensamiento es la actividad y creación de la mente; se dice que todo aquello que es traído a existencia mediante la actividad del intelecto. El término es comúnmente utilizado como forma genérica que define todos los productos que la mente puede generar incluyendo las actividades racionales del intelecto o las abstracciones de la imaginación; todo aquello que sea de naturaleza mental es considerado pensamiento, bien sean estos abstractos, racionales, creativos, artísticos, etc. Se considera pensamiento también la coordinación del trabajo creativo de múltiples individuos con una perspectiva unificada en el contexto de una institución.Wikipedia
Libertad de pensamiento es uno de los derechos que todos los seres humanos, sin excepción, poseemos. Uno de los pocos derechos que sólo es controlado por nosotros mismos y, sin embargo, el que más suele atormentarnos con sus nefastas consecuencias.
En la infancia, las personas solemos caracterizarnos por la espontaneidad y la sinceridad, sin importarnos la repercusión de nuestros hechos o palabras. Es muy común que los niños hablen solos y dejen volar su imaginación, ignorando que los adultos los miran con ternura. La misma despreocupación se percibe cuando dicen con total sinceridad que no les gusta un regalo o un plato de comida.
Yo tengo un ejemplo muy cercano en mi sobrino. Hace unos años era pura sinceridad a la hora de expresar sus pensamientos. Cuando llegaba la Navidad o el día de su cumpleaños, era un verdadero suplicio encontrar un regalo adecuado para él, ya que su respuesta más frecuente cuando algo no le agradaba era: ¿Esto es mi regalo? ¡Vaya mierda!
Esto solía ser realmente frustrante y, a veces, un poco irritante para todos nosotros.
Pero ahora mi sobrino tiene 11 años y su actitud ha cambiado mucho a pesar de que aún es un niño. Ya no rechaza los regalos, todo lo contrario, los acepta y te da las gracias por ellos. A madurado lo suficiente para contener esas reacciones tan espontáneas que lo caracterizaban. Pero aún no es capaz de controlar sus expresiones faciales. Lo cual hace que sea fácil adivinar que algo no es totalmente de su agrado.
Por un lado, toda la familia piensa: ¡Que bien! Manuel ha dejado de ser un maleducado y un déspota. Pero por otra parte, tengo que reconocer que me da un poco de pena porque empieza a estar condicionado por la sociedad. En unos años, la mitad de lo que exprese será para conseguir la aceptación del resto o no sentirse diferente a los demás.
Con los años, las estructuras sociales nos convierten poco a poco en seres limitados, que parecen perder el control sobre sus propias vidas. El problema principal reside en que queremos creer que esto no es así, lo negamos, y aseguramos que vivimos libremente, que escogemos en cada paso la dirección que realmente queremos en nuestras vidas. Sin embargo, esas personas que un día se mostraban sonrientes y que se asombraban de las pequeñas cosas, hoy corren contra el reloj para completar las innumerables tareas de sus ajetreada vidas, se avergüenzan de sus cuerpos, temen decir la verdad para no ofender a los demás, ocultan su sexualidad y sus ideas por miedo a los ataques de quienes no soportan la libertad y la sinceridad.
¿Realmente es tan necesario madurar de esta manera y perder nuestra espontaneidad? ¿Por qué tenemos que fingir que algo nos encanta cuando realmente lo detestamos?
Muchos contestarán: "Por respeto a los demás" Y es cierto, debemos respetar al prójimo. Pero, ¿por qué los demás deben sentirse mal si algo no nos gusta? ¿por qué tenemos que sentirnos temerosos a dar nuestra sincera opinión?